Adaptaciones cinematográficas

¿Qué prefieres, la peli o el libro?

De entrada, tres tomas escogidas para ilustrar un debate interminable.

Toma primera

Ya se anuncia el estreno de La librería, película de Isabel Coixet recientemente distinguida con el Premio a la mejor adaptación literaria de la Feria del Libro de Fráncfort. "He hecho una adaptación respetando el espíritu de la novela pero adaptándola al público de hoy", ha dicho Coixet.

Toma segunda

Tras el estreno de La niebla y la doncella, película de Andrés Koppel basada en una novela de Lorenzo Silva, éste aseguró que "cuando una historia cambia de narrador, se convierte en otra historia. Lo que tienes que aceptar es que tu historia ha emigrado".

Toma tercera

La última la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires acogió un panel titulado Del libro a la pantalla en el que debatieron el Nobel sudafricano John Coetzee y la guionista mexicana Paz Alicia Garcíadiego.

"Yo debo encontrar mi óptica como guionista, tener claro por qué quiero contar esa historia y simbólicamente asesinar al autor, apropiarme de la novela, destrozarla –argumentó Garcíadiego–. Si hacer una mejor película requiere eliminar un personaje, lo hago. Y esto no es faltarle el respeto a la obra, se trata de lealtad a tu trabajo".

"Hay un conflicto entre el deseo del autor y el del guionista", concedió Coetzee, quien también admitió su profunda desconfianza: "En los contratos de adaptación de una obra mía hago poner una cláusula que establece que debo aprobar el guión".

La extraña pareja

"La relación del cine con la literatura ha constituido un tema de debate y controversia desde los comienzos del arte cinematográfico", afirma María Elena Rodríguez Martín, profesora de la Universidad de Granada, quien se apoya en estudiosos de la materia para recordar que desde que el cine surgió como un arte de narración de historias, ha existido la tendencia a asociarlo con la literatura tanto por parte de los cineastas, escritores y críticos como por parte del público; y que muchos de los primeros cineastas reconocieron la relación potencial entre las dos artes al buscar obras de literatura como fuente de guiones de cine.

Pero literatura y cine "son dos artes narrativas que utilizan lenguajes propios y diferentes entre sí", afirma Àlex Hinojo, periodista y escritor. "Muchas veces nos acercamos a una película basada en un material literario previo y lo que esperamos es una traducción. Y eso es un error. Si acaso, lo que tendremos es una versión. En todo caso, la relación del cine con la literatura es que el cine adapta materiales ya existentes. El libro ya existía antes, con sus propios admiradores. Es evidente que al versionar, al adaptar, vas a decepcionar a fans que ya estaban allí. Si conoces la obra en la que se basa una película es muy posible que te acerques a esa película con apriorismos, con ideas preconcebidas. Esa carga desaparece cuando no has leído la obra en la que se basa una película".

Las comparaciones son tan odiosas como inevitables. José Luis Sánchez Noriega, autor de De la literatura al cine. Teoría y análisis de la adaptación, escribió que, si bien es una cuestión harto compleja, "habría que decir que sólo en contadas excepciones se considera que una película tiene mayor calidad estética que la obra literaria en que se basa. Lo común es rechazar las adaptaciones bien porque la película resume y simplifica las tramas de la historia presente en la novela, bien porque supone una interpretación que se desvía del espíritu del texto escrito –y hasta lo contradice–, bien porque el lenguaje del filme no tiene la envergadura del literario, etc.".

Para intentar fijar la norma, planteo a Hinojo esta opción: los libros muy buenos nunca logran adaptaciones a su altura. ¿Estaría de acuerdo?

"¿Y por qué tienen que estar a la altura? Es decir, compiten en ligas diferentes. Una película debería poder compararse a otras películas. Y un libro a otros libros. Como he dicho, son artes que se parecen en que ambas son narrativas. A partir de ahí, todo son diferencias. ¿Cuál es el problema que veo yo? ¿O de dónde suele venir la decepción? Un libro puede ser muy extenso. Una película tiene una duración determinada. Así que la labor de adaptación es básicamente una labor de condensación. Y ahí perdemos cosas por el camino que afectan a esa parte narrativa básicamente. Perdemos personajes, subtramas, ritmo. ¿Qué pasa con las grandes obras literarias? Que ya son perfectas y completas en sí mismas. Al adaptarlas y perder elementos, las dejamos incompletas. En todo caso, hay grandísimas películas basadas en grandes obras literarias. ¿El milagro? Sus directores entendieron que no estaban haciendo literatura con imágenes y que estaban haciendo otra cosa".

Lo intento por otra vía: libros mediocres pueden estar en el germen de grandes películas...

"Hitchcock muchas veces se basaba en materiales mediocres literariamente hablando. Pero tenía un gran olfato para ver dónde había una historia. Y hacía películas maravillosas. Incluso podría haber adaptado el prospecto de un medicamento y crear una obra maestra. Era director de cine, dominaba su lenguaje. Y de una obra literaria muchas veces sólo le interesaba la idea: Los pájaros, por ejemplo, sólo comparte el concepto. Ni historia, ni personajes ni nada más. Hay grandes historias atrapadas en libros mediocres e historias poco apasionantes en libros maravillosos. Incluso hay películas basadas en novelas completamente olvidadas u olvidables por mediocres, Tiburón, Los puentes de Madison, Cincuenta sombras de Grey (uy, no. Aquí son olvidables las dos versiones)".

Sánchez Noriega, por su parte, sostiene que hay clásicos (Cervantes, Shakespeare, Dostoievski) que, "como enunció André Bazin hace ya unas décadas en el célebre artículo Defensa de la adaptación, no quedan dañados por la adaptación en cuanto la película no menoscaba el valor del texto literario para la minoría que lo aprecia y hasta puede suscitar el interés de los que lo ignoran". Y que hay autores modernos "que son sencillamente infilmables; es decir, que no se pueden adaptar porque, dicho rápidamente, el valor estético de su obra reside en la materia específica de las palabras y, por tanto, las transformaciones necesarias para la construcción del texto fílmico echan por tierra esos valores". Pero también hay, y es algo que se olvida a menudo, "mediocres cuentos, novelas y obras teatrales que 'ganan mucho' al ser llevadas a la pantalla".

Un 'happy end' para los lectores

Más allá de estas disquisiciones artísticas, es evidente que la adaptación cinematográfica, incluso si no acaba siendo un blockbuster, puede dar el empujón que muchos libros necesitan… y que los editores agradecen. Mar Peris se desempeña como editora de Juvenil e Infantil de RBA-Molino, que trajo a nuestro país Los juegos del hambre, de Suzanne Collins, en 2009 sin saber que en 2012 habría película. Tampoco tenía esa perspectiva Irina C. Salabert, editora de Nocturna, cuando, apenas un año después de poner en marcha su editorial, en 2010, compró El corredor del laberinto, de James Dashner antes incluso de que se publicara en Estados Unidos. "Creo que se vendieron los derechos cinematográficos casi a la par que los nuestros… Supongo que nos figuramos que el proyecto se quedaría en un cajón, como es frecuente en estos casos". Pero el proyecto siguió adelante. "¡Hicimos una fiesta cuando salió el primer tráiler!", recuerda. Y eso que apenas sospechaban lo que se les venía encima. "Para nosotros, vender más de 100.000 ejemplares de un solo libro era inimaginable, y eso es lo que pasó en 2014. Como la serie cuenta con 6 tomos y tres películas (la tercera, La cura mortal, se estrena en enero de 2018), las ventas de todos se han multiplicado". De todos y de todo: este éxito ha repercutido sobremanera en la buena marcha de su colección juvenil.

Para asegurar el tiro, en Nocturna, sin cambiar la cubierta de los libros de Dashner, añadieron "una sobrecubierta con el cartel de la película. De ese modo, podía gustar tanto a los lectores que buscaban el diseño habitual de la serie como a los que quisieran el nuevo". E incluyeron el tráiler en la web. También en RBA-Molino percibieron el cambio: "el efecto de película multiplicó las ventas de manera exponencial", dice Peris, quien admite no obstante que el incremento no siempre es tan significativo. Además, "seguro que habido lectores nuevos a quiénes la película les ha enamorado lo bastante como para querer leer los libros y adentrarse más en la historia. Aunque la transversalidad de esta serie ya venía de fábrica". Le pregunto qué le gusta más, la serie escrita o la filmada. Peris no duda: la escrita, que "es apabullante, la tensión que transmite", si bien "las versiones cinematográficas no decepcionan en absoluto".

Porque la pregunta sigue siendo la de siempre: ¿peli o libro? Aunque, por qué conformarse con una pregunta cuando Àlex Hinojo puede multiplicarlas… "¿Una buena peli frente a un mal libro? Una peli. ¿Una mala peli frente a un buen libro? Un libro. ¿Una buena peli frente a un buen libro? Los dos. ¿Una mala peli frente a un mal libro? Música".

Y aún hay otra manera de responder, con palabras de Gonzalo Suárez, que es cineasta y escritor. "Cuando se me pregunta qué porcentaje de literatura hay en el cine o viceversa, experimento el mismo desaliento. Tengo la pulsión desesperada de llamar a mi contable. Sólo él, o Dios lo sabe... Cine y literatura comparten inevitablemente un intangible territorio que ni los más perspicaces han conseguido acotar: el de los sueños".

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