Biografías

Montserrat Roig, la memoria de la literatura en catalán

Montserrat Roig, la memoria de la literatura en catalán

Todo el mundo en Cataluña recuerda lo que estaba haciendo aquel 10 de noviembre de 1991, el día que Montserrat Roig moría víctima de un cáncer de mama a los 45 años. Escritora infatigable y exigente, periodista precisa y comprometida, Roig fue la primera que habló de los españoles que acabaron retenidos y masacrados en campos de concentración nazis. “Su muerte fue la debacle”, hace balance su biógrafa Betsabé Garcia, “yo tenía 16 años y me acuerdo perfectamente. Era una mujer muy querida por la gente y representaba muchas cosas. Recuerdo Els catalans als camps nazis toda la vida en casa, ya que cuando salió, mi padre lo fue a comprar corriendo; y también había un ejemplar de Canto de juventud encima de la mesa del salón. Escribía en el periódico, tenía su columna, se vendía mucho, como si fuese una Rosa Montero. Si viviera, hoy en día Montserrat Roig estaría en la generación de Montero, Juan José Millás o Almudena Grandes. Pero le pasó esa cosa tan rara de que te mueres y te borras”.

Con otros ojos (Roca Editorial), la biografía que Garcia acaba de publicar después de tres años de minuciosa investigación, recupera la trayectoria vital y laboral de esta escritora imprescindible de la literatura catalana. Sobre todo, Garcia desgrana su faceta laboral, ya que la autora de novelas como El tiempo de las cerezas El tiempo de las cerezasconcebía ambas esferas como una sola y "hacía de su vida su trabajo". Con otros ojos es, además, una reivindicación del compromiso literario de Roig para evitar que su obra acabe diluyéndose en la historia por culpa de una muerte prematura que dejó a Cataluña sin aliento aquel día de noviembre. “Su principal norte fue la memoria”, explica Garcia, “Hay una cosa que pasa en Cataluña, y también en España, que es el olvido de lo que hay antes. Hablar de generaciones literarias provoca que al final acaben siendo cajones donde poner nombres y obras. Ya Montserrat dijo en una entrevista en los años ochenta que no podía creer que la leyesen a ella y no a Mercè Rodoreda, que es su tradición más inmediata. Si hay una ruptura, no puede haber una identidad”.

Roig, que parece en la portada con el pelo corto, tímida sonrisa y mirada firme, en una imagen en la que se da un aire a Chloë Sevigny en Kids, fue un producto de la Barcelona de la segunda mitad del siglo XX. Formó parte de una generación que se atrevió a escribir en catalán y a poner en marcha proyectos para difundir (y recuperar) la cultura catalana, como la editorial Edicions 62 (que publicó el grueso de su obra) o la revista Serra d'Or. Roig se crió en un ambiente culto, en el que su padre, Tomàs, le enseñó a amar el teatro y la literatura; y su madre, Albina Fransitorra, le inculcó una conciencia feminista que determinaría su postura política. En el Ensanche barcelonés, el barrio en el que creció, Montserrat se dedicó a analizar la vida cotidiana con la que construiría su literatura. “El sustrato fundamental de sus libros es, sobre todo, la vida de las mujeres, porque vive en una casa con muchas mujeres y ella tiene, desde pequeña, esa afición a fijarse mucho. Eso me lo explicó su madre antes de fallecer, que preguntaba mucho. Todos los niños lo hacen, pero Montserrat lo hizo hasta que murió”, comenta su biógrafa desde una honesta admiración.

Con su primera obra Molta roba i poc sabó... i tan neta que la volen (que en castellano se tradujo como Aprendizaje sentimental), publicada en 1970, Montserrat Roig se hizo con el premio Víctor Català. Dos años más tarde, aparecía Ramona, adéu! y, en 1976, El temps de les cireres (El tiempo de las cerezas), con el que ganaría el premio Sant Jordi. Entonces, y aunque ya había publicado en castellano el libro de entrevistas Los hechiceros de la palabra, empezarían a traducirse sus libros. A lo largo de toda su carrera, Roig no dejó de responder por qué había escogido el catalán como la lengua de sus relatos. “Cuando gana el Víctor Catalá ya le preguntan por qué escribe en catalán. Ella responde que lo hace porque sitúa sus novelas en Barcelona y si uno de sus personajes en una vendedora del mercado de la Boquería, le parece una mentira podrida hacerla hablar en castellano. Tenemos que pensar que ella hacía realismo. Además, era su lengua materna. Como se lo preguntaron hasta el año noventa, daba muchas otras razones y, al final, dijo: 'Mira, porque me da la gana”. “En esa época”, reconoce Garcia, “había que buscar apoyo entre otros jóvenes escritores que querían escribir en catalán: era bastante duro”.

El turno de Carmen de Burgos

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Preguntas incómodas

Montserrat Roig era una periodista y escritora tremendamente exigente, metódica y dedicada. Cuando inició su carrera, su amigo el guionista Josep Maria Benet i Jornet le aconsejó: “Lee, lee; escribe, escribe. Vuélvete loca leyendo y escribiendo”. Ella cumplió a pies juntillas y hasta el día de su muerte salió publicada su columna con el diario Avui. Sin embargo, su biógrafa destaca, de entre todas sus cualidades, la valentía. “Ahora nos podría parecer una cosa menor cuando a finales de 1976, por ejemplo, entrevistó a Ramón Serrano Suñer, ministro de Asuntos Exteriores en el primer franquismo, y le preguntó que si sabía que había habido personas de nacionalidad española en los campos nazis. Eso, ahora, nos puede parecer incluso provocador, pero hay que tener en cuenta el contexto de la Transición, con el auge de movimientos de extrema derecha, con el atentado a los abogados de Atocha, que sucedió tres meses antes de la presentación de Los catalanes en los campos nazis. Ella todavía conservaba un ejemplar medio quemado de este libro, después de que tiraran una bomba incendiaria contra el almacén donde se guardaban. Escribir este tipo de libros y hacer esas preguntas en esa época significaba jugarte la vida”.

Su muerte cercenó su carrera en su momento más dulce, cuando empezaba a abrirse camino en Estados Unidos. Antes, había viajado por Europa y fue invitada por la Unión Soviética para escribir un reportaje acerca del sitio de Leningrado. De aquella visita también saldría el libro La aguja dorada. Cuenta su biógrafa que la obra de Roig forma parte de los itinerarios académicos en Cataluña. El tiempo de las cerezas, su obra más célebre, suele ser lectura obligatoria en colegios y universidades. Sin embargo, resulta difícil encontrar ediciones recientes del resto de su bibliografía. “He tenido que tirar bastante de segunda mano”, cuenta Garcia. Y la búsqueda se complica aún más si hablamos de ediciones en castellano. A pesar de que el nombre de la periodista y escritora aparece de vez en cuando, la autora de Con otros ojos lamenta que su obra no se lea y se publique más. “Eso sí, Los catalanes en los campos nazis lo puedes leer en francésLos catalanes en los campos nazis, está en las librerías traducido. Al final hay que ir a Francia, como siempre”.

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