Literatura

¿Solos o solteros?

La escritora Paloma Bravo.

Clara Morales

Con Solos (Alfabia), Paloma Bravo casi no quería escribir un libro. Quería hacer una fotografía. La imagen, en un instante, de una pareja que ronda los 40, que ya ha experimentado sendos divorcios y que siente que solo quedan las cenizas. De dos amigos que han decidido –más o menos libremente— renunciar a la pareja, y acaban convirtiéndose en un fantasma: ¿qué hubiera pasado si ellos también hubieran optado por estar solos? Solos.

¿Pero qué significa estar solos? “Muchas veces se confunde la soledad con la soltería. En inglés hay dos palabras muy distintas. La soledad es estar sin gente a la que recurrir, sin gente que te aporte. Eso puede sucederte en pareja”, explica la escritora y periodista, colaboradora de infoLibre. Javi y Elena viven juntos, pero se sienten solos incluso cuando comparten habitación. Ana y Tomás tienen sus líos (o no) y nada más, pero, en comparación, parecen mucho menos acechados por la soledad. "Quizás socialmente esté más aceptado, pero hay una presión interna. Si no estás con alguien, has fracasado", señala. Justamente, una fiesta fracasada es la que une a los cuatro amigos sin más testigos ni distracciones durante unas horas. Hablan. Casi nada más. 

Asistir a la perfomance de amor de la pareja ("Les gusta quererse delante de otros", escribe Bravo) es doloroso. Esta disección del desamor, a veces como un drama, a veces como un aburrido proceso que solo exige tiempo, se inscribe en una genealogía en la que figuran filmes como Domicilio conyugal, Revolutionary Road o 10.000 km. La autora ha tenido, sobre todo, referencias de la vida real: las que observa a su alrededor o las que le llegaban al blog que llevaba en El País, La novia de papá, y que era también una novela que acabó convirtiéndose en obra de teatro y, pronto, película.  

Pero la mención cinematográfica no es en vano: la periodista se define como parte de esa generación del audiovisual que engloba cada vez a un mayor porcentaje de la población. Y escribe en consecuencia. "No me gusta, en las series y películas, la voz en off. Así que quería dejar el monólogo interior, que a veces es un recurso tan perezoso como aquel". En el libro, sus cuatro personajes son, básicamente, lo que dicen. Y lo que se esconde detrás de lo que dicen: "Me interesa que nos pasemos todo el día hablando, sin darle peso. En las redes sociales es incluso más evidente, pero no es nuevo. Deberíamos intentar que lo que decimos se corresponda lo máximo posible con lo que realmente sentimos. Parece fácil, pero...". Pero Solos está lleno de malentendidos, de palabras afiladas, de daños imperceptibles. Como las conversaciones de una pareja que ya no, como una cena entre amigos. 

Paloma Bravo es una experta en destrozar la idea de happy endinghappy ending que rige en ciertos relatos —literarios o audiovisuales— y, sobre todo, en el imaginario colectivo. Por mucho que se insista, San Valentín sigue loando el amor eterno, llorar por el amado es lo esperable, la ruptura es una decisión que se toma como ultimísimo recurso, y la separación sigue siendo una derrota íntima, cuando no social. La novia de papá insistía no solo en que hay vida tras el divorcio, sino que el proceso puede ser un aprendizaje de respeto y civismo. En la adaptación teatral fue un paso más allá. "La novela acababa con que la pareja tenía un niño. Cuando se encendían las luces y la gente se estaba ya poniendo los abrigos, la prota salía: 'Que la cosa no acaba aquí. Este fue otro tipo de final feliz. A los dos años nos separamos, la mitad de la semana estoy con mi hijo y soy feliz como madre, y la otra mitad estoy feliz conmigo misma". Sonríe. Su travesura es un pequeño acto revolucionario. 

Paloma Bravo se incorpora a infoLibre con ‘Caníbales’

Paloma Bravo se incorpora a infoLibre con 'Caníbales'

En una sociedad en la que el amor romántico sigue considerándose el único tipo de relación deseable —con sus celos, su codependencia, su pérdida de identidad— mientras esconde las raíces del maltrato, libros como los suyos se convierten en feministas. Aun cuando no tengan ninguna referencia a la lucha política. "No llego al nivel del test de Bechdel [que analiza la relevancia de los personajes femeninos en la ficción], pero sí me molesta que las mujeres siempre sean de dos tipos: una mujer dulce enamorada incondicionalmente del hombre, o una especie de Robocop en tía, gélida", explica. Un golpe más en la lucha contra los anquilosados roles de género. También los de ellos. Los hombres, esos seres considerados como alérgicos a los sentimientos, eran los que más pedían su consejo sobre relaciones sentimentales cuando ella aún tenía el blog. Ellas solían preguntar más por sexo. Quizás porque unos y otros trataban de adentrarse en ese terreno que la sociedad les había vedado. 

Hablábamos de feminismo. Esa palabra que parece cada vez más pronunciada, y cada vez más atacada. "A los 20 años, yo tampoco creía que el feminismo fuera lo mío", recuerda, "Había vivido en igualdad en casa, mis padres trabajaban ambos y me trataban igual que a mis hermanos. Pero empiezas a notar los restos de machismo, inocentes y no inocentes. Sobre todo en el mundo laboral. Y el de la pareja". Guarda silencio y rebusca entre sus conocimientos en comunicación. "Si lo vieras como un problema de marketing, lo que haría la empresa dueña del feminismo es cambiar la marca. El feminismo se ha convertido en una palabra a la que tener manía. Pero el mensaje va calando. Que no se puede prescindir del 50% de la población, en ningún aspecto", dice. 

Tampoco en el de la literatura. Y, por tanto, arremete contra una industria "muy conservadora" a la que "le cuesta aceptar que el mundo ha cambiado" y que sigue destinando unos productos a mujeres de 30-35 años —una novela sobre amor— y otros a hombres de 40 —la última de Chirbes—. En octubre escribía en este periódico sobre esto, y sobre "los vacíos que dejan todas esas historias que las mujeres aún no hemos contado". Solos viene a cubrir uno de ellos. 

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