La fantasía del Planeta

Este año, los premios Planeta apuestan por la fantasía, por la evasión, por lo improbable. Lo dice claramente Cristina López Barrio, finalista al cacareado galardón mejor dotado de la literatura en español: la visión de las letras que defiende es una "literatura como evasión, tanto como para el lector como para el escritor". El suyo, Niebla en Tánger, relata la investigación enfebrecida de la protagonista, tras los pasos de un amante desaparecido que resulta ser idéntico al personaje de la novela que está leyendo. El fuego invisible, del ganador de este año, Javier Sierra, es también una búsqueda: la del Santo Grial —sea lo que sea este objeto mítico—, a caballo entre el Trinity College de Dublín y el Museo Nacional de Arte de Cataluña. 

¿Supone esto una excepción en la historia de un premio que es la sublimación de la literatura de gran consumo? Bueno, depende. En las últimas ediciones, el sello ha combinado un ganador con algún brochazo político o de actualidad y un finalista algo más fantasioso, o viceversa. En Todo esto te daré, obra vencedora de 2016, Dolores Redondo dibujaba un crimen marcado por la codicia en el paisaje oscuro de la Ribeira Sacra gallega. El año anterior, los Hombres desnudos dela ganadora Alicia Giménez Barttlet se veían obligados a prostituirse tras los destrozos de la crisis económica. La protagonista de Milena o el fémur más hermoso del mundo, de Jorge Zepeda Patterson (laureado en 2014) es víctima de una red de trata. Poca evasión, incluso aquí, de un mundo que enseña su peor cara. 

 

Ahora cambiamos de género, y eso explica en parte la variación en la temática. Ya no hay novela negra (lo era la de Redondo, y es la especialidad de Giménez Barttlet) ni thriller oscuro. Hay suspense, pero de raíces muy distintas. Javier Sierra, autor de la casa desde 2008, ha construido su carrera sobre el misterio y lo paranormal, desde sus 12 libros (8 novelas) a sus colaboraciones en programas como Cuarto Milenio u Otra dimensión. La obra más conocida de López Barrio es quizás, hasta ahora, La casa de los amores imposibles (2010). En ella, una maldición parecía ceñirse sobre las mujeres Laguna, condenadas a ser abandonadas por sus parejas tras quedar embarazadas y a parir hijas que sufrirán lo mismo. Los nuevos trabajos de ambos beben de esta trayectoria tan poco emparentada con el realismo. 

El fuego invisible (que se lleva los 601.000 euros del ganador) tiene mucho de novela de Dan Brown —aunque a Sierra no acabe de gustarle mucho esa etiqueta—. Los elementos: un profesor de una prestigiosa universidad anglosajona (David Salas, el protagonista), un secreto familiar, un mito cristiano (el Santo Grial, la copa usada por Jesucristo en la última cena), una fascinante obra literaria (Li contes del graal, de Chrétien de Troyes) y unas pinturas con supuestos significados ocultos (los frescos del ábside de la iglesia románica de Sant Climent de Taüll, en Lleida). "He pasado por muchos otros misterios en mis anteriores novelas, pero el mayor misterio es cómo de la nada se puede crear una obra de arte, escribir una novela inmortal o levantar un edificio", explicaba en la presentación de las obras en Madrid el pasado martes. Su El maestro del Prado (2013) y el papel que jugaban en ella los óleos del museo son el precedente inmediato de la obra ganadora. 

 

El libro finalista, Niebla en Tánger (150.250 euros), no sucede en un entorno menos mítico. La protagonista, Flora, viaja a Tánger buscando a un amante desaparecido. En su maleta, una novela —del mismo nombre que la firmada por López Barrio— que este estaba leyendo aquella noche en la que se encontraron. La ciudad marroquí aparece como un lugar de ensueño. "La traducción de Las mil y una noches en el siglo XVIII al francés creó una corriente de orientalismo que estableció las bases para una ciudad un tanto mítica: de artistas, espías, contrabandistas y exiliados", alecciona la autora. Su ciudad marroquí no se aleja del tópico. Y el amor de una noche, que quizás se llame Paul y quizás no, parece un fantasma que vaga por el tiempo seduciendo a inocentes mujeres y esfumándose al poco.

Librerías independientes, el último reducto frente al Premio Planeta

Ver más

Frente a otras ediciones, en las que el Planeta elige señalar a obras de distinta temática, las dos ganadoras comparten eje: el protagonismo de la propia literatura. El David Salas de El fuego invisible está destinado a ser escritor y se encontrará con la autora Victoria Goodman, personaje de ficción que David Sierra utilizó como seudónimo para presentarse al galardón. Además, está la presencia de Chrétien de Troyes y del fallecido abuelo de David, autor de éxito. En la obra de Cristina López Barrio la metaliteratura es todavía más evidente: no solo es que la novela ficticia y la real compartan título, es que Flora —a quien su creadora define como "quijotesca"— teme que el libro de ficción que lee sea en realidad una historia real, o incluso que la realidad esté amoldándose a la fantasía. 

La escritora cita un relato de Julio Cortázar, "Continuidad de los parques", en el que un lector encuentra en la novela que tiene entre las manos la descripción de su propio asesinato. Es quizás el ejemplo más conocido —y más citado— de esta narrativa fantástica de cajas chinas que ella recupera. Sierra, por su parte, se interroga sobre la responsabilidad del escritor, materializada en el hecho de que Chrétien de Troyes introdujera en la literatura el concepto del Santo Grial: "En determinadas situaciones, una palabra puede cambiar la sociedad. La libertad no significaba lo mismo en el siglo XVIII que en el XX. O está palabra tan usada, independencia. O el amor". De Troyes ideó un objeto que luego se ha llegado a intentar rastrear físicamente, y creó también su búsqueda, metáfora de todas las búsquedas. La pregunta sería si los ganadores del Planeta tienen la capacidad de alterar la realidad de esa manera. Pero esto tendrán que contestarlo los lectores.