Industria cultural

Miseria tras el ‘glamour’

El guitarrista Jesús del Rosario.

A Jesús del Rosario le iba bien. A finales de los noventa y principios de los 2000, no era difícil encontrar al guitarrista en tablaos y escenarios. Todavía hoy es sencillo ver críticas elogiosas a su toque en las secciones de Cultura. Acompañaba a Sara Baras de gira, lo que suponía prácticamente un trabajo fijo. Casa Patas, teatros municipales, nacionales y regionales. Vivía de la música. Después, en una de esas conjunciones que parecen orquestadas por alguna fuerza oscura, todo se derrumbó. La bailaora cambió de conjunto y él se quedó sin ese cobertizo cuando comenzaba a arreciar la crisis. "Los cachés son más bajos, hay menos festivales…", dice. Tanto menos que acabó enfrentándose a una orden de desahucio. 

Es Rubén Dávila, responsable del Área Social y Asistencial de la SGAE, quien cuenta su historia. La conoce tan bien como si fuera suya. La entidad de gestión de derechos de autor, dentro de sus ayudas sociales, le atendió cuando la deuda que tenía con el banco amenazaba con dejarle en la calle. Se le brindó una cantidad para solucionar los problemas más inmediatos, y luego se ofrecieron para gestionar posibles ayudas públicas y para negociar con el banco. Hoy, Jesús del Rosario sigue en su casa: "Esta situación no es la que esperábamos, pero hay que tirar para adelante". Es uno de los 126 socios que se beneficiaron de las ayudas de emergencia social de la entidad en 2014, a los que se unen los 410 asistidos por las actividades de previsión social, que tratar de evitar situaciones de vulnerabilidad. En 2015, seguramente serán más. Las solicitudes no han hecho más que crecer durante la crisis, como explica Dávila, hasta el punto de que han tenido que ampliar la línea de ayudas. En AISGE, que atiende los derechos de actores e intérpretes, y otras organizaciones similares, la experiencia ha sido la misma. Es el relato de una industria cultural empobrecida

"Atendemos a personas que se mueven en dos variables: el socio que está enfermo y el socio que por unas circunstancias u otras se ve en una situación económica ajustada", dice Dávila. Señala que, históricamente, hay un colectivo que suele aunar las dos características: los mayores. Los programas dedicados a ellos están orientados, básicamente, a completar pensiones especialmente bajas, sufragar los gastos de gafas o audífonos o ampliar el seguro médico. La necesidad les ha llevado a añadir por primera vez una nueva línea destinada a los socios que no hayan cotizado el tiempo suficiente para recibir la pensión contributiva. A esto podrán acogerse los mayores de 55 años y, en la primera edición, aquellos a los que les quede un año o menos para la cotización mínima. "Los derechos de autor no son un sueldo, son irregulares, y para tener derecho a la pensión tienes que alcanzar una cotización regular que, por su oficio, muchos no tienen", explica Carmen Pacheco, directora de Socios. A este primer intento dedicarán 50.000 euros, que se irán ampliando en próximas convocatorias.  

El presupuesto dedicado por la SGAE a estas ayudas sociales —que las entidades de gestión están obligadas a brindar por ley— se ha duplicado desde los 300.000 euros de 2012 a los 600.000 que sumarán en el ejercicio de 2015, según balance de Dávila. La entidad de gestión de actores e intérpretes, AISGE, de las más activas en este ámbito, calcula un incremento del 10% o el 15% en las demandas de asistencia en el último curso, lo que les haría aumentar también los 2,7 millones de euros de presupuesto dedicados a las ayudas asistenciales en 2014, con los que atendieron a 700 socios. La organización de los músicos, AIE, pasó de los algo menos de 200.000 euros dedicados a estos fines en 2013 a más de 257.000 en 2014. "La tendencia ha ido al alza durante toda la crisis, y este año ha sido el que mayor demanda hemos tenido que tratar", dice Iván Arpa, uno de los responsables del Área Asistencial de AISGE. 

Este trabajador social ha detectado otros cambios durante los últimos años, cuando las ayudas públicas se han ido agotando (ya hay más de dos millones de parados sin protección) y el colchón familiar se ha ido desgastando. Si antes la ayuda a socios mayores de 55 suponía la mayor parte de su actividad, la crisis ha impuesto otros perfiles de afectados. "El 65% de nuestros recursos van a gente mayor, cuando antes era mucho más. Ahora vemos casos de precariedad laboral prolongada, familias con hijos a su cargo, deudas de alquiler...", explica. La atención social individualizada, que incluye ayudas a la vivienda y asistencia a gastos de primera necesidad, ha crecido hasta suponer el 18% de sus recursos, unos 513.000 euros. Con ellos pagaron la luz, el gas o el carro de la compra de 168 familias; dieron techo, en casos de extrema urgencia, a 11; y completaron los magros ingresos de 51 parados de más de 55 años. Y ni siquiera todo esto es suficiente: "No tenemos recursos para mantener una vivienda o una manutención a largo plazo. Otorgamos una ayuda de emergencia social para que nos dé tiempo a movilizar los recursos de las comunidades autónomas o del Estado, o a ir orientando su actividad laboral", dice el trabajador social. 

Rubalcaba plantea su reforma fiscal como la manera de recuperar la “credibilidad” del PSOE

El Gobierno regula a medias las tarifas de las entidades de gestión de derechos de autor a días del 20-D

"Parece que la vida del artista es siempre glamour, pero muchos no tienen derecho a seguridad social, a paro... Ves a un autor súper reconocido a nivel nacional y te dice que solo tiene cotizados 10 años", dice Dávila, el trabajador social de la SGAE. Señala que, entre los músicos, es muy habitual ser dados de alta únicamente el día de un concierto, con lo que es muy difícil acumular las jornadas necesarias para cobrar el paro (y más tarde la jubilación). Actores intérpretes denuncian lo mismo. Es cada vez más frecuente que sean ellos mismos los que se hagan cargo de sus cuotas dándose de alta como autónomos con constantes altas y bajas para ahorrarse pagar mensualidades. El resultado es siempre una vida laboral que a duras penas refleja su trabajo real. "El hecho de haber tenido una carrera dilatada y haber trabajado mucho, no significa que hayan pagado la seguridad social por ellos", apoya Arpa, "Pasa menos, porque está más controlado, pero se siguen haciendo prácticas ilegales. Es raro que un actor se jubile sin que le hayan escamoteado cotizaciones".

Sin embargo, las entidades de gestión tienen cada vez menos recursos para hacer frente a las ayudas. Si descienden conciertos, representaciones y producciones, se reducen los derechos de autor, principal recurso de sus programas. Pero hay otro factor que merma también estas partidas. Por ley, las organizaciones deben dedicar el 20% de la cuantía recaudada por la compensación por copia privada (antes conocida como canon digital), que suponía 115 millones de euros a distribuir entre las entidades hasta 2014. Pero la Ley de Propiedad Intelectual cambió la fuente de esa financiación, que ahora sale de los Presupuestos Generales del Estado y no de las compañías que producen dispositivos de copia, como CDs o discos duros, decisión que se encuentra recurrida ante la justicia europea. Desde 2014, total a repartir por copia privada se ha reducido hasta los 5 millones de euros, lo que deja a las entidades de gestión más pequeñas sin fuerza para brindar estas ayudas asistenciales. Eso critica CEDRO (la sociedad de autores y editores), que en 2012 pudo atender 4.300 solicitudes, y en 2015 solo 600. 

Es difícil ofrecer soluciones para una precariedad endémica entre la mayoría de los artistas españoles. El 73% de los actores no vive de su profesión, el 28% de los que se encuentran en paro no recibe ningún tipo de ayuda, y el 16% de los jubilados cobra una pensión por debajo de los 400 euros, como reflejaba un informe de AISGE realizado en 2014. "Atendemos a todo tipo de gente", dice Dávila, "Gente que ha tenido éxito y luego ha dejado de tenerlo, gente que nunca ha tenido mucho éxito pero ha estado viviendo de esto toda la vida… La inestabilidad del medio afecta al que tiene dinero y al que no". Iván Arpa tiene la misma experiencia. Y ambos ofrecen una vía de actuación: mayor seguridad laboral con un régimen especial en la seguridad social, que les facilitara la cotización, y un mayor control de las ilegalidades. Lo mismo que propone el Estatuto del Artista impulsado por la Unión de Actores que los principales partidos (PP, PSOE, Ciudadanos, Podemos, IU y UPyD) se han comprometido a defender en su programa. Al menos hasta el 20-D. 

Más sobre este tema
stats