Documentales

Trincheras a color

Francisco Franco, en un fotograma coloreado de 'España en dos trincheras'.

En el cartel, suspendido entre dos edificios se lee, bien grande, "¡No pasarán!" y abajo, de forma más discreta, "El fascismo quiere conquistar Madrid. Madrid será la tumba del fascismo". El lector ya sabe que la pancarta era de tela y que estaba agujereada, en una especie de oscura profecía, para que el viento no la rasgara. También sabe que Madrid no fue la tumba del fascismo. Lo que no se imagina es que el cielo de la capital era azul, y que las letras del cartel eran de un rojo oscuro. Tampoco imagina el verde de los tanques, ni el rojo de los estandartes, ni los pantalones azules de algunos voluntarios, ni el ocre de las trincheras. La memoria de la Guerra Civil es en blanco y negro, pero el documental España en dos trincheras. La Guerra Civil en color quiere desafiarla. 

Ha costado más de un año y medio de trabajo de una cuadrilla de 50 personas, pero finalmente el documental, que se estrena este martes en la Seminci, ha podido reunir tres horas de material extraídas de más de mil películas y numerosas fotografías realizadas en los dos bandos entre 1936 y 1939. El equipo, dirigido por Francesc Escribano y Luis Carrizo, se ha dedicado a explorar los archivos históricos —entre ellos destacan el de la Filmoteca Española— y a recuperar los colores originales de las estampas. "Nuestra memoria de esos años es en blanco y negro", explica Luis Carrizo, codirector junto a Francesc Escribano, "Queríamos coger todo este material y a partir del color dotarle de una nueva vida".

El proyecto, realizado por la productora Minoría Absoluta (responsable de los programas Polònia y Crackòvia, entre otros), Veo Televisión y DMAX (antes Discovery Max) se inspira en producciones similares, como II Guerra Mundial en color, lanzada también por esta cadena de televisión. Por eso, España en dos trincheras fue pensado en primer lugar como serie documental que finalmente ha dado lugar a tres episodios que el director describe como "más pedagógicos" que la película. Si el largometraje llega a los cines este viernes, la serie se estrenará en televisión a mediados de noviembre.

Las filmaciones existentes sobre la Guerra Civil, que en un 95% se encuentran en la Filmoteca Española, tienen dos cualidades aparentemente contradictorias. Por un lado, su volumen parece inabarcable. La productora Minoría Absoluta hace un relato no falto de épica de lo que ha supuesto trabajar con esos fondos: "400 títulos originales de los fondos de la Filmoteca Española sobre la Guerra Civil, con mas de mil latas de 35 milímetros abiertas, unos 90 kilómetros de negativo revisado, 275 jornadas de edición lo cual corresponde a más de 2.200 horas, 30 mil planos seleccionados y 3 mil planos editados, mas de 150 mil fotogramas coloreados, unas 100 mil máscaras realizadas...".  Una tarea que ha ocupado, ella sola, ocho meses del proceso. 

Pero, por otro lado, no es un fondo particularmente fértil. "Eran materiales ya editados, usados para propaganda de uno u otro bando, no hay brutos. Además, después hubo muchos incendios tanto intencionados como accidentales [el celuloide es particularmente inflamable]", explica Carrizo. Esto obligaba a "desarmar" todo el material, con la dificultad de que algunas de las imágenes eran usadas por ambos bandos para servir a mensajes opuestos, y luego catalogarlo. Habría que escanearlo luego en alta calidad —la productora indica que esto supone más de 750 horas de escáner a 4K, lo que ocupa unos 60 terabytes— y, en algunos casos, restaurarlo. 

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El proceso de coloreado, pese a los avances tecnológicos, es muy similar al que se utilizaba antes de la invención y popularización del negativo a color a mediados del siglo XX. El software de animación permite trabajar por secciones de varios segundos, en lugar de colorear fotograma a fotograma como se hacía a principios de siglo. Pero sigue habiendo que ocuparse de cada detalle por separado, plano a plano. Las condecoraciones, las banderas, los carteles dispuestos a lo largo de la calle... Todo ha sido estudiado pormenorizadamente, sobre todo los uniformes militares oficiales y oficiosos de ambos bandos. Había otra parte abierta a la interpretación: "Tú en una escena civil no sabes cuáles son los colores, cosa que sí puedes saber sobre un desfile, porque existe cierta documentación". Ellos han estudiado la moda y las telas de la época, así como fotografías cercanas a esas fechas —muy escasas, por otra parte—, pero Carrizo admite que ahí "ha habido cierta composición artística".

El resultado recuerda, deliberadamente, a las primeras películas Kodachrome usadas hasta los años sesenta. "Una de las primeras cuestiones que tratamos con el departamento artístico y de color", recuerda el director, "es que queríamos que el espectador pensara que es una película original en color". Eso suponía renunciar a la naturalidad de los colores que se obtienen actualmente —y que se buscan también en II Guerra Mundial en color— para abrazar "los tonos de El mago de Oz [1939]". Tampoco hay más referencias que las cinematográficas: solo han encontrado dos películas a color de la guerra, ambas extranjeras, y ambas aquejadas de una mala conservación que ha desleído sus colores o los ha vuelto ligeramente verdosos. 

Carrizo defiende también otro elemento que diferencia el color del conflicto español del de la Guerra Mundial que lo sucedería. El clima. El sol luce impasible en las imágenes encontradas, ajeno a las balas y los cañonazos. En las trincheras, la luz haría más verde la hierba y, seguramente, más roja la sangre. El cielo azul coronaba el "No pasarán", ajeno a la derrota. 

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