Cine documental

Esta España ‘berlanguiana’ nuestra

Esta España berlanguiana nuestra

“Llegan con contratos pa' montar casinos y pa' montar autopistas y nosotros a cambio le montamos un piso para la querida”. La chirigota gaditana La escopeta nacional resumía con estos versos, durante el carnaval del pasado mes de febrero, los años de bonanza de esta España nuestra -pueblo de palabra y piel amarga, como cantaba Cecilia-. Lo hacían vestidos, como no podía ser de otra manera, como si estuvieran a punto de salir de cacería, con el rifle al hombro sujetado con una correa rojigualda. Entre el público, con sombrero de copa, gabán y una sonrisa pícara (un guiño al sombrerero loco), el periodista onubense Jesús Quintero observa a estos personajes berlanguianos que denuncian las argucias clase política y empresarial actual, no muy diferentes a los que retrataba el cineasta valenciano en los setenta. Con esta escena comienza el documental Mi querida España, un relato alternativo de la Transición construido a través de las más de 5.000 entrevistas que componen el vasto archivo de Quintero desde que comenzara a trabajar en RNE en la década de los sesenta.

El periodista y escritor Javier Valenzuela escribía en su libro Usted puede ser tertuliano (Península) que Quintero era "uno de los estrevistadores más inteligentes y originales del paisaje audiovisual español desde tiempos de El loco de la colina hasta hoy". Basándose, precisamente, en ese estilo cotidiano, un tanto surrelista e incisivo del entrevistador, el documental dirigido por Mercedes Moncada, teje un relato entre las alusiones oníricas a Alicia en el país de las maravillas y las decenas de entrevistas a personajes de todo pelaje y condición. "Entrar en el archivo de Jesús Quintero fue como si a mi hija le diesen la llave de la fábrica de Lego", bromea Moncada acerca del trabajo de documentación del proyecto, que puso en marcha junto a parte del equipo de la película La isla mínima.

 

Moncada insisite en que Mi querida España -que ha pasado por los festivales de San Sebastián y Sevilla y está disponible en la plataforma de vídeo Filmin- es una "estampa de una parte de lo que ha sido España estas tres últimas décadas", más que un retrato del reconocido periodista. Sin embargo, el documental bebe de ese espíritu peculiar de Quintero y propone un análisis de la época mezclando personajes de la alta cultura y la política que pasaron por los platós de El loco de la colina -programa con el que Quintero marcó escuela- o Ratones coloraos, con otros otros más underground. Resulta especialmente significativo -aunque incide Moncada en que no era esa la intención- que los temas que centraban la atención mediática y social a principios de los ochenta, cuando arrancan las entrevistas seleccionadas, no son muy diferentes a los que ocupan hoy en día páginas de periódicos y horas de tertulias: la monarquía, Cataluña, las huellas del franquismo, las víctimas del terrorismo o la unidad de España. Tampoco han cambiado los protagonistas que desfilan por el documental: Felipe González, Gunilla Von Bismarck, José María Aznar, Ana Botella, Juan Luis Cebrián....

Quizás los que más han cambiado sean esos otros personajes -casi antihéroes- que simbolizan la forma de pensar, de vivir y de protestar de una época. Aparece, por ejemplo, Jon Manteca, un célebre punk vasco al que le faltaba una pierna y utilizaba sus maletas para atizar en las manifestaciones. A su paso por el programa de Quintero, Manteca le confesó que soñaba con trabajar limpiando pescado o vendiendo cupones en la ONCE. ¿Dónde está tu pierna?, le pregunta Quintero sin pudor. "En una fosa, en Bilbao", señala el Cojo Manteca, "le hicieron un entierro". Y se desternilla de risa recordando que a la ceremonia asistieron sus padres pensando que el muerto era su hijo entero y no sólo una parte de él.

Menos pintoresco es José Ramón Gómez, un objetor de conciencia que resume su postura a Quintero de esta manera: "A la gente no hay que defenderla de un hipotético enemigo que nos están vendiendo constantemente, sino que hay que defenderla del paro, de la miseria, de la adicción a las drogas, del machismo". Y entre esta lista de antihéroes de una generación también está Encarnación, una jornalera andaluza, miembro del Sindicato de Obreros del Campo (actualmente integrado en el SAT) que en 1988 se preguntaba: "Nosotros no queremos las fincas, sino luchar para que no falte el trabajo, todo el mundo puede vivir y puede comer. [...] Yo pienso que el que tiene la tierra de dónde le ha venido si el sol y la tierra siempre han estado ahí". 

Entre estos retales de entrevistas, Moncada decidió insertar, además de la chirigota berlanguiana, escenas reales de una cacería actual en la que se reza y se almuerza antes de salir al monte. "Fue muy impresionante", señala la directora de Mi querida España, "ver toda esa estética e imaginario de la montería en directo y no a través de las películas de Saura y Berlanga". Con intención o no, parece que no hemos cambiado tanto en 30 años. Por eso, la chirigota canta:

"Yo soy la España de Blesa y de Botín,

de duquesas y de infantas,

la del palco del Madrid.

Soy la España de postín,

de panderta y charanga,

del pequeño Nicolás,

La escopeta nacional,

¡Soy la España de Berlanga!"

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