PORTADA DE MAÑANA
Ver
El tribunal que vigila los contratos de Madrid avisa del "incremento sustancial" de los pagos fuera de control

Cómic

¡Vaya invento, el TBO!

La familia Ulises de TBO.

Dicen, ya me perdonarán el arrebato, que "recordar es volver a vivir el tiempo que se fue". En esa línea de pensamiento lírico, aceptemos que revivir la historia del TBO es repasar la nuestra, la personal (hablaremos de nostalgia, no se preocupen) y la colectiva, porque "la historia de TBO es la historia de España, y de alguna manera en sus páginas hay un retrato histórico, político, sociológico y artístico de esa historia". Lo dice Antoni Guiral, crítico, editor, guionista de historieta… y autor de 100 años de TBO. La revista que dio nombre a los tebeos (Ediciones B).

El nombre

Empecemos por ahí. Durante muchos años se creyó que T.B.O. era un acto de ingenio, una manera de decir "te veo". Pero en 2012, Rosa Segura, secretaria de redacción de la publicación durante muchos años y autora de Ediciones TBO, ¿dígame?, encontró otra explicación: T.B.O. era el nombre de una revista lírica de 1909 firmada por Eduardo Montesinos y Ángel Torres del Álamo, cuya escena inicial transcurría en una redacción ("¡Ánimo, señores! A trabajar. Mañana saldrá el primer número de T. B. O. y hay que lucirse").

Teniendo en cuenta que Joaquín Arquez, libretista de zarzuelas, colaboraba en la imprenta en la que nació la revista que nos ocupa, es fácil llegar a la conclusión de que fue él quien propuso el nombre.

El nacimiento

Portada del primer TBO

TBO nació el mismo año en que Lenin tomó el tren hacia la Rusia zarista, y en la imprenta citada, propiedad de Arturo Suárez, a quien unos números más tarde se sumó Joaquín Buigas, que pronto se convertiría en la pieza clave de la publicación. La revista se consolidó poco a poco hasta que…

"Durante la Guerra Civil TBO lo pasó mal, como todas las publicaciones, especialmente en el bando republicano —explica Guiral—. Siguió publicándose de forma más o menos regular, pero a medida que pasaban los meses, tuvieron problemas para encontrar papel, también con las tintas de imprenta, subieron el precio porque los costes eran muy altos…" Además, la editorial fue intervenida (no fue la única), en su caso por la Escuela Nueva Unificada, de marcada tendencia anarquista. Pero Buigas gestionó bien el tema: a cambio de no menear los contenidos de la revista, cedió dos páginas tituladas Floreal que representaban las tendencias de la citada escuela. "Sin embargo, más allá de un texto de la primera página, no había ningún tipo de adoctrinamiento".

No obstante lo cual, al final, en 1938, con la guerra ya casi perdida para los republicanos, la situación se hizo insostenible y tuvieron que cerrar.

Volver a empezar fue difícil, en la inmediata posguerra únicamente las publicaciones afines al régimen conseguían el permiso de publicación periódica en tanto que las demás solo podían aspirar a una autorización de folleto o publicación unitaria, "lo que implicaba que debían de rellenar muchos formularios para sacar cada número. TBO, como otras publicaciones (Pulgarcito, por ejemplo) optó por publicar la revista cambiando en cada número el antetítulo, y dejando siempre 'Ediciones TBO', con lo que quedaba claro que se trataba del mismo producto. Aparte de ello, como todo el mundo también, tenía que presentar una maqueta de cada número de la revista para pasar censura previa. Todo eso duró hasta 1952…"

Las condiciones mejoraron lo suficiente para que TBO decidiera recuperar su número 1. Eso sí, "a partir de 1954, y con la nueva y muy coercitiva legislación sobre publicaciones infantiles y juveniles (los tebeos entre ellas), el espíritu más crítico fue rebajado". Con todo, TBO sobrevivió al franquismo y pudo llegar hasta la democracia, aunque por entonces sus ventas ya iban bajando.

Los hacedores

TBO extraordinario dedicado a Coll

Antes de seguir el relato histórico, digamos que Antoni Guiral ha escrito esta obra enciclopédica con quien se presenta como El Grafópata, Lluís Giralt, a quien, sin dudarlo, podemos definir como el principal coleccionista de TBO y tebeólogo ejemplar. En su opinión, estamos en deuda con los dibujantes que allí trabajaron.

"Nunca podremos recuperar el desprecio que se les hizo —asegura—. Primero llamándoles 'muñequeros', las editoriales que no les daban valor alguno tiraban sus originales, los quemaban o destruían en las propias narices de los dibujantes para que vieran que sus trabajos una vez publicados no valían nada…" Lo que, desde luego, no es el caso. "Aparte que no es lo mismo verlo publicado que 'en vivo'. Los comparo con ver un cuadro de Goya en un museo o verlo muy bien impreso en un libro. No es lo mismo".

Eran personas humildes, en su mayoría se consideraban artesanos, no artistas, y sobrevivían como podían de sus trabajos, colaborando para muchas publicaciones, ya que los precios eran bajos. De entre todos ellos, Guiral destaca cuatro: "A Buigas, el director de la revista y editor desde el nº 10, que como escritor que era fue el responsable de la mayoría de los guiones de las historietas durante muchos años; entre otras cosas, fue el creador de la serie 'La familia Ulises'. A Ricard Opisso, ya un gran artista cuando empezó a colaborar en 1917, que trabajó para la revista de forma intermitente durante muchos años y que con su estilo marcó, sobre todo con sus historietas de portada, el devenir de la misma. A Benejam, un gran historietista, de estilo dúctil y muy expresivo, que trabajó de forma casi exclusiva para TBO durante más de treinta años, autor de muchas de sus portadas y de muchas secciones e historietas (en algunos números el 40% del contenido es suyo) y que, además de crear la serie 'Melitón Pérez', fue, junto a Buigas, el creador de 'Eustaquio Morcillón y Babali' y, sobre todo, 'La familia Ulises'. Y a Coll, que empezó a trabajar en 1949, de forma continuada hasta 1964 y luego de forma más aleatoria, que con su estética, su manera de entender la historieta y sus personajes, atónitos, vivos, imbuidos en un mundo que no entendían, demostró su maestría como historietista».

Junto a ellos, algunos autores extranjeros de renombre. Lo cual no evitó que los del TBO cayeran en actuaciones poco, digamos, éticas como, por ejemplo, calcar historietas aparecidas en revistas francesas o inglesas. "En aquellos años valía todo, el extranjero estaba muy lejos —explica Giralt—. Lo bueno de eso es que Buigas en TBO anunciaba la prohibición de copiar nada de lo suyo, incluso amenazando con denuncias".

Y luego está esa visión del mundo que, con los ojos de hoy, produce sarpullidos. "En aquella época, el hombre era el hombre y la mujer en la cocina con la pata quebrada —continúa nuestro Gafrópata—. TBO siempre se reía de los chinos y sobre todo de los negros dibujándolos como tontos y borrachos (principalmente el artista francés Forton) a los que al final el jefe blanco los castigaba a base de palos".

Los personajes

 

Franz de Copenhague

De los personajes mencionados, los integrantes de la familia Ulises son, posiblemente, los que casi todos relacionamos con el TBO. "Buigas y Benejam concibieron una serie que testimonia de forma muy clara la sociología y evolución de la clase media española, y lo hicieron con unos personajes carismáticos y entrañables —destaca Guiral—. Hasta inicios de los años sesenta, además, la serie era bastante directa y cruda, era una revisión crítica y a veces ácida de la sociedad del momento, sobre todo de las ambiciones y fracasos de la clase media".

La otra aportación emblemática es "Los grandes inventos de TBO", la sección más longeva de la revista (empezó en 1920, se publicó en toda la primera etapa clásica hasta 1983, y luego entre 1988 y 1998 en el TBO de Ediciones B).

Me detengo aquí para pedirles que presenten atención al nombre: inventos DE (no DEL) TBO, porque quien presentaba las invenciones era el personaje llamado "niño TBO", y así siguió siendo hasta la aparición estelar de Franz de Copenhague. "¡Llegó al lenguaje de la calle! Antes, cuando se veía alguna máquina estrafalaria, se decía aquello de '¡Parece un invento del TBO!'. Lo curioso es que sus dos autores más representativos, Nit y Sabatés, eran peritos mecánicos, y sabían lo que estaban planteando cuando creaban un 'invento'. Incluso existe un invento hecho, realizado por el propio Sabatés".

Historia de un éxito

Una hamburguesa en cada boca y un McDonald's en cada pueblo

Una hamburguesa en cada boca y un McDonald's en cada pueblo

Antonio Guiral sostiene que el éxito de ventas de TBO se debió a que contó siempre con los mejores dibujantes y humoristas gráficos, a que fidelizó a muchos lectores sobre todo con los Ulises y a que, aun siendo en teoría una revista infantil, era en realidad una lectura para toda la familia. Esas fueron sus bazas hasta los años 60, cuando empezó a ceder terreno frente a la televisión y a la feroz competencia de las revistas de Editorial Bruguera (con series tan populares como Mortadelo y Filemón, de Ibáñez, o Zipi y Zape, de Escobar). También, cree, acogotada por una legislación sobre publicaciones infantiles y juveniles que "hizo que cada vez TBO fuera más una revista infantil que otra cosa; la realidad es que les costó mucho renovarse". Lo hicieron, pero era ya tarde.

Pero, que ese eclipse total no oscurezca la celebración: TBO cumple 100 años, y hay que festejarlo. "Seguramente —admite Guiral— es una concesión a la nostalgia, en parte. Pero en lo que a mí respecta, para mí, este libro es sencillamente un homenaje y un acto de justicia. Hacia nuestro legado de la cultura popular, hacia nuestra formación sentimental, y sobre todo hacia todos esos técnicos y autores que trabajaron para TBO, dando lo mejor de sí mismos, mucho de ellos lamentablemente hoy olvidados".

Los grandes inventos de TBO

Más sobre este tema
stats