La portada de mañana
Ver
La red infinita del lobby de la vivienda: fondos, expolíticos, un alud de 'expertos' y hasta un pie en la universidad

Literatura

A gusto leyendo agosto

Portada de 'Agosto', de Romina Paula.

Agosto, como tantas otras cosas, no es lo que era. El mes en el que el país se paraba. Se trasladaba. El mes en el que el país se cocía. El mes de vacaciones por excelencia, entero y verdadero.

De aquellas promesas de verano con los pies a remojo y la cabeza en otra parte no queda casi nada, el descanso estival se ha visto reducido a algunos días, con suerte un par de semanas. Y la masificación, con sus corolarios el jaleo y el ruido, ha venido a romper el abrazo amoroso de ese paréntesis durante el cual el tiempo se suspendía… Agosto en el paraíso, escribió José María Ridao. El paraíso era agosto.

Tiene el mes que asoma nombre de emperador romano, y de título de novela. La palabra ha sido elegida para figurar en el frontispicio de obras de Romina Paula (Agosto) y Upamanyu Chatterjee (Agosto: una historia indiacon título original English, August: An Indian Story).

Luego hay quien lo define o delimita.

Manuel Hidalgo escribe sobre unos Días de agosto concretos que le permiten añorar lo que no se tiene; Jordi Sierra i Fabra se centra en los Tres días de agosto de los que el Inspector Mascarell dispone para resolver un misterio añejo que está relacionado con los bombardeos de 1938 en Barcelona; y Patrick Modiano elige para su despliegue literario los Domingos de agosto (Dimanches d'août), aunque el escenario primero de la novela es una Niza invernal.

Agosto tiene un color especial, el Color de agosto que pintó Paloma Pedrero. Deja rescoldos, esas Brasas de agosto que encienden un volumen recopilatorio de los cuentos primeros de Luis Mateo Díez. O marca el inicio de un tiempo, Agosto, octubre, en el que seguiremos de la mano de Andrés Barba las peripecias de un adolescente, Tomás, al que conocemos en sus vacaciones.

Agosto y sus circunstancias

Andrea Camilleri ha novelado esos Ardores de agosto (La vampa d'agosto) que a punto están de dar al traste con la socarrona lucidez del incombustible Montalbano. Faulkner puso bajo la Luz de agosto (Light in August) a Lena Grove, al reverendo Gal Hightower y a Joe Christmas; y Jorge Ibargüengoitia enciende con Los relámpagos de agosto episodios del proceso revolucionario mexicano.

 

Mexicanos son también Los convidados de agosto, de Rosario Castellanos, con los que abrimos la subsección de "personajes agosteños" en la que figura el Payaso de agosto de Günter Grass, título que en su versión original, Dummer August, juega con la semejanza entre el nombre del mes (concretamente, el correspondiente al año 2006 en el que el escritor atravesó una profunda depresión) y el del listillo circense. E incluso podemos juguetear con Los perros de agosto de Alexis Ravelo, novela juvenil protagonizada por el Gordo Castro, estudiante de periodismo en prácticas.

La mención a este periodista en ciernes, unida a la afirmación inicial de que agosto era el mes de la calma chicha, nos trae a la mente una creencia: que en este octavo mes del año no pasa nada. En los medios, el dogma ha sido desterrado tras años en los que la actualidad ha puesto a prueba a unas redacciones disminuidas. Pero es que nunca fue cierto, como lo demuestran (entre otros) obras que se sitúan o aluden directamente a lo sucedido en ese mes como Cienfuegos, 17 de agosto, de Empar Fernández y Pablo Bonell Goytisolo, un viaje a la convulsa Cuba previa a 1898; o Agosto 1914 (Август Четырнадцатого, primera entrega de una trilogía), donde Alexandr Solzhenitsyn narra la derrota del ejército zarista en la Prusia Oriental en los diez primeros días de la Primera Guerra Mundial, y la eclosión de la Rusia revolucionaria. Es la misma época, aunque no desde la misma perspectiva, de la que se ocupó Barbara W. Tuchman en Los cañones de agosto (The Guns of August), obra con la que ganó un Pulitzer.

Nuestra historia en agosto

También los agostos españoles han ofrecido cosecha literaria, gran parte de ella relacionada con la Guerra Civil.

 

Más allá de volúmenes en los que la referencia temporal sirve para acotar un periodo (Crónicas de la guerra civil. Agosto de 1936 - septiembre de 1939, de Manuel Chaves Nogales), Xosé Fernández Ferreiro nos lleva de regreso a la Galicia de Agosto do 36, para revivir el "paseo" del que fue víctima una pareja de maestros rurales; y Francisco Álvarez vuelve, bajo la Lluvia de agosto, sobre los pasos en el 36 de Buenaventura Durruti.

Pero si hay un agosto grabado en la memoria colectiva es el de 1945, ése en el que una bomba americana destruyó la ciudad japonesa de Hiroshima, ése que tiene una estantería repleta en nuestra biblioteca de este mes. Imposible listar todos los títulos, por lo que me limitaré a destacar dos aunque "agosto" no figure en su título: Cuadernos de Hiroshima, testimonio de un viaje que Kenzaburo Oé realizó en 1963 y en el que buscó los testimonios de los olvidados de aquella tragedia, y Lluvia negra, de Masuji Ibose, quizá la novela japonesa que mejor se ha enfrentado a las consecuencias de la explosión atómica en Hiroshima.

 

¿Para qué? Paratexto

¿Para qué? Paratexto

Por último, Agosto, de Rubem Fonseca, el relato a medio camino entre realidad y ficción de los últimos días de Getulio Vargas, que se suicidó de un tiro en el corazón el 24 de agosto de 1954.

Leyendo agosto

No hace falta subrayar, imagino, que éstos son sólo algunos agostos literarios posibles, porque hay otros muchos. Que ustedes los disfruten todos.

Más sobre este tema
stats