Teatro

Los presos del franquismo que no olvidaron a Miguel Hernández

El 28 de marzo se cumplían 75 años de la muerte del poeta Miguel Hernández (Orihuela, 1910-Alicante, 1942) y los homenajes se sucedían aquí y allá reivindicando la figura del que fue también defensor de la Segunda República y represaliado por el nuevo régimen. Pero ninguno de ellos podría vencer nunca al que se celebró en 1960 en Burgos. Concretamente en su cárcel, donde los presos políticos aprisionados allí por el régimen franquista montaron de manera clandestina un escenario de mantas y sábanas para representar Sino sangriento, un repaso teatral a la vida del escritor. Le pusieron el subtítulo de "Homenaje a voz ahogada". "Ahogada por dos razones: no podíamos levantar la voz para no ser sorprendidos por los centinelas, y ahogada porque estábamos emocionados. Yo creo que nunca se hará un homenaje con tanta pasión y tanto riesgo", escribía el poeta Marcos Ana, director y cabecilla de la iniciativa, en 2007.

La compañía catalana Apunta Teatre ha recuperado aquella protesta entre susurros para vertebrar su obra A voz ahogada —hasta el 2 de abril en el Teatro del Barrio de Madrid—, que refleja las condiciones de vida de los presos políticos de la dictadura, ya entrados en los años sesenta, y su resistencia. Durante tres años realizaron entrevistas a algunos supervivientes de la represión franquista, como Lluís Martí Bielsa —que perteneció a las Juventudes Socialistas Unificadas y luchó también con la resistencia francesa a Hitler—, Enric Pubill —militante del PSUC detenido en 1948 que no recuperó la libertad hasta 11 años después— y el propio Marcos Ana, el preso que más años pasó entre rejas, 23 de los 96 que vivió hasta su fallecimiento en noviembre de 2016. Pasaron por las torturas de las jefaturas de policía, por la Modelo de Barcelona, por Ocaña y por Burgos, conocida como la "Universidad roja". La obra está compuesta de sus recuerdos, de lo que vieron y lo que sufrieron en carne propia. 

"Marcos Ana es nuestro Nelson Mandela", asegura sin titubear Mireia Clemente, actriz e impulsora de la obra. "Cuando contamos su historia en el extranjero, siempre se asombran: '¿Y no le habéis hecho una película?'. La realidad es que aquí casi nadie le conoce", se lamenta. El germen de la obra nació de la Associació Catalana d'Expresos Polítics del Franquisme, de la que es socia la intérprete porque su abuelo y su tío pasaron por las cárceles del régimen. Varias compañías se habían acercado a ellos pidiéndoles contar su historia, pero la asociación temía que aquello acabara en un relato descafeinado del tipo "guerra fratricida". Pero Antonia Jover, una de sus representantes, conocía a Clemente. "¿Por qué no lo haces tú...?". Ha sido un largo proceso, comenzado en torno a 2013, que llegó finalmente al estreno en la primavera de 2016. El orgullo de la compañía, dedicada hasta entonces a la comedia, es que los presos políticos reconozcan en ella su experiencia. 

Fue sencillo llegar hasta aquella obra teatral clandestina como centro de la narración. "Miguel Hernández era un símbolo para ellos", señala Iván Campillo, autor y director del texto y también uno de sus actores. Por su carisma y su compromiso; por esa camaradería que daba, incluso a través de los años, el haber compartido vivencias, y porque, como dijo Ana, "en él se daban lira y fusil juntos". El poeta —nacido como Fernando Macarro Castillo y que adoptó los nombres de sus padres como seudónimo— recordaba que, mientras algunos presos vigilaban, el texto biográfico sobre la vida de Hernández era declamado por "cinco narradores" y que "un pequeño coro" ponía la música en directo "con unas flautas hechas con la caña de una escoba, cerradas en los extremos con papeles de fumar sujetos con una goma, lo que producía una melodía indefinible, pero hermosa, como si en ella se dieran cita el agua y los metales".

Aquella precaria interpretación era un acto de resistencia y de dignidad, como tantos otros ejercidos dentro de aquella experiencia degradante. "Los presos eran intelectuales, los mejores en todo", señala con orgullo Campillo. Cuando, en 1946, el dictador Francisco Franco mandó reunir en Burgos a los dirigentes políticos —del PCE a las FAI— encarcelados en las distintas prisiones españolas, no calculó que estaba organizando un cuartel general de la resistencia. "Editaban periódicos, se instruían, servían de centro de información...", recuerda el director de escena, según el relato de los prisioneros, "y la poesía, el teatro, el amor por la cultura les movía". La obra refleja también el hambre, las torturas, la larga separación de las familias... "Pero seguimos el espíritu de Marcos Ana, que era tan generoso y que en su libro no quiso poner el nombre de sus torturadores por si eso hacía daño a sus hijos o nietos", puntualiza Campillo.  

En los dos personajes principales, el preso veterano y el recién llegado, se concentran las experiencias narradas por los tres represaliados entrevistados, además de la memoria familiar de Antonia Jover, que nació en la cárcel. Todos insistieron en que sus vivencias no les pertenecían solo a ellos. "Le pregunté a Marcos Ana sobre su salida de la cárcel, porque quería que él protagonizara la última parte", recuerda el director y dramaturgo, "pero se resistía, no quería ser el centro. Él decía: 'Quién soy yo, si allí cada día morían...". Una de las escenas de la obra no fue narrada por ninguno de ellos, sino que se refiere a Manuel Clemente, el tío de Mireia. Ella la supo ya de adulta, con ese secreto que suele rodear las historias de la Guerra Civil e incluso el franquismo. 

"Mi tío nació solo con un brazo y una pierna. Era maestro en Rafal [Alicante], tenía una vida activa aunque por entonces [1961] no había piernas ortopédicas como las de ahora", recuerda. Les acusaron de pertenecer al PSUC y de "tener libros en catalán". "A mi abuelo le torturaron, pero con él no sabían qué hacer. 'Este tullido...', decían. Le condenaron a seis meses de cárcel. Pero le sacaron una hoja: 'Firme aquí y no entra'. Ponía que te arrepentías, te adherías al régimen, declarabas que no tenías ninguna idea socialista o comunista... Él dijo : 'No firmo. Soy lo que soy y lo seguiré siendo". Fue a la cárcel. Mireia Clemente supo la historia cuando los alumnos de su tío consiguieron ponerle su nombre a una calle. "Con Miguel Hernández intentaron hacer lo mismo", señala Campillo, "ganarse un rojo famoso para que hiciera campaña por ellos". Tampoco lo consiguieron. 

Esta es la primera vez que la obra forma parte de la programación habitual de un teatro. La compañía asegura que se dirigieron a varios teatros públicos de Cataluña, entre ellos el Teatre Nacional, dependiente de la Generalitat, sin resultado. "Nos decían que era 'demasiado política'. ¡Cuando esta es la historia de todos!", cuentan indignados. Sí han contado con apoyos de distintos ayuntamientos de izquierda, incluido el barcelonés, y cruzan los dedos para que su aventura madrileña les abra las puertas de vuelta a Cataluña. Pero no quieren centrarse en eso. Y Campillo recupera una anécdota de Marcos Ana relatada por otros presos —de nuevo, dice, la modestia del poeta— que resume, para él, la voluntad de la obra: "Le estaban torturando, le cogieron del pecho y le preguntaron '¿Pero por qué lucháis?'. Y él respondió: 'Lucho para que mañana nadie le haga a usted lo que me está haciendo a mí". 

 

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