Cultura

Homero contra Google: un retorno a la Antigüedad

Christian Salmon (Mediapart)

Contra las predicciones alarmistas sobre la derrota de las humanidades en pro de las tecnociencias, contra de las polémicas recurrentes sobre la reducción de la enseñanza de las lenguas clásicas, varios indicios atestiguan un entusiasmo renovado por el griego y el latín, las grandes epopeyas en verso como la Ilíada y la Ilíada Odisea Odiseao las Metamorfosis de Ovidio. Homero y sus populares héroes llenan las portadas de las revistas y sirven de inspiración a las novelas, al cine y al teatro, pero también al cómic y a los videojuegos. 

¿Qué significa este regreso? ¿Hay que ver en él un signo de la búsqueda de los orígenes grecolatinos de la identidad europea o una reacción a la uniformización cultural y lingüística que favorecen las redes sociales? ¿La revancha de las lenguas clásicas sobre el parloteo de Internet, de las humanidades sobre el algoritmo, de la epopeya sobre la story? ¿Homero contra Google?

Porque este retorno de la Antigüedad es ambiguo. Alivia la búsqueda identitaria que busca enraizar la identidad europea en sus orígenes grecolatinos. En un mundo sin referencias donde todas las autoridades son golpeadas por el descrédito, satisface nuestra búsqueda de un narrador fiable e incuestionado. 

Homero, precisamente porque su identidad es problemática, no da pie al descrédito. Es el narrador por excelencia. Sus personajes están sólidamente anclados en una eterna actualidad. Constituyen un modelo de comportamiento, un catálogo de conductas disponibles para el hombre neoliberal hecho a sí mismo

Los autores del neomanagement neomanagement han drenado desde los ochenta los fondos de los mitos y las leyendas para constituir una especie de atlas de buenas prácticas. La obra colectiva Mitos, historias y empresas, dirigida por Yiannis Gabriel, uno de los maestros del organizational storytelling, atestigua este renovado interés por la Antigüedad. "Se considera que las organizaciones poseen algunos rasgos folclóricos e incluso mitológicos, como los proverbios, métodos, rituales, ceremonias, mitos y leyendas... Estas tienen, incontestablemente, sus personajes —héroes, locos, estafadores, etc.—, así como elementos de intriga —accidentes, engaños, errores, castigos, coincidencias y conflictos— que se encuentran en los mitos antiguos". 

Cada uno de los capítulos de este libro toma, de este modo, como punto de partida una leyenda, una historia o una fábula y explora su significado contemporáneo en el mundo de la globalización y el hiperconsumismo. La Odisea releída y corregida al modo empresarial: un mundo de héroes y heroínas, de dioses y diosas, de fantasmas y dragones. algunos capítulos abordan la cuestión del liderazgo ante el terrorismo, la posición de las mujeres dentro de la organización, la construcción de la identidad, la gestión de las emociones. Todas estas historias cuentan cómo "los héroes de nuestro tiempo construyen un mundo nuevo...". 

Para atenernos a la actualidad reciente, varias pistas señalan esta vuelta a la Antigüedad. Está el triunfo en Francia de la nueva traducción al francés firmada por Marie Cosnay de las Metamorfosis de Ovidio en el joven sello L'Ogre, que ha vendido más de 10.000 ejemplares (celebrado por el premio Bernard-Hoepffner 2017 y el premio Nelly-Sachs 2018). Marie Cosnay tiene, igualmente, un blog en Mediapart, socio editorial de infoLibre, que puede leerse aquí

Ahí está el fenómeno editorial italiano de 2017, editado en España, La lengua de los dioses. Nueve razones para amar el griego (Taurus), de Andrea Marcolongo, una joven helenista italiana, ex-storyteller de Matteo Renziex-storyteller. El libro tumba todos los cálculos editoriales y se sitúa a la cabeza de los más vendidos de 2017 en Italia. 150.000 ejemplares, 15 traducciones y un éxito en toda Europa y América Latina. 

Está también el éxito mundial de Una odisea (An Odyssey), de Daniel Mendelsohn. Compara la relación padre-hijo entre Telémaco y Ulises con la de su propio padre, que ha decidido asistir a sus clases sobre la Odisea en la universidad. 

Homero es el mascarón de proa de este movimiento que canaliza algunos intentos confusos, entre la nostalgia de la Antigüedad y la apetencia posmoderna por los héroes y las historias. Se ve en él a un maestro lleno de humanidad que dispensaba una sabiduría inmemorial constituida de principios morales: honradez, coraje, reserva, astucia y sobre todo espíritu familiar y lealtad hacia los suyos. 

El mayor poeta de Occidente, cuya existencia es cuestionada por los helenistas, se convierte en el punto de fuga de todas las construcciones ideológicas: el regreso a los orígenes, la nostalgia de un pasado común, las identidades en crisis. Su rostro barbudo en la portada de las revistas se nos ofrece como un valor refugio, el patrón oro de un Occidente que malvende todos sus valores. Para los especialistas, sería un mito, una ficción cuya obra (la Ilíada y la Odisea) sería en sí misma objeto de duda, o como mucho un puzle de relatos orales. 

Homero, "el ensamblador"

Pierre Judet de La Combe ha escrito una antibiografía de Homero. Construye un retrato multifacético del mítico aedo, un fabuloso viaje por la leyendas que se han construido a lo largo de los siglos sobre este autor fantasma. No el relato de una vida, sino una deconstrucción del mito de Homero, cuyo nombre "el ensamblador", el que ensambla palabras, versos, historias. El trabajo de Pierre Judet de La Combe restituye bajo el mito de "un artista sin patria, mutilado, pero creador de maravillas" el shock poético y religioso que provocó la aparición de los poema homéricos. "No un autor, sino un acontecimiento revolucionario". 

"Es a los griegos hacia quienes nos giramos cuando nos cansamos de lo informe, de la confusión... de nuestro propio tiempo". Nadie ha evocado mejor que Virginia Woolf esta atracción que ejercen "los griegos" en los periodos difíciles. Su ensayo se publica en los años que siguen a la Primera Guerra Mundial, cuatro años antes del crack de 1929. 

¿Pero de qué griegos se trata? ¿Los filósofos? ¿Los poetas? ¿Los autores de tragedias? ¿O los dioses de la mitología y los héroes de las epopeyas? Si Woolf puede amalgamar tal diversidad cultural, es en el nombre de una cualidad atribuida por toda la tradición del siglo XX: "la pureza" de Grecia

Pureza y "frescura" de los personajes de la tragedia, "que encontramos antes de que sus emociones se uniformicen", lo que explicaría que se hayan convertido en arquetipos (el coraje, la astucia...). Pureza de la lengua griega, "despojada y desnuda", "Safo y sus constelaciones de adjetivos; Platón, que osa cubrir su prosa de vuelos líricos; Tucídides, tan contenido, tan condensado; Sófocles, que se desliza como un banco de truchas, sin ruido, dulcemente, como suspendido, y que huye en un resplandor de escamas; mientras que nosotros tenemos la Odisea, el relato en su perfección, el relato a la vez más claro y más novelesco del destino de los hombres y las mujeres". 

Lo que permitiría, entonces, hablar de "los" griegos en general, ese lugar común, sería su lengua, su pureza, su claridad, y que adquiere por ello una libertad de movimiento y una velocidad particular. "Ninguna lengua puede moverse más rápido que el griego, danzante, tembloroso y vivo, aunque controlado". 

 

Nos podríamos interrogar sobre esta famosa "pureza de los griegos" que pertenece a una construcción cultural de Grecia opuesta a la de Roma. Pero ahí no está lo esencial. Porque Virginia Woolf destruye al momento esta construcción. Su ensayo se titula: On not knowing greek, lo que se traduce como Acerca de no conocer el griego (incluido en el volumen El lector común). El lector común

"Es vano y necio hablar de conocer el griego", escribe Virginia Woolf, "ya que en nuestra ignorancia debiéramos estar entre los últimos de cualquier aula de colegiales, pues no sabemos cómo sonaban las palabras, o dónde exactamente deberíamos reír, o cómo actuaban los actores, y entre este pueblo extranjero y nosotros existe no solo una diferencia de raza y lengua, sino una tremenda brecha en la tradición. Cuánto más extraño, entonces, es que deseemos saber griego, que intentemos conocer el griego, que nos sintamos siempre atraídos hacia el griego y nos estemos formando siempre alguna idea sobre el significado del griego".

La referencia al ensayo de Virginia Woolf se encuentra en las primeras páginas del libro de Andrea Marcolongo, La lengua de los dioses. Andrea Marcolongo no me es desconocida. Siguió hace diez años las conferencias que impartí, por invitación de Alessandro Baricco en la Scuola Holden de Turín, una escuela original donde se enseña el arte de la narración, pero también el "corporate storytelling" y la comunicación política. Me acuerdo de Andrea Marcolongo porque, a diferencia de otros estudiantes que ambicionaban convertirse en novelistas o guionistas, ¡ella quería ser storyteller política storyteller y nada más!

Mis críticas no bastaron para enfriar su ambición de convertirse en la escritora fantasma de un personaje político que cambiaría Italia con un relato. Hace dos años, cuando hacía una investigación para Mediapart sobre el primer ministro italiano Matteo Renzi, me encontré con Andrea Marcolongo en las primeras filas de la política italiana, en el equipo de Renzi. Había participado en la campaña de las primarias del partido demócrata y luego había acompañado al joven alcalde de Florencia en su marcha hacia el poder. 

Para Matteo Renzi, había escrito discursos, argumentarios, tuits, hashtags, parafraseado citas de la serie House of cards. Cuando Matteo Renzi estrena en Estrasburgo, el 2 de julio de 2014, la presidencia italiana de la Unión Europea, su discurso lírico sorprende, tiene aires de epopeya y hace referencia a la Odisea: "Somos la generación de Telémaco, la que ha esperado tanto tiempo el regreso de Ulises y que ha perdido hasta el sentido de esta espera en una Europa de restricciones, de reglas burocráticas, de diktats. Una Europa dirigida por los pretendientes". Hábil truco de manos que esbozaba otro storytelling para una Europa huérfana de relato. 

"Volver a nosotros mismos a través de los griegos"

Pero la epopeya se queda corte y el extravagante storytelling de Renzi no resiste al ejercicio del poder. Andrea Marcolongo, decepcionada por la política, se aleja de la escena pública y se exilia a Sarajevo. Un editor le propone escribir una novela. Ella prefiere interrogarse sobre su recorrido, que le ha conducido de la universidad de Milán donde siguió los cursos de Dario del Corno, famoso helenista italiano, hasta el Ayuntamiento de Florencia y el Quirinal. Será un ensayo, destinado sin duda al fracaso. Su editor bromea: "¡Será un milagro si vendemos más de dos!". 

Y el milagro se produce, las ventas se disparan. Su autora es invitada a todas partes. Se convierte en algunos meses en la imagen italiana del griego antiguo. Un fenómeno mediático que se exporta desde las primeras traducciones a España, a Chile, a Perú, a Colombia. "Andrea la Antigua", como la llamaban sus amigos de la universidad, está ahora en Francia. "Leo artículos en los que se ve el éxito de mi libro como el síntoma de una reacción a este mundo de tecnología y también de soledad individual y política... ¡Pero yo no creo que volvamos a Homero para huir de nuestro iPhone! La verdad es que tenemos la necesidad de volver a los clásicos en esta época tan confusa y tan cronófaga, tan devoradora".  

 

El libro no es solo una introducción al estudio del griego antiguo. Es una novela de aprendizaje y una educación sentimental, bajo el prisma del descubrimiento de una lengua. Es una iniciación, en sentido amplio, tanto a la gramática del griego como a la gramática de las emociones y los sentimientos. Aquí reside el interés de este libro, que no pierde nada de la complejidad de la lengua y de sus sutilezas sintácticas (lo trata todo, la gramática, la sintaxis, las conjugaciones), sino que las alumbra a la luz de un descubrimiento. 

Marcolongo disfruta subrayando que era una mala alumna y es ahí donde puede nacer una historia, la historia de la mala alumna capaz de transformar el aprendizaje ingrato de una lengua muerta en un viaje sentimental. La lengua de los dioses no es un libro nostálgico que se gira hacia los héroes épicos en una suerte de hastío de época, es un libro de resistencia a través de la lengua. 

"Italo Calvino decía que un 'clásico' no es solo una cosa antigua, sino algo que tiene el poder de hablarnos una vez y otra... Lo que pasa es quizás una (¡muy saludable!) reacción al storytelling de lo 'nuevo' contra lo pasado, de lo 'joven' contra lo 'viejo'. Y por tanto una invitación al cambio, tanto en política como en literatura. Los griegos no están muertos, la realidad es que vivimos una época bárbara que, quizás, está llegando a su fin...", escribe Andrea Marcolongo.

Cuidado con aquellos que querrían encasillar a Marcolongo en el papel de una embajadora fotogénica del griego antiguo. Esta admiradora de Tiro no se priva de atacar la educación neoliberal que ha hecho de nosotros unos consumidores: "Cuando estudiaba las lenguas clásicas en la universidad, mis amigos se reían de mí, me decían que el griego y el latín eran 'inútiles'. Siempre reaccioné con fuerza y con orgullo, porque la palabra 'útil', del latín 'utor', está estrechamente ligada a la palabra 'usuario'. Da igual lo que se estudie —informática o jeroglíficos—, nadie es un usuario, y por tanto un 'consumidor' de cultura. La división entre estudios útiles e inútiles es la más bárbara consecuencia de una política de educación neoliberal que no quiere formar a seres humanos y por lo tanto ciudadanos, sino solo a consumidores...". 

"La tecnología en la historia siempre ha sido un medio, no un fin. Cuando se convierte en un fin en sí misma, cuando nuestro único deber como ciudadanos es el de comprar mercancías, cuando la política empieza a decirnos a quién debemos temer y a quién amar o cuando se nos habla de volver a nuestras raíces... es el momento de volvernos hacia nosotros mismos a través de los griegos. Tras las décadas de los post —posmodernisdad, poscomunismo y poscapitalismo, y por último posthumanismo—, descubrimos la edad del 'antes'. Miramos ante nosotros, y ante nosotros vemos a los clásicos". 

Los clásicos ante nosotros, esta es la consigna de Pierre Judet de La Combe en su libro El futuro de los clásicos. Para él, no se trata de volver a los clásicos como al origen de nuestra identidad y de nuestra civilización. “Los griegos clásicos no son nuestros ancestros, no han llegado a socorrernos a lo largo de nuestra historia más que por que los convocábamos. La historia avanzaba por medio de estas rupturas. La Antigüedad abría en ella cada vez un nuevo futuro. Incluso cuando llegaban por azar, como en el siglo XV, cuando los barcos de los exiliados griegos que huían de la Constantinopla conquistada llevaron a Venecia los manuscritos de obras griegas todavía desconocidas en su lengua, el shock era gigantesco. Leer estas obras, imprimirlas, comentarlas e imitarlas era el medio para cambiar el arte, el pensamiento filosófico y político, y para confinar la religión o transformarla”.

Según Pierre Judet de La Combe, no se trata de reducir la aportación de los clásicos a historias y leyendas magníficas, a mitos y a fábulas más o menos didácticas. Sus héroes, por supuesto, se han enriquecido con las experiencias vividas y los peligros atravesados, pero es la lengua y solo la lengua la que les permite alzarse por encima de los siglos como héroes ejemplares. Por su manera de expresarse.

Son hombres traducidos, desplazados más allá de su origen, como esos exiliados que han iniciado ya la gran migración del siglo XXI. “Con Homero, los griegos están en un desplazamiento constante. Y cuando están en ello, como Ulises de vuelta a Ítaca, nada es natural, nada se da por sentado; todo debe establecerse a través de la acción, incluso violenta. Y sin embargo, estas epopeyas del desplazamiento, de la desposesión del hogar, eran los poemas oficiales, recitados y celebrados en los grandes festivales que permitían a los autóctonos encontrar juntos sus puntos de referencia en el mundo”.

Para Judet de La Combe, el lenguaje es un campo atravesado por tensiones. “El éxito que tuvieron estos textos, un éxito que hizo que se conservaran, mientras que otros fueron olvidados, que hizo que se transcribieran si eran orales como en Grecia, y luego se retomaran, se discutieran, se criticaran, viene de lo que ofrecían mediante esta puesta en escena del lenguaje y de sus operaciones, un medio abierto, libre de relacionarse con los sucesos contados, de retomarlos, de modificarlos”.

Google, las palabras como mercancías

El asunto es de importancia en la era del “capitalismo lingüístico”, instaurado por Google, donde la elección de las palabras y la articulación de las frases están dejando de pertenecer a los individuos para ser anexadas como un nuevo recurso para los gigantes de Internet.

Según el investigador Frédéric Kaplan, que ocupa la cátedra de Digital Humanities en la Escuela Politécnica Federal de Lausana: “Google ha conseguido extender el dominio del capitalismo a la propia lengua, hacer de las palabras una mercancía, fundar un modelo comercial increíblemente provechoso sobre la especulación lingüística (...). Cuando tecleamos una palabra sobre el cuadro de búsqueda y Google lo continúa hasta formar una frase, nos lleva hacia el campo de la lengua que explota el buscador, el camino estadístico trazado por los otros internautas”.

El informe remitido el 29 de enero al ministro francés de Educación Jean-Michel Blanquer por Pascal Charvet, inspector general de educación de este país, y su colega David Bauduin no responde a estas cuestiones. Esto supondría definir una verdadera política de la lengua más allá de las propias lenguas clásicas, la única manera de oponerse a la uniformización y la mercantilización del lenguaje generadas por los algoritmos de Google.

Pero incluso si no tenía esta ambición, este informe pone ciertas cosas en claro. Contra el reproche recurrente que se le hace a las lenguas clásicas de ser una especie de vestigio elitista y un marcador de las desigualdades sociales dentro de la escuela, afirma su intención de ser una garantía de éxito para “los niños procedentes de medios populares”, de lo que no podemos sino alegrarnos. ¡Ya era hora!

Los profesores de lenguas clásicas se quejan de haber sido tomados como rehenes entre el conservadurismo y el pedagogismo; los primeros quieren hacer de los “saberes” el centro de la escuela mientras que los segundos prefieren poner en él a los alumnos. Uno de ellos, Éric Thiriet, me confesaba el desánimo de los profesores de lenguas clásicas cuyo número de alumnos y horas de clase se reducen de año en año. Un desánimo que explica que las plazas de oposiciones no se cubran, lo que ocasiona una verdadera escasez de profesores. Él decidió, por su pasión por Grecia, pasar de nuevo una segunda oposición en lenguas clásicas a los cuarenta años para poder enseñar griego. Algunos años más tarde, ya no enseña prácticamente griego por falta de alumnos y de horas de clase...

Sin poder presagiar las consecuencias del informe, es necesario subrayar la pertinencia de la problemática planteada por sus dos autores. Estos no caen jamás en el fantasma identitario de las “raíces grecolatinas”, como lamentablemente hizo el ministro francés Jean-Michel Blanquer. Desde el pasado 23 de julio, el ministro inscribía la “restauración” de la enseñanza de griego y de latín “bajo la perspectiva de un problema de civilización y de un retorno a nuestras raíces grecolatinas”. “Sean cuales sean nuestros orígenes”, exponía el ministro, “todos venimos de alguna parte. Nuestra raíces grecolatinas estructuran nuestro lenguaje y por tanto nuestra vida”.

¡El informe encargado a los dos inspectores dice lo contrario! ¿A quién creer? Si el informe habla de “raíz”, es exclusivamente para designar la unidad léxica que se encuentra en el origen de varias palabras, y no para convocar el fantasma de una identidad inencontrable. De entrada, la enseñanza de griego y de latín se reinscribe en su contexto europeo y alienta una pedagogía innovadora que se apoya en el aprendizaje del léxico gracias a la historia de las palabras, la integración de las prácticas teatrales en la enseñanza o incluso la organización de talleres de traducción colaborativa.

Este es el trabajo innovador que lleva a cabo Marie Cosnay desde hace diez años en los talleres colectivos de traducción con los alumnos de instituto en Landas. Un trabajo que es citado como ejemplo por los autores del informe.

“Cuando traduzco las Metamorfosis con los estudiantes, hacemos un trabajo sobre la lengua. El relato y los personajes son importantes, reconocen al Cíclope y a Ulises, eso forma parte de su cultura, construida a partir de lecturas infantiles o de videojuegos, de literatura popular, pero de entrada es un trabajo sobre la lengua. Nos implicamos en la lengua en todos los sentidos, la sintaxis, la gramática, que está lejos de ser de su gusto, es una máquina que desmontamos y remontamos, frase por frase, sin respeto, sin la veneración que se reserva a un objeto de culto”. Según Marie Cosnay, este trabajo obliga a preguntarse sobre la norma y la transgresión con respecto a la lengua propia. “¿Nos atrevemos a hacer una frase nominal u otra distorsión gramatical? Me da la impresión de que los niños que tienen una relación más lejana con las normas escolares se atreven de entrada a trastocar las reglas al traducir, para pasar de una lengua a otra. Los alumnos más integrados a menudo tienen ganas, por ejemplo, de traducir en alejandrinos”.

Marie Cosnay define su trabajo de traducción como una travesía. Es un camino, una investigación, pero también el esbozo de una micropolítica de la lengua. “Se toma un elemento, una pieza de la máquina textual, y avanzo desde él como si hiciera una investigación gramatical, de pista en pista, hasta encontrar ¿sentido? o más bien una forma en movimiento, que se debe reconstituir en la escritura. Primero se investiga un fragmento del texto, después se reconstituye una forma en movimiento. En la traducción, se debe reconstituir una forma que ha sido forjada por otra persona. En la escritura, lo que se debe encontrar es una forma ajena que está en mí, y es una alegría cuando la encuentro”.

“Se escribe para descubrir al otro en uno mismo, para actualizar ‘las versiones de uno mismo’, como dice Toni Morrison en su último libro, The origin of others (Harvard University Press, 2017), versiones que no hemos elegido o de las que tenemos miedo, o que deseamos conocer y sobre las que investigamos”. ______________

Traducción: Clara Morales

Lee el texto en francés:

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