Música

Omar Souleyman, de estrella de bodas a icono pop

Omar Souleyman, de estrella de bodas a icono pop

Hay una leyenda urbana en la que se asegura que Omar Souleyman llegó a lanzar 500 discos antes de convertirse en un fenómeno musical fuera de las fronteras de su Siria natal. Como leyenda urbana tiene una parte verídica: Souleyman se convirtió con sus ritmos endiablados en el gran showman de bodas, pero lo más probable es que esos 500 álbumes que sonaban en cada recoveco de las calles de Siria fueran copias (de otras copias) de grabaciones originales de sus actuaciones. El viejo sistema de piratería que consistía en grabar casete tras casete antes de que Internet sofisticase el método. La razón por la que 500 discos suene a exageración es que Souleyman comenzó en la música como un aficionado y hasta mediados de los noventa no se convirtió en un animador de bodas profesional.

Souleyman es un personaje impasible que salta al escenario de la madrileña sala La Riviera con el tradicional kufiyya (el pañuelo palestino) anudado a la cabeza, una suriyah (túnica hasta los pies) impecable, de color negro, y gafas sol. Suena los primeras notas en el teclado y arranca el espectáculo, sobre todo para el público, ya que él apenas levanta los pies del suelo o anima para que los que están en la pista apoyen el ritmo con sus palmas. Pero hasta llegar a esta bizarra escena, en la que un cantante que roza los 50 exorciza con su música a centenares de jóvenes, hay un puñado de preguntas que requieren una explicación para no sospechar que lo que vemos es otro bluf posmoderno: ¿Cómo un cantante de bodas sirio ha llegado a convertirse en un imprescindible en toda rave hipster? rave¿Cómo ha conseguido colaborar con la excéntrica Björk y actuar en festivales como el Glastonbury y el Chaos in Texas?

La historia de un Souleyman reconvertido en icono pop comenzó cuando el compositor y productor Mark Gergis viajó a finales de los noventa a Siria. En sus aventuras por el país no dejó de escuchar, a través de los radiocasetes de taxis y tiendas, un feroz ritmo que mezclaba sin prejuicios el dabke (música tradicional de Oriente Medio) con la electrónica. El resultado era una composición frenética, salvaje y excitante que invita a bailar (aunque no se sepa muy bien cómo) de manera inmediata. Cuando Gergis preguntaba quién era el autor la respuesta siempre era la misma: Omar Souleyman.

Fue en su segundo viaje, ya en los 2000, cuando contactó con el cantante sirio –que vivía en una zona remota, cerca de la frontera con Turquía- y empezó a perfilar su salto al panorama musical occidental. Así, en 2006 Souleyman firmaba con el sello estadounidense Sublime Frequencies, que reeditó toda su música anterior y lo convirtió, casi de repente, en el músico sirio más exitoso fuera de sus fronteras.

El concierto sigue entre los zumbidos que emite el teclado y un Souleyman casi imperturbable bajo sus gafas de sol. Las lleva no por misterioso, sino para proteger sus ojos de los haces de luz, ya que cuando era joven un accidente de moto le dañó considerablemente la vista. Precisamente, alguien del público le lanza otro par de gafas que el recibe con un "thank you" y un esbozo de sonrisa. Souleyman lanza besos al aire y pasea de un lado a otro del escenario. 

En 2011, el sirio colaboró con la islandesa Björk en su disco Biophilia, en el que también participaron el catalán El Guincho y el realizador francés Michael Gondry (La ciencia de los sueños, ¡Olvídate de mí!), quien se encargó del viodeclip Crystalline. El resultado de aquella mezcla entre la excéntrica islandesa y Souleyman fue un remix del sencillo Crystalline:

Ese mismo año, 2011, comenzaba la guerra en Siria y el cantante y su familia se refugiaron en la vecina Turquía. Souleyman ha confesado en más de una ocasión que nunca pensó en triunfar fuera de su país debido a la barrera lingüística (canta en árabe y kurdo). Sin embargo, en ese momento, cuando todo se torció en Siria, empezaron las críticas y también los problemas. Como cantante, gracias a la proyección internacional, no paró de programar giras mundiales –también actuó en el Sonar de Barcelona-; y como refugiado sirio, llegaron las trabas para solicitar visados.

En 2013, Suecia le denegó la entrada en el país, donde había acordado un concierto en el festival de las artes y las músicas de Estocolmo. Los suecos aducían que quizás, una vez dentro del país, a Souleyman le entrasen ganas de quedarse, dada la enquistada situación de la contienda en Siria, según contó la representante del cantante al diario británico The Guardian. Sin embargo, debido a las presiones, finalmente Suecia cedió y el cantante pudo dar su concierto. La representante, Mina Tosti, respondió a las autoridades del país escandinavo en una carta: “Es evidente que este artista está de gira todo el día, por todo el mundo, y que no tiene ningún deseo de permanecer en Suecia con este viaje tan corto al festival”.

A Souleyman le reprochan que sus canciones hablen de amor y tengan un deje absolutamente naif cuando la situación de su país exige, según estas opiniones, una postura comprometida. Una crítica que pasa desapercibida, por otro lado, para quienes no entienden la letra. Sin embargo, el mensaje positivo de su música no es óbice para que se haya implicado en el drama de sus compatriotas que cruzan el Mediterráneo rumbo a un destino mejor. A finales de septiembre anunciaba que iba a destinar parte de las ganancias con los conciertos a los organismos que brindan apoyo y atención a los refugiados sirios. En una carta abierta se definía como refugiado (no “exiliado”) y que el dinero que done será para proporcionar ayuda médica urgente a sus compatriotas en el “difícil y peligroso camino hacia la vida que sueñan”.

Acaba el concierto. Sin setlist, aparentemente, porque entre un tema y otro, Souleyman debate con el teclista para decidir qué viene después. No faltaron ni Warni Warni ni Wenu Wenu en el espectáculo organizado por los colombianos Guacamayo Tropical (también actuaron Soom T, DJ Zhao, Tony Sabandija, D200 + Soyelchango y Guacamayo`s DJs). En la que iba a ser su última canción dice, estoico y todavía impasible: "Thank you, bye bye"; mientras mira el reloj como diciendo que aquello ya se ha desfasado lo suficiente. Sin embargo, cede a las presiones del público y acaba por deleitarnos con "one more". Así las cosas, parece que lo mejor es parafrasear, para concluir, el lema de Guacamayo Tropical: "Buena vibra".

Más sobre este tema
stats