Cine

Las puertas que no abrió el capitalismo

Una secuencia de 'Estados Unidos del amor', de Tomasz Wasilewski.

Polonia, 1990. Al final de la cena de un feliz grupo de amigos, una de las mujeres exhibe su última adquisición: unos vaqueros. Cae el comunismo, llegan las primeras elecciones democráticas y con ellas el aerobic, Whitney Houston y las cintas de vídeo. Pero detrás de las puertas de los apartamentos no hay ni rastro de la liberación y la ligereza que se podría suponer. Eso propone el cineasta Tomasz Wasilewski (Toruń, Polonia, 1980) en Estados Unidos del Amor, que llega a los cines españoles el 7 de julio. Y sí, el título es irónico. 

"De niño, creía que ni mis padres ni los padres de mis amigos tenían problemas. Era la estructura de la sociedad: por fuera, todo el mundo era perfecto. De mayor, me di cuenta de que es imposible", recuerda el director en un hotel de Madrid, durante la promoción del filme que le brindó el Oso de Plata al mejor guion en el último festival de Berlín. Es su tercera película, y la primera que le pone bajo los focos de la crítica internacional. "Mi fantasía era abrir esas puertas, esos apartamentos, y empezar a pensar qué podrían querer esas mujeres, cuáles serían sus sueños. Es mi fantasía. Porque no me trago que todo fuera perfecto. No hablo de lo político, sino de lo emocional. Las imaginaba en esos edificios de cemento, deseando más."

Allí están Agata (Julia Kijowska), Iza (Magdalena Cielecka), Renata (Dorota Kolak) y Marzena (Marta Nieradkiewicz). La primera está encerrada en un matrimonio gris mientras sueña con el párroco del pueblo. La segunda se ve abandonada por el hombre casado con el que lleva años teniendo una aventura. La tercera, al final de su carrera como profesora, se obsesiona con una joven vecina. Es la cuarta, cuyo novio se ha ido a trabajar al extranjero y que sueña con ser modelo aunque haga tiempo ya de aquel concurso de belleza que ganó. "Siempre elijo personajes rotos, situaciones sin salida", dice el director. Mientras en las calles todo es cambio y euforia, ellas languidecen. Parece que el capitalismo no va a saciar a estos personajes llenos de deseo, igual que no lo hizo el comunismo. 

Wasilewski tenía 10 años cuando cayó el Gobierno de Wojciech Jaruzelski. En cuanto se permitió viajar fuera de la URSS a los ciudadanos polacos, su padre emigró a Estados Unidos en busca de trabajo. Él se quedó con su madre y hermanas en una ciudad de provincias no muy distinta de la que sirve de paisaje en el filme. Allí presenció cómo algunos colegios pasaban a llamarse "Solidaridad", el nombre del sindicato y más tarde partido que reunió a la oposición, o cómo el juicio al dictador rumano Ceaușescu acaparaba el prime time. "Ese año es un momento especial, porque se unen pasado y futuro. No hay comunismo, porque había colapsado, pero tampoco libertad, porque no la entendíamos ni sabíamos qué hacer con ella."

No es que la cosa haya mejorado mucho, dice. En parte, por la alargada sombra de la Iglesia, presente a lo largo de toda la película. Solidaridad (Solidarność) nació como un movimiento de raíces cristianas, y las Iglesias se convirtieron en centros de la resistencia contra el Gobierno comunista. "La Iglesia siempre fue importante en Polonia. Pero en ese momento va teniendo más y más fuerza. Recordemos que había un papa polaco [Karol Wojtyla, Juan Pablo II, desde 1978]. Cuanto más poderosa se hacía, más influencia iba teniendo en la sociedad. Y al final, en las reglas que rigen las familias", cuenta. Esa tensión entre libertad y autoritarismo se resuelve, para él, en favor de este último: "No es solo la influencia en las elecciones. Sino en la ética". En una secuencia del filme, un sacerdote bendice un apartamento como si quisiera apartar de él los demonios comunistas. 

Su infancia rodeada de mujeres le hizo interesarse naturalmente por los personajes femeninos. "No están insatisfechas porque sean mujeres", objeta, ante la crítica que ha hablado de una larga estirpe de insatisfechas damas del cine, "sino porque yo me siento así. Si fueran hombres, estarían igual". Y es cierto que los personajes masculinos del filme, todos secundarios, no parecen mucho más alegres. Aunque tengan más poder. 

Sobre unos y otros se cierne la fotografía opresiva de Oleg Mutu, el hombre tras la cámara de 4 meses, 3 semanas y 2 días, la películadel cineasta rumano Cristian Mungiu que se llevó la Palma de Oro en Cannes en 2007. Los colores de Estados Unidos del Amor están ausentes, como si los hubiera barrido el tiempo o la luz del sol. "Él también vivió el comunismo [Mutu nació en Chisinau, Moldavia, antigua URSS, en 1972], y cuando hablamos de eso ambos dijimos que recordamos aquello casi sin colores. Esa es nuestra sensación sobre aquel momento." Tan claro lo tenían que la curiosa paleta de color no fue un diseño de posproducción, sino que rodaron así, casi en blanco y negro. Así se han quedado también las imágenes de la época, que había que revelar en casa. "Así aprendí a hacerlo yo", dice con orgullo Wasilewski. Los decorador, unos inmensos edificios de hormigón en los que parece imposible la calidez, subraya la profunda soledad de los personajes. "Renata y Marzena", relata con entusiasmo, "viven en el mismo corredor, pero parece haber kilómetros entre ellas. Creen que es posible cruzarlo... pero no, no lo es".

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La incomunicación no es, desde luego, un tema propio exclusivamente de la Polonia de los años noventa. "Mucha gente, cuando hacía el pitch de la película [la presentación del proyecto, generalmente ante productores], me aconsejaba que no lo ambientara en esa época, porque les parecía que no se iba a entender fuera. Pero da igual cuándo y dónde, la gente se enamora, se hace daño, y lo sentimos igual en todas partes." Luego se lanza a una comparación con el cine del iraní Asghar Farhadi (Nader y Simín, una separación, El viajante), que alaba como "universal". No en vano, su estilo distante, como de observador neutral, ha sido comparado con el del director persa. 

Su madre, presente en todos sus recuerdos de infancia y origen de aquel misterio sobre la felicidad de los padres, también ha visto la película. "Me dijo que era el tiempo que ella recordaba, y que lo siente muy vívidamente. Y que está muy orgullosa de mí pero que preferiría que hiciera comedias románticas."

 

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