Teatro

¿Quiénes eran los ‘fantasmas’ del Windsor?

Imagen promocional de 'Windsor o el fuego', de Antonio Rojano.

¿Quién provocó el incendio del Windsor?¿Quiénes eran esas figuras que se paseaban por la planta número 12 mientras el rascacielos madrileño ardía?¿Quién se benefició de la quema de los numerosos documentos que albergaba el edificio? El lector no encontrará la respuesta en este artículo. Y tampoco en Windsor o el fuego, la nueva obra del dramaturgo Antonio Rojano, dirigida por Max Lemcke, que se estrena este viernes en la sala madrileña Nave 73. La pieza se sirve de las teorías conspiranoicas en torno al incendio para abordar otras cuestiones: ¿Qué valor se le da a la verdad en los medios de comunicación?¿Existen las verdades a medias?¿Es ético usarlas si están al servicio de un bien mayor?

"Los eventos históricos que podemos reconocer son muy útiles", explica Rojano, "porque sitúas al espectador en un contexto que ya conoce. Tomo el evento realidad, sobre el que el espectador espera que le resuelvan algo, pero utilizo los mecanismos de la ficción para decirle 'No, voy a contarte otra cosa". Lo mismo hacía en Dios K, a partir del escándalo de Strauss-Kahn. Y lo mismo hacen, en cierto modo, los medios que retrata, utilizando el clickbait (esos titulares que invitan a ocultar parte de la información buscando que el internauta pinche) para atraer al lector. Se trata de "evocar la imaginación del espectador" a través de la memoria, pero "traicionarla" a través de la ficción. Lo que viene a ser: "¿Qué ocultaban los fantasmas del Windsor? Bueno, quizás esto otro sea más interesante". 

El texto de Rojano, señalado con el montaje de La ciudad oscura como uno de los dramaturgos emergentes más sólidos por el Centro Dramático Nacional, tiene varias capas temáticas, desde los misterios del Windsor a las cuestiones de género, y todas se encuentran en la relación entre Sara (Sara Mata), becaria en el periódico Tribuna Digital, y Eduardo (Aníbal Soto), su jefe. La actriz y el actor Eduardo Velasco, inicialmente en el proyecto, se acercaron al dramaturgo con dos premisas: que el texto tratara un tema pegado a la actualidad y que figuraran en él solo dos personajes, una mujer joven (Mata nació en 1990) y un hombre maduro (su contraparte ronda los 50). Por último, tomaron Oleanna, la obra de David Mamet que retrata la tensa relación entre un profesor universitario y su alumna, como inspiración estilística para retratar las relaciones de poder en un diario y la traición a los códigos deontológicos periodísticos. 

En Windsor o el fuego, la aprendiz de periodista le presenta al redactor jefe una información filtrada por una fuente anónima, una información que ha publicado sin la supervisión de un superior, pero que resulta ser lo más leído del día. La respuesta del redactor jefe, en un principio reticente, resulta cristalina: "A los anunciantes les importa muy poco si la mierda que publicamos es cierta o no, sólo quieren que su publicidad brille al lado de esas cosas que escribimos y que, sobre todo, sobre todo, escucha, haya muchas visitas a la web". "En mi teatro hay siempre un conflicto grande con la verdad. Vivimos en un tiempo en el que la confusión entre realidad y ficción cada vez es mayor, también en los medios", explica Rojano. Es posible que la noticia traída por la joven periodista tenga más verdad de lo que parece. O no del todo. Pero al periódico no parece importarle, más allá de la necesidad de cubrirse las espaldas frente a las posibles consecuencias legales. Paradójicamente, a la joven tampoco le preocupa demasiado, pero por motivos completamente distintos. 

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"Cuando Antonio nos propuso el tema, tenía completamente olvidado el Windsor", admite la actriz, que es también la productora e impulsora del proyecto. Rojano ideó la pieza en febrero del año pasado, cuando se cumplían 10 años del evento, pero en 2005, mientras el rascacielos quedaba reducido a cenizas en Madrid, Mata era una adolescente que no había pisado la capital. "Luego me di cuenta de lo que supuso, y empecé a intentar entender lo que había simbolizado para la gente que vivía en la ciudad en aquel momento", cuenta la actriz, recordando las 14 horas de emisión en directo orquestadas por Telemadrid. El incendio del edificio, con sus leyendas urbanas e incógnitas, se convirtió así en la percha que utilizaron para abordar "la manipulación en los medios de comunicación", tema que querían tratar desde un comienzo. 

No es azaroso que tanto la actriz como el dramaturgo comenzaran, y abandonaran, la carrera de periodismo. Aunque reiteran que aquello no era lo suyo, y que si ahora les preocupa el tema es en su calidad de ciudadanos. "Es evidente que los medios se utilizan para generar corrientes de opinión, y para manipular. Ahora empiezan las elecciones y cada uno utiliza el suyo como un arma que lanzar contra el enemigo. Es interesante verlo desde fuera, pero es muy preocupante", comenta el dramaturgo. Sin embargo, en la obra no figuran presiones políticas de instancias superiores. Los poderes invisibles se reducen, más bien, a la dictadura del clickclick. "Como lectora, no sabía la manera de control sutil que tiene la economía sobre un medio", admite Mata. Rojano completa: "Pero sí te das cuenta de la cantidad de noticias absurdas o sin fundamento que hay. La necesidad de crear noticias, da igual si son verdaderas o falsas. Noticias que no son noticias". 

Hay otra pata que completa el tour de force de los dos actores. Poner en escena a una mujer joven y un hombre maduro también pulsa ciertas referencias en la imaginación del espectador: la relación desigual de poder en un espacio cerrado que sugiere tanto un esquema de seducción como uno de abuso. "Las actrices estamos familiarizadas con ese papel, ese estereotipo. Pero no solo en el ámbito de la ficción. Hay una relación de abuso de poder por parte del hombre, muy sutil e integrada, hasta cortés. Todas las chicas de mi edad que conozco han vivido este tipo de situaciones, que son tan frecuentes que ni siquiera consideramos dignas de mención", denuncia. Detrás de los fantasmas más o menos reales, en el Windsor o fuera de él, se esconden pesadillas de carne y hueso. 

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