Libros para practicar el ‘sillonbol’

Escribo estas líneas sin saber quién ha ganado la final de la Champions, y las encabezo admitiendo que la Liga de Campeones no está entre mis preocupaciones primeras. Pero aquí se trata de libros, y he de admitir que libros de, sobre, para el fútbol hay muchos. No sé si añadir: demasiados. Biografías de fenómenos en ciernes (cuya vida no da para un pasquín, y que en ocasiones tienen a los libros por seres mitológicos, como los unicornios y los políticos sinceros), de astros ardientes o decadentes, de entrenadores con método o con el toque mágico, pero también tratados, reflexiones, cuentos, novelas… los hay extraordinarios, no se vayan a creer. E inopinados: ¿alguien se imagina a Pier Paolo Pasolini escribiendo Sobre el deporte?

Pero como no pierdo la esperanza de que en este final de temporada, y a pesar de la cercanía de la Eurocopa, estemos todos un saturados de ays, uys, goles históricos, cantadas histéricas y pifias arbitrales, y como además se vislumbran en el horizonte unos Juegos Olímpicos en los que el deporte florece en toda su variedad, he pensado que no les disgustaría disponer de una selección de libros en los que esos otros deportes son protagonistas o escenarios. Así que aquí va, por lo que pueda servir, mi florilegio, necesariamente incompleto, voluntariamente antojadizo.

JJ.OO.

Bueno será empezar recordando que el malogrado Vázquez Montalbán escribió una novela (publicada primero por entregas) espoleado por Barcelona 92, Sabotaje olímpico, protagonizada por Pepe Carvalho y cargada de mala leche: Carvalho debe desenmascarar una trama criminal antes de que EE.UU. lance sus misiles, porque su vicepresidente, que no está familiarizado con la geopolítica, cree que Bagdad linda con Barcelona.

Y que hay una antología de Cuentos olímpicos firmados por autores españoles y latinoamericanos como Cela, Jesús Ferrero, Cristina Peri Rossi, Ricardo Piglia, Álvaro Pombo, Fernando Savater o Antonio Skármeta, cuyo objetivo confeso es que el lector se sienta "partícipe de las más grandes hazañas del atletismo y del fútbol, del baloncesto y del boxeo, del ciclismo y de la hípica... en una palabra: se sienta olímpico".

Y que al otro lado del globo, un autor chino llamado Wang Shuo se atrevió a escribir una sátira del nacionalismo titulada Haz el favor de no llamarme humano, en la que narra una historia que se non è vera, è ben trovata: tras la derrota de China en los Juegos, el Comité Nacional por la Movilización Popular se vuelca en transformar a Yuanbao, conductor de bici-taxi, en el nuevo Superhéroe Chino. Como diría un castizo de Pekín: casí ná.

Gimnasia

De la utilización política de una figura deportiva sabe mucho Nadia Comaneci, cuya irrupción en Montreal 76 tuvo algo de big bang: con sólo 14 años, asombró al mundo con el ejercicio perfecto, por primera vez en la historia los jueces concedieron un diez.

La pequeña comunista que no sonreía nunca conquistó al mundo, pero la suya era una historia triste, como poco a poco iríamos sabiendo. Una historia que no hace mucho Lola Lafon convirtió en una novela que no era, no quería ser, ni una biografía ni una reconstrucción histórica sino el relato sobre alguien a quien la escritora no ve como víctima de un sistema, el comunista, sino como alguien que, en un momento de su vida, "escogió no ser como su madre". Quiero, declaró, "llenar los silencios de la historia y los de la protagonista, así como recoger las múltiples hipótesis y versiones de un mundo desaparecido".

Salto de longitud

Cada cita olímpica tiene su héroe. Si Comaneci fue la revelación del 76, en 1968 quien dejó al mundo con la boca abierta fue un saltador, Bob Beamon, que voló hasta los 8,90 metros, lo cual suponía mejorar en 55 cm la marca anterior. Su récord duró 22 años, 10 meses y 22 días.

Años más tarde, Juan Carlos Girauta, hoy destacado miembro de Ciudadanos, recuperó su caso para generar El impulso de Beamon, una trama policiaca en torno a un atleta mediocre que logra un fabuloso record en el salto de longitud en los juegos de 1996.

Atletismo

Cuenta Haruki Murakami que cuando, en 1982, dejó el local de jazz que regentaba, lo hizo para escribir… y para correr. "Soy de los que, a base de someter el propio cuerpo a cargas reales y de hacer que los músculos se quejen (a veces con grandes alaridos), van consiguiendo que suba de veras la aguja del indicador de su grado de comprensión hasta que, por fin, quedan satisfechos", escribió años después cuando consideró oportuno explicarse en De qué hablo cuando hablo de correr.

Pero aquí habíamos anunciado ficciones, no confesiones. Ni siquiera libros, que los hay y numerosos, de quienes refieren las bondades físicas y mentales del running. Así que nuestro libro sobre trotones es Correr, de Jean Echenoz, la novela del fondista checoslovaco Emil Zátopek, el hombre que corría para huir de una dictadura que lo había convertido (cree Echenoz) en símbolo, "un ejemplo y un rehén, todo junto", y que huyendo ganó en los Juegos de Helsinki (1952), tres medallas de oro en diez días.

Ciclismo

Hay cienes y cienes de libros sobre figuras del pedal, héroes caídos, infiernos y redenciones, o gregarios que iluminan su oscura condición de segundones.

Quien busque una crónica época de El Tour de Francia, deberá leer la que escribió Mario Fossati, periodista de La Gazzetta dello Sport, precisamente el mismo año en el que Zátopek entró en la historia, que fue el del triunfo en París de Fausto Coppi.

Y si hay una etapa mítica en esa ronda legendaria esa es, sin duda, la de El Alpe d'Huez, que es también el título de una novela en la que Javier García Sánchez. Es, dijo en la presentación, "una parábola sobre lo que cuesta seguir adelante cuando la vida te rompe los dientes, cuando no hay más opciones que suicidarse o seguir adelante arriesgando la propia vida". En su opinión, no hay deporte más extremo que el ciclismo, "el ciclista es un hombre solo que durante horas y horas está unido al cielo y al suelo por una máquina que es prolongación de su cuerpo y sobre la que vive auténticas agonías".

Boxeo

En 1922 Arthur Conan Doyle publicó Relatos del cuadrilátero, seis historias en torno al deporte de las doce cuerdas, «en los que Sherlock Holmes y su elemental Watson brillan, sí, pero por su ausencia», al decir del escritor Juan Pablo Bertazza. Quien, no obstante, añade: "Si bien la temática de estos cuentos en los que hay golpes pero no hay sangre, mayordomos, lupas ni huellas, debería hacer pensar que Doyle sobrepasa el género policial; la forma en que los resuelve, tan ajedrecísticamente y con un suspense paralelo que se desliza hasta las últimas páginas modificando todo lo anterior, devuelve a Doyle al punto de partida". Es decir, que "aun evitando hablar de Holmes, estos cuentos terminan por homenajearlo".

Tras él vinieron muchos que encontraron en ese mundo turbio, convertido en la antítesis de la práctica de gentlemen que quiso ser, el ambiente perfecto para retratar novelándolo el tiempo que les había tocado vivir: Nunca llega la mañana (1942), de Nelson Algren; Más dura será la caída (1947), de Budd Schulberg, El Profesional (1958), de W. C. Heinz o Fat City (1969), de Leonard Gadner, son sólo algunos ejemplos.

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Aunque sólo sea porque sí, no olvidemos que Arturo Pérez Reverte dio forma a El maestro de esgrima; y que luego nos ilustró sobre el ajedrez en La tabla de Flandes.

Y aunque pocos deportes hay como el beisbol tan ajenos al interés del homo hispánicus, pero dejemos constancia de que La gran novela americana, en la que el no menos grande Philip Roth "reinventa el béisbol como pura astracanada" (al decir del crítico de The New Republic).

Y nos marca el camino: ¿para cuándo una novela española en la que el fútbol, mito y pasatiempo nacional, de pie a una crítica en condiciones de la España de hoy?