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Boxeo y literatura

Escribir a golpes

Escribir a golpes

En el rincón rojo, natural de Madrid, Javier Ors. Comenzó en ciencias y terminó en letras. Se licenció en Historia y trabaja como periodista.

"Llegué al boxeo de manera casual. Me cansé de correr y en el gimnasio me recomendaron que me inscribiera en boxeo. Hasta entonces, mi vínculo con este deporte habían sido las que me había referido mi padre y, claro está, el cine y los libros. Mi primer contacto con el boxeo es, por tanto, por mi padre. Esto es importante, porque la oralidad, incluso cuando intenta ser desmitificadora, mitifica".

En el rincón azul, David Gistau, también madrileño. Guionista de televisión, reportero de viajes, columnista y novelista.

"Soy practicante del boxeo y un gran aficionado. Empecé a boxear de chaval con los amigos del barrio, lo dejé muchos años y luego lo retomé. Entreno varios días a la semana y asisto a veladas siempre que puedo. Tengo amigos boxeadores y/o aficionados como yo. Ésa es mi relación, no hay ningún componente profesional en ella. Vivo entre gente a la que hablar de boxeo le parece una cosa natural, como a otros de toros o de bádminton".

Ambos acuden al mismo cuadrilátero desde hace tiempo. Además, Ors acaba de publicar Cuarteto de cuerda (Berenice) y Gistau, Golpes bajos (La esfera de los libros). Con ellos vamos a desentrañar la atracción fatal que el boxeo ejerce sobre la literatura dejando que suelten sus golpes bajo la mirada tutelar, desde uno de los rincones blancos, zonas neutrales, de Joxemari Iturralde, que hace nada noveló en Golpes de Gracia (Malpaso) las historias de Paulino Uzcudun e Isidoro Gaztañaga.

Una larga tradición

Iturralde: "Hay rachas, temporadas con más o menos libros que tratan ciertos temas y que coinciden en las librerías. Eso puede fluctuar. Hoy se publica más que nunca y se habla de todo. A lo mejor este año próximo se publican más libros sobre ciclismo o montañismo que obras relacionadas con el boxeo. Quién sabe".

Gistau: "No sé si existe una moda editorial, sobre todo porque en España siempre hubo gente que escribió de boxeo: Vadillo, Alcántara, Aldecoa, Garci... Pero sí es verdad que el boxeo ha salido últimamente del gueto y existe una percepción distinta ".

Ors: "Es lógico que, junto al renovado atractivo del boxeo, afloren historias que se enmarquen en esa larga tradición literaria que viene de lejos, de Jack London y Conan Doyle, entre otros. El boxeo, que es un lugar donde tres minutos duran mucho más de lo que indica el reloj, y en el que el ring, para el que está dentro, es mucho más grande de lo que dicen sus dimensiones, siempre ha estimulado la imaginación de los escritores. Ahora que se vuelve a hablar de él es lógico que se reencuentre con la literatura".

Dice Ors que desde antiguo los hombres se han visto atraídos por el desafío que suponen los duelos (con puños, a espada, con pistolas o sencillamente enfrentándose a la naturaleza o encarando una gran meta). Y que es posible que esos hombres que se exponen al riesgo, miden sus fuerzas, no se arredran ni retroceden en situaciones que cualquier otro lo haría, todavía ejerzan cierta fascinación en nosotros. Es muy probable que aún quede en nosotros una admiración hacia esta clase de voluntades. "Pero –añade–, en el caso del boxeo, y en nuestros días, también interviene la mitología, muy moderna, que rodea al cuadrilátero. En ese aspecto, el cine y la literatura han influido mucho a la hora de crear alrededor del ring un mundo particular de personajes, emociones y sentimientos".

Un mundo que pocas veces se ha desplegado en tierra hispana, de ahí lo novedoso del empeño de Gistau en Golpes bajos. "No deja de ser un experimento divertido tratar de mudar, en una ficción, el Madison Square Garden a Madrid. Una novela americana pasada por las gallinejas y la cutrez ambiental de Madrid. De todas formas, Madrid es una ciudad pugilística aunque sólo los iniciados lo sepan. Los barrios están llenos de gimnasios y de boxeadores. Hay veladas, hay campeones, hay chavales que se apuntan con entusiasmo. Otra cosa es que haya un boicot informativo que impida enterarse de esto al mismo espectador de la televisión que se entera inmediatamente si al carrilero del Betis se le escapa un pedo".

Las historias de Ors, que cruzan fronteras, nacieron montadas sobre la épica del boxeo. "No puedo separarlas. Pero sí es cierto que el boxeo, en el caso de Cuarteto de cuerdas, es el pretexto para hablar de otros asuntos, como el racismo, la corrupción del dinero, la guerra y los oportunistas que se benefician de ella para hacer daño a los que tienen un talento especial, entre otros asuntos. El boxeo, aunque aparece en primer plano, de una manera muy marcada, con descripciones de combates, sin embargo es sólo el telón de fondo, el vehículo de transmisión de otros asuntos, como la naturaleza del hombre". Y esas nouvelles, boxísticas todas, no comparten ni estructura, ni tono ni lenguaje.

El País Vasco sí es USA 

Decía Gistau que la suya es una novela yanqui pasada por el tamiz madrileño; manera de decir que el Madrid que boxea no es de relumbrón.

Sin embargo, en el País Vasco esta práctica ha tenido una gran importancia, en el siglo pasado más que ahora. "En el mundo rural hubo una serie de deportes que estaban muy arraigados en la tradición local: la pelota de frontón, el corte de troncos con hacha (aizkolaris), el arrastre y levantamiento de piedra, etc. De ahí surgían grandísimos campeones (Uzcudun, Gaztañaga, Urtain…). Pero su trayectoria deportiva era, obligatoriamente, muy corta, al ser muy escaso el circuito de competiciones, siempre dentro del País Vasco. La única forma de abrirse al exterior era, a principios del siglo XX, iniciarse en el boxeo. Si uno era buen boxeador enseguida triunfaba en su tierra y luego, en Madrid y Barcelona. A continuación en París, Londres, Berlín, Roma… Y tras eso, venía ya el salto triunfal a las Américas, con todo lo que ello conllevaba: fama, mucho dinero, mujeres, adulación… Era la única forma de ascenso social para gente surgida en un ámbito rural, proveniente de caserío, nacida en ambiente pobre, siendo prácticamente analfabetos, sin ninguna perspectiva de mejora social…".

Eran, claro, otros tiempos. Hoy, dice Ors, aparte de los profesionales, "existe también un boxeo que se enseña a los que sólo desean practicar un deporte exigente físicamente (hay personas, de hecho, que nunca han guanteado a pesar de todo el tiempo que llevan acudiendo a clases). El boxeo ya no es un deporte vinculado únicamente a clases pobres. El boxeo hoy también es practicado por universitarios y profesionales cualificados que trabajan en grandes empresas".

"Ha entrado incluso en los gimnasios pijos y en los anuncios de televisión, como algo que ya no estigmatiza –sostiene Gistau–. En España eso era lo natural cuando el boxeo gustaba, antes de que, en plena Transición, la pedagogía social progresista que se arrogó El País decidiera que había que extirparlo porque el nuevo español posfranquista no podía tener semejante pasión. En el libro de estilo de El País no prohíben exactamente hablar de boxeo: animan al redactor a hacerlo cuando la noticia es negativa para ese deporte. La única excepción que he visto en El País fue cuando no tuvo más remedio que rendirse a la figura de Mohamed Alí en su muerte".

Pero volvamos a la cuestión inicial, a la raigambre literaria del boxeo. Gistau no alberga dudas. "Basta recordar cómo definió John Ford el cine: dos personajes y un conflicto. El boxeo, además, tiene esa carga casi homérica del héroe individual, no la colectividad del equipo de fútbol".

Héroes como Uzcudun y Gaztañaga, a los que Iturralde llegó guiado por el azar y la necesidad. "El azar, porque la suerte quiso que sus carreras deportivas arrancasen en la misma villa donde nací y resido, en Tolosa. Y la necesidad, porque durante años fui oyendo y recogiendo historias relacionadas con su vida y hazañas. Gente mayor, personas de edad que conocieron muy bien a los dos, fueron contándome anécdotas y sucesos que protagonizaron dichos deportistas y que muy poca gente, además de ellos, conocía. Con el paso del tiempo esos informadores fueron falleciendo y llegó un momento en que me sentí obligado a escribir todo ese material plasmándolo en forma de libro. Me dije: si tú no lo haces, nadie más va a hacerlo y todo esto se perderá, se olvidará para siempre. Tuve, por eso, la necesidad imperiosa de escribir Golpes de gracia".

En ocasiones veo personajes

En ocasiones veo personajes

Un libro, como todos los que se escriben entre doce cuerdas, sobre la épica de la derrota y la victoria; sobre la superación y la caída. Nuestros púgiles tienen la palabra.

Ors: "Se ha dicho muchas veces y, no por eso es menos cierto, que el cuadrilátero es una metáfora de la vida. El boxeo es un vehículo perfecto para hablar, entre otros asuntos, de la lucha existencial de los hombres, la honestidad, la traición, la valentía, la corrupción, la necesidad de alcanzar la meta, de las ilusiones y los fracasos. Es un deporte que permite que representar lo mejor y lo peor de la naturaleza humana. Muchas veces, el púgil, una imagen del hombre fuerte, indestructible, es una pieza débil y frágil, como se ha demostrado en tantas ocasiones. Esta contradicción es muy literaria".

Gistau: "De todos modos, buscar en el boxeo sólo el cliché literario es un modo como otro cualquiera de no entenderlo. Al menos, de no entenderlo como deporte".

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