Literatura

El pensamiento salvaje de Jordi Soler

El escritor Jordi Soler.

Hay un fantasma que recorre Hispanoamérica y no es otro que el de Hernán Cortés. Y, a veces, también hace su aparición el de Chávez. El escritor Jordi Soler, con la autoridad que le confiere ser hijo y nieto de exiliados republicanos, crecido en México y afincado desde hace años en Barcelona, vuelve con su nuevo libro a poner la lupa en las relaciones entre España y los países latinoamericanos. A unos les reprocha seguir mirando a la Península como un imperio colonizador; a los otros, que hayan ridiculizado aquel “¿por qué no te callas?” del rey Juan Carlos al expresidente venezolano, un órdago que tenía más intríngulis de lo que parecía a simple vista. Se pregunta Soler por qué entonces no se puso el acento en la presencia del rey en las Cumbres Iberoamericanas. ¿Acaso no basta con que acuda el presidente español? Añade retóricamente en uno de los 47 artículos que componen Ensayos Bárbaros (Círculo de tiza).

Al destacar sólo aquella pregunta a Chávez “se obviaba que, aunque fuese un militar golpista, después ganó unas elecciones e hizo cosas importantísimas para los venezolanos, como sacar de la pobreza a muchísimas personas, crear empleo, una orquesta sinfónica que viaja por todo el mundo…”, apunta Soler. “[Chávez] era un tipo instruido y universitario, aunque tenía esa facha salvaje de los militares y ese desparpajo latinoamericano que de pronto lo hacía ver como un poco bananero, que también lo era. La prensa empieza a hablar de Chávez cuando ya era un esperpento, pero no decían nada de lo anterior. Cuando salió Podemos me sorprendía el ataque inmisericorde por su chavismo para descalificarlos, pero no se ponen a ver la otra parte de Chávez”, explica, aunque matiza que el suyo es el punto de vista de un escritor latinoamericano que ve esta realidad desde Barcelona.

México, un país de Sudamérica

Hay otra cosa que a Soler le trae por el camino de la amargura: la invariable coletilla de “país sudamericano” que acompaña a México. Aunque pueda sonar raro, México, por su ubicación geográfica, es un país de Norteamérica. En todo caso, situarlo en la zona sur del continente simbolizaría, según Soler, el desdén con el que miramos al otro lado del Atlántico. Ya cuando apareció su novela El príncipe que fui (Alfaguara) dijo en una entrevista a la agencia EFE que sin Latinoamérica, “España tendría el mismo peso cultural de Polonia”. Ahora, en Ensayos bárbaros, prefiere centrarse en lo que tacha de falta de pedagogía, algo de lo que adolece tanto España, como el continente americano, donde el odio hacia la antigua metrópoli, dice el escritor, convive con el amor. “Todavía no se ha erradicado el fantasma de Hernán Cortés, lo cual es una tontería después de tantos años”, apunta el escritor.

El título de esta colección de ensayos parafrasea aquello que se catalogó como “pensamiento salvaje” en la literatura de Henry Thoreau, el filósofo al que el escritor dedica el primero de los ensayos, ya que aborda diferentes temáticas a lo largo de sus páginas. Pareciera, así, que lo que pretende Soler con sus píldoras de reflexión sea emular el experimento que llevó a cabo el filósofo estadounidense para escribir Walden: aislarse del mundo para poner negro sobre blanco cuestiones sobre las que hacía tiempo venía reflexionando. De esta forma, y criticando de manera soslayada el bullicio informativo y las redes sociales, Soler repasa multitud de temas de actualidad con su habitual estilo trufado de alusiones literarias y culturales. Con una importante salvedad: no hay en todo el libro ninguna referencia a una escritora, filósofa o artista; y las únicas que aparecen, Frida Kahlo y Joyce Johnson (pareja de Jack Kerouac), lo hacen como personajes accesorios. Toda una paradoja para un libro que se presenta con tapas de color rosa. “¡Qué fallo! ¡No me había dado cuenta! Vivimos en un mundo machista y hasta yo, que soy profundamente femenino, no me doy cuenta. Ni siquiera mi mujer, que es casi feminista, ha reparado en eso. Gracias por decirlo, ¡qué vergüenza!”, se disculpa el escritor.

El Subcomandate Marcos, icono pop

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Pero entre las críticas, Soler también reserva elogios para un movimiento político que califica como uno de los grandes referentes en Latinoamérica, el movimiento zapatista. Cuenta que la primera lección que dio el EZLN aquel 1 de enero de 1994, el mismo día que entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, fue la de un hombre blanco dando voz a las demandas del pueblo indígena oprimido durante décadas por la élite blanca. “Si en lugar de él hubiera hablado el comandante Tacho, que es indígena, moreno y bajito”, escribe Jordi Soler, “ni los mexicanos ni el resto del mundo hubiésemos prestado tanta atención”. Dice el escritor que los zapatistas fueron un referente cuyo valor añadido residía, precisamente, en el discurso de aquel hombre blanco que se hizo llamar hasta hace poco Subcomandante Marcos, “una especie de filósofo pop”, califica Soler, “que decía cosas de sentido común, de manera muy graciosa, pero que nadie había dicho antes”.

Aunque Soler dice que el subcomandante, “de pronto empezó a delirar y perdió prestigio”, reconoce el importante revulsivo político y cultural que fue para todo el mundo y que continúa 20 años después del alzamiento en Chiapas. “Todo su movimiento era muy auténtico. Era guerrillero, pues así lo catalogó el Estado, pero en realidad era más social y cultural, una llamada de atención. No tenían ni armas, yo estuve una vez en el secuestro de una estación de radio donde trabajaba [radio Activo] y una parte de los zapatistas que operaban en el DF llegaron a secuestrarla. Entró un comando con armas, tomaron la estación y dieron su mensaje. Por una parte, a mí me parecía estupendo que dieran su mensaje. Al final, cuando se fueron, a un muchacho zapatista se le cayó el rifle y era un palo. No tenían ni armas, habían tomado la estación con armas de juguete y eso demuestra lo poco guerrilleros que eran”, relata.

Ensayos bárbaros es, pues, un libro en el que se enlazan temas de todo pelaje y condición. Entre el grueso análisis de las relaciones entre los estados hispanohablantes, Soler también explora el lado oscuro de un Jack Kerouac obsesionado con su madre o el tedio que sufrió Carl Jung al leer el Ulises de Joyce. Dice el escritor que ha cuidado mucho el ritmo que tiene cada episodio, aunque a juzgar por su naturaleza, la mezcla entre las diferentes píldoras de reflexión que lo componen responde más a una voluntad salvaje.

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