Berlinale

Música africana y tragicomedia laboral austriaca en la Berlinale

Noticine | infoLibre

La tercera jornada de la Berlinale, este sábado, volvió a combinar dos cintas en competencia por el Oso de Oro, la franco-senegalesa Félicité, de Alain Gomis, sobre una cantante congoleña en busca de dinero para pagar la operación que necesita su hijo accidentado, y la austriaca Wilde Maus, de Josef Hader, que parte del despido inesperado de un reconocido crítico musical, el cual mientras intenta sobrevivir y lograr una nueva ocupación, trama su venganza, con una tercera película fuera de concurso, dirigida por el gran actor Stanley Tucci, Final Portrait.

El protagonista de Wilde Maus es un experimentado y reconocido crítico musical en uno de los diarios más prestigiosos de Viena, a la vez admirado por los lectores y temido por los profesionales. Sin embargo, mientras su mujer, una psicóloga con escasa capacidad de análizar al prójimo, flirtea con la idea de que ambos sean padres, un acontecimiento va a poner patas abajo su realidad burguesa. Por un recorte de plantilla, Georg se convertirá en prescindible para su periódico, y él, un tipo que durante tiempo ha ido alimentando su ego, se verá obligado a buscarse trabajo, algo no muy evidente a su edad. Recurre a su amigo de la infancia, Erick, tanto para intentar poner en marcha un nuevo negocio que nada tiene que ver con el periodismo, como para vengarse de su antiguo jefe que le puso en la calle. A la vez, Georg no es capaz de contar a su mujer la "derrota" vital que ha sufrido, por lo que tendrá que fingir que todo sigue como siempre.

Wilde Maus es la opera prima del actor y artista de cabaret austríaco Josef Hader, quien además de dirigir y ser autor del guion protagoniza esta tragicomedia sobre la decadencia de una clase media que se derrumba tras la última crisis mundial en general y la particular de unos medios tradicionales que muy difícilmente volverán nunca a levantar cabeza.

El punto de partida de la cinta es prometedor, pero Hader acaba demasiado enredado en su madeja de engaños y la película acaba desilusionando.

El cine africano ha irrumpido con fuerza de la mano de Alain Gomis y su Félicité, un drama musical sobre una cantante de Kinshasa cuyo hijo ha sufrido un accidente y se ve obligada a reunir dinero para su recuperación, mientras un vecino borrachín hace todo lo posible por conquistarla. Lo que empieza siendo un melodrama, de la mano de la música africana, va evolucionando hacia algo más luminoso, y a la vez seduciendo al público, que empatiza –a pesar de su sequedad– con esta madre coraje convincentemente interpretada por Véro Tshanda Beya, capaz de hacernos olvidar las debilidades del guion, escrito por el propio Gomis junto a Delphine Zingg y Olivier Loustau.

La música está sin duda entre los mejores ingredientes de este drama que si bien fue la más interesante de las cintas de la jornada, cojeaba en cierta medida por algunas torpezas de los guionistas.

En su encuentro con la prensa, sobre la que es su cuarta película, el franco-senegalés Gomis explicó que ha pretendido mostrar a los espectadores que "se puede luchar por la dignidad en todas las circunstancias, y que eso nos llena de dicha".

Una década después de su previa realización, Blind Date, el actor estadounidense Stanley Tucci, vuelve de la mano del artista Augusto Giacometti, interpretado por Geoffrey Rush, a la silla de realización. Final Portrait muestra al artista enfrentado al mismo sentimiento que ya vimos en el español Antonio López (retratado en El sol del membrillo, de Víctor Erice), el de seguir y seguir indefinidamente retocando una obra que se vuelve inacabable.

Tucci, que es hijo de un profesor de arte, se unió a sus compatriotas que desde la Berlinale criticaron a la actual Administración de Trump. Desde una óptica distinta a los asuntos sobre cierres de fronteras ya oídos aquí, el cineasta y actor calificó al nuevo gobierno de "iletrado" y pidió más ayudas a la creación artística.

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