Escritores

Escribir después de Trump

El presidente electo de EEUU, Donald Trump.

Son más de 400, y la variedad de sus nombres da una idea de la variedad de sus orígenes, autores e ilustradores estadounidenses de literatura infantil impulsores de un manifiesto en el que se comprometen a utilizar su trabajo para "ayudar a eliminar el miedo que arraiga en el ser humano en medio de la falta de familiaridad y comprensión de los demás".

El momento en el que este proceso se pone en marcha no es casual. Los abajofirmates consideran que la elección de Donald Trump "es una clara indicación del fanatismo que está arraigado" en su país. Es hora, dicen, de "pensar en los niños" y publicar libros que eliminen "el tipo de miedo que alimenta los estereotipos, la amargura, el racismo y el odio; el tipo de miedo que a menudo conduce a la violencia trágica y la muerte sin sentido".

El Trumpazo

El triunfo del candidato naranja ha provocado un terremoto al que los escritores no son inmunes. "Nunca he apoyado a ningún partido pero sí soy activa en causas humanitarias. Donald Trump ha dado voz al racismo, la xenofobia y la misoginia en este país. Nadie puede llamarse a engaño", dice Elvira Lindo, gaditana a caballo entre Madrid y Nueva York. En su opinión, los que le votaron eran racistas, xenófobos o misóginos, "y si afirman que no lo eran, demuestran que, al menos, son asuntos que no les parecen graves. Y lo mismo digo de los que le apoyan desde España".

Porque no se trata sólo de lo que Trump diga o haga, la proliferación de neonacionalistas es también (¿sobre todo?) un fenómeno europeo.

"El escritor debe ser activo y no tolerar el abuso". ¿Cómo? A Elvira el manifiesto no le parece mal, al contrario, aunque "la resistencia al mal del racismo o la misoginia ha de ejercerse todos los días". En ese punto, parece coincidir con Màrius Serra (escritor, periodista, traductor, enigmista): "Pueden dejar de firmar manifiestos, escribir con total libertad sobre lo que les plazca y comportarse en la vida civil como seres humanos que no transmiten ni racismo ni machismo ni homofobia ni xenofobia».

Lindo considera que "el escritor ha de convertirse en ciudadano y salir a la calle para que las personas en situación de desamparo ante la autoridad o las personas a las que la autoridad desprecia no se sientan solas. El escritor debe aprovechar su tribuna para dar voz a otros, pero también salir a la calle para estar junto a otros".

Sin embargo, hay quien sostiene que en esta lucha no todas las compañías son recomendables. "Estoy en Miami y ayer durante la entrega de los Grammy latinos, que vi en la tele, todo fueron discursos humanistas, menciones a Dios y condenas al racismo —me dice Marta Sanz—. No sé si aprovechaban la gala para reivindicar o la reivindicación para darle un toque "Hillary"/comercial a la gala. Yo solo sé que lo escritores tenemos que escribir y que, para ciertas luchas, no se puede uno colocar al lado de ciertas personas. Es contraproducente. Me temo. Yo estoy con Susan Sarandon." Sarandon, recordémoslo, apoyó a Berni Sanders y descartó votar a Hillary Clinton. "Por supuesto insisto mucho en que los escritores debemos escribir, hablar de lo que sabemos, no convertirnos en todólogos light y no renunciar a nuestros impulsos cívicos por miedo a la lapidación o la pérdida de clientes".

Que es un riesgo cierto. Como apunta con humor Ángela Vallvey, "está comprobado que los escritores que mejor sobreviven —y viven— son los que, al igual que Franco y Lola Flores, 'no se meten en política'". Y luego enserio: "La crítica política, y mucho más si es al poder, siempre se paga carísima. Pero lo moral, lo decente, es pronunciarse contra los abusos, sean estos en forma de racismo, machismo, xenofobia... o cualquier otra injusticia. Y hacerlo en voz bien alta."

La tibieza no es una opción, al menos no para Mª Ángeles Cabré, escritora, crítica y directora del Observatorio Cultural de Género, que ha escrito contra Trump y no ceja en su empeño: "Una huelga de brazos caídos estaría bien, pero dada la incultura reinante serviría de bien poco —me dice—. Mejor darle caña a Trump y a sus secuaces boicoteándolos desde artículos y libros".

La batalla

El aragonés Ismael Grasa, escritor y profesor de filosofía, cree sin embargo que "hay que evitar las manifestaciones convulsas o destempladas, y, frente a los populismos de todas las tendencias, ser firmes en lo que se debe defender, que para mí expresó muy bien Angela Merkel en su discurso de felicitación dirigido a Trump". Un discurso en el que la canciller dijo: "Alemania y Estados Unidos están vinculados por valores como la democracia, la libertad, el respeto del Derecho, y la dignidad de las personas, independientemente del color de su piel, su religión, su sexo, su orientación sexual o sus convicciones políticas".

Precisamente en Alemania vive Rosa Ribas, que llama a la resistencia. "No hay que dejarse aplastar por la sensación de impotencia que, reconozco, me produce la victoria de Trump y la deleznable ideología que representa. Ahora más que nunca tenemos que seguir escribiendo y aprovechar nuestra dimensión pública (por más pequeña o insignificante que nos parezca, el caso es que la tenemos) para remar en contra".

Porque, incluso si ya no son un ineludible referente cultural y social, los escritores tienen algo de lo que otros muchos no disponen: lectores. "La obligación del escritor —apunta Benito Olmo— es corresponder a ese privilegio utilizando los canales a su disposición, ya sean novelas, relatos, manifiestos o columnas de opinión, para denunciar todo aquello que está mal y hacer un llamamiento a nuestros lectores para que se rebelen contra las injusticias". 

La palabra "privilegio" aparece también en el razonamiento de Jorge Eduardo Benavides, escritor peruano que vivió un tiempo en España. "Los escritores solemos tener tribunas donde expresar nuestras opiniones y que se nos escuche. Y ejercer con responsabilidad ese privilegio es un deber que nos obliga a actuar con responsabilidad, denunciando y alertando donde podamos, sobre el auge de esas actitudes por parte de unos líderes cada vez más autoritarios, populistas y francamente peligrosos".

En definitiva, y como apunta Luisgé Martín, han de hacer lo que supuestamente saben hacer: "escribir, desvelar con palabras algunas de las mentiras, perplejidades y contradicciones del mundo. Hacer pedagogía y continuar el camino de la Ilustración". Martín, cuya última novela, El amor del revés, es la autobiografía sentimental de quien descubre que su corazón está podrido por una enfermedad maligna: la homosexualidad. Algo sabe de discriminaciones… "A lo mejor las novelas y los poemarios preferimos dedicarlos a la eternidad, pero los artículos de prensa, los blogs y las intervenciones públicas de cualquier tipo podrían y deberían dedicarse —aunque le pese a Ignacio Sánchez Cuenca— a la política, en su sentido más amplio: a desentrañar el paisaje incomprensible de las sociedades en las que vivimos. A explicar por qué se mintió en el Brexit, mintió Trump y miente Le Pen".

Muchos frentes

En pie de guerra, pues, contra el racismo, la xenofobia, el machismo, la homofobia…

"Y el antisemitismo, que casi nunca se menciona, pero cobra, por desgracia, nuevos y dramáticos bríos", añade Juana Salabert, española nacida en París porque, como otros periodistas de su generación, su padre Miguel (creador, por cierto, del concepto "exilio interior", que da título a su única novela), se vio forzado a la expatriación.

"Y otras fobias o menosprecios, como el que sufre la enseñanza de las humanidades", suma José María Merino, escritor y académico. Leonés nacido en Galicia porque su padre, republicano, tuvo que refugiarse allí.

"Hay que manifestarse y expresarse siempre, por justicia y porque nos va en ello nuestra condición de ciudadanos libres", dice Salabert. "Tenemos que estar, seamos o no escritores: como simples ciudadanos del mundo", señala Merino. "Además de firmar manifiestos, tal vez podríamos trabajar con ejemplos concretos, acudir a escuelas o a clubes de lectura, hacer buenas campañas visuales conjuntas por la red —sugiere Salabert—. Serviría de poco, pero se empieza siempre por 'alguien' a la vez que por 'algo' y supongo que 'los granitos de arena' también contamos». «Los escritores tienen que seguir haciendo lo que han debido de hacer siempre: ayudarnos a descifrar en lo profundo lo que es la inverosímil realidad, para que podamos comprender mejor cómo somos y cómo nos comportamos los seres humanos —propone Merino—. Desgraciadamente, la ficción literaria no está su mejor momento ni desde la escritura ni desde la lectura, por culpa de una sociedad cada vez más alienada y estupidizada".

En definitiva, se proponen para librar el combate con su mejor herramienta, en una batalla en la que cada uno deberá utilizar el arma que más le convenga. "Como ciudadan@s combatiendo y actuando; como escritores huyendo de los estereotipos que son los mayores enemigos de toda clase de literatura, incluida la infantil", afirma Mariasun Landa, quien por lo demás se muestra escéptica: "No tengo una lista de propuestas sino una sola convicción. Una ideología ultraconservadora, sexista, racista, homófoba, etc. exige una vigilancia y una lucha constantes".

Cada uno desde su trinchera. "Yo tengo mis artículos en prensa donde expreso mis opiniones como ciudadano —se suma Ignacio del Valle—, y desde esa tribuna creo que debo combatir todo lo que represente una desviación manifiesta de los derechos humanos y la verdad verificable".

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¿Entonces?

Dante Liano, guatemalteco exiliado en Italia desde principios de los 80, cree que los escritores solo pueden crear "con toda su inteligencia, con toda su luz, con toda su potencia imaginadora, con su corazón al aire, porque siempre van a sobrevivir por encima de ideologías y discriminaciones". Y cita a Montale: "Non chiederci la parola che squadri da ogni lato /l'animo nostro informe […]/Codesto solo oggi possiamo dirti/ ciò che non siamo, ciò che non vogliamo", no nos pidan la palabra que encuadre, por todos lados, nuestra alma sin forma (…) Solo esto podemos decirte hoy: lo que no somos, lo que no queremos.

Por fin, Patricio Pron, argentino, doctor en Filología Románica por la Georgia Augusta de Göttingen (Alemania), instalado en España: "Sólo tengo una respuesta: lo que los escritores pueden hacer es escribir más, escribir mejor".

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