Historia

Laurence Rees: "No creo que hayamos aprendido nada del nazismo"

El historiador y documentalista Laurence Rees.

"Al principio nadie podía decir si el nacionalsocialismo era algo bueno con unos pocos efectos secundarios negativos, o algo malo con unos pocos efectos secundarios positivos; no se podía saber." El testimonio de Johannes Zahn, joven banquero cuando el partido de Hitler se convirtió en el más fuerte de Alemania, es estremecedor en su frialdad. Es uno de los que recoge El Holocausto (Crítica), el volumen de Laurence Rees que recoge la historia de la exterminación del pueblo judío a manos de los nazis. Este historiador, cineasta especializado en el documental y durante años director creativo de los programas de historia de la BBC, lleva más de 25 años especializándose en el ascenso de Adolf Hitler y sus consecuencias extremas.

Este nuevo título ha llevado en su edición anglosajona el subtítulo de "Una nueva historia", pero en realidad su valor estriba en todo lo contrario: Rees condensa y vuelve accesible la más reciente historiografía sobre la pesadilla que derivó en la Segunda Guerra Mundial. Y lo hace sobre las voces de víctimas, verdugos y testigos más o menos neutrales —si es que alguien puede serlo ante la barbarie— a los que el propio historiador y sus sucesivos equipos de documentación han localizado y entrevistado durante años. El de Zahn está entre los que mejor recuerda el británico. Su testimonio, desde dentro del mundo de los negocios, es clarividente: "Cuando un hombre se quedaba sin trabajo en esa época, solo le quedaba un remedio: o se hacía comunista o se hacía [Sturmmann] de la SA. Y la gente de los negocios pensó que era mejor que todos esos se hicieran de la SA, porque había disciplina y orden". 

 

El triunfo de Hitler en las urnas no fue, explica, una suerte de histeria colectiva. Tampoco eran alucinaciones lo que llevó a que se cometiera "el crimen más infame en la historia del mundo" que acabó con la vida de cerca de seis millones de judíos, 250.000 discapacitados, 220.000 gitanos, 70.000 asociales, homosexuales y delincuentes reincidentes y 1.900 testigos de Jehová. Sus testimonios —muchos inéditos, y otros extraídos de archivos documentales y de obras anteriores del director— dan cuenta de la progresiva aceptación del antisemitismo y del nacionalsocialismo. "La gente normal tenía la sensación de estar tomando decisiones racionales", explica. "En 1928 los nazis solo obtienen el 2,6% de los votos, y Hitler lleva siendo líder del partido siete años. Es decir, que el 97% de los votantes escuchó lo que decía y lo rechazó. En 1932, Hitler se convierte en el líder del principal partido alemán: los votantes escuchan a Hitler e, igual de racionalmente, le eligen."

Los nazis no estaban locos, asegura. A Hitler nadie le hubiera ingresado en el psiquiátrico: "Tenía problemas psicológicos, obsesiones, y no es normal en el sentido habitual del término. Pero no está loco. Es funcional, es un jefe de Estado". El primer ministro de Canadá, Mackenzie King, se quedó fascinado con el Führer cuando le conoció ya en 1937. Definió su encuentro con él como "el día para el que [había] nacido", y más tarde escribió en su diario: "Mientras hablaba con él, solo podía pensar en Juana de Arco". Algo que se explica por el "oscuro carisma de Hitler", como explica Rees en un documental que se convirtió en libro en 2013.

El vergonzoso ascenso de Hitler

El vergonzoso ascenso de Hitler

Tampoco estaban locos, defiende, los colaboradores necesarios del régimen de terror, desde los altos mandatarios a los guardas de los campos. "El profesor Christopher Browning [especialista en la participación de guardias en la Solución final] una vez me dijo que es interesante que nunca ha habido un genocidio que haya fallado por la falta de asesinos dispuestos a hacerlo", señala Rees. Entre los "muchos factores" que hacen que alguien aparentemente normal cometiera esos actos, el historiador señala uno "habitualmente infravalorado": "el sadismo". "Tienen que extraer cierto placer. De alguna manera, dan un paso al frente, cuando podrían no haberlo hecho. Sin embargo, también sabemos que hubo problemas en las SS en verano de 1941 porque algunos asesinos tenían problemas psicológicos, lo cual fue uno de los motivos por los que planteó la cámara de gas".

Ese mismo dirigente ya había escrito en 1919: "Vive entre nosotros una raza no alemana, una raza extranjera, que ni está dispuesta a sacrificar sus características raciales ni es capaz de hacerlo... y sin embargo posee todos los derechos políticos, al igual que nosotros". Se refería, claro, a los judíos, a quienes no distinguía como un grupo religioso, renovando el antisemitismo clásico: los judíos no tenían posibilidad de conversión y el "objetivo último" del Gobierno alemán era "la expulsión irrevocable de los judíos". Rees señala que no hay evidencias de que Hitler tuviera ya entonces un plan que pudiera identificarse con lo que luego fue el Holocausto. Pero sí tenía "la idea de que la cuestión judía es el centro del nacionalsocialismo y que tiene que ser resuelta por la fuerza". El historiador no duda de que, de no haberse dado la actuación de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial, el nazismo habría seguido perfeccionando su imagen de "Estado racial": "Es una pesadilla, pero es coherente con su visión del mundo". 

El imaginario colectivo parece creer que ese horror no volverá a repetirse, que la historia se conoce ya lo suficiente, que aquello fue un abismo excepcional en la historia de la humanidad. ¿De verdad hemos aprendido? "No", dice Rees de forma tajante. "Vivo en un país que es analfabeto en lo que respecta a la historia. Pero incluso la gente que conoce un poco la historia hace comparaciones simplistas." Él no cae en ellas y se resiste a comparar el auge actual de la extrema derecha en Europa con los sombríos años treinta. "Sí que creo que hay advertencias a las que hay que hacer caso", dice el que publicó en 1997 la serie documental Nazis, un aviso de la historia. En un reciente ensayo publicado en Amazon, el historiador da cinco instrucciones claras: "1. Nunca subestimes a las fuerzas políticas marginales. 2. No asumas que los políticos extremistas no quieren decir exactamente cada palabra que están diciendo. 3. Sé consciente de que el odio hacia las minorías puede ser muy popular. 4. Recuerda que los crímenes se cometen a menudo paso a paso. 5. No asumas que puedes predecir tu propio comportamiento ante la adversidad". Esto último, dice, es lo más terrorífico. 

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