Literatura

La brecha de género… literario

Portada de 'Nada', de Carmen Laforet.

Era un artículo esperanzador. Lo firmaba la escritora Marta Sanz en la revista Mercurio: al revés que las actrices de Hollywood, aseguraba, "los personajes femeninos en la literatura del siglo XXI en España tienen más papel".

Son protagonistas, aseguraba, que siguen la estela de Andrea en Nada, de Carmen Laforet, de las trabajadoras de la confitería de Tea Rooms, de Luisa Carnés o de las que habitan Nubosidad variable, de Carmen Martín Gaite, que tratan de rasgar "la crisálida del estereotipo en la que permanecían encerradas. Romper los tópicos bíblicos, los de las amadas románticas, los contrastes del arte victoriano: virgen/puta, angélica/demoniaca, inspiradora/repulsiva…".

Es decir: en opinión de la autora de Clavícula, hay una nueva manera de enfocar a las mujeres, como sujeto y objeto de la literatura, una manera nueva que "acarrea transformaciones en el estilo y los géneros literarios". Una afirmación, insistimos, optimista.

Casi de manera simultánea tuvimos noticia de un trabajo firmado por Ted Underwood, David Bamman y Sabrina Lee titulado "The Transformation of Gender in English-Language Fiction" (La transformación del género en la ficción en inglés), publicado en el Journal of Cultural Analytics.

Estos investigadores de las universidades de Illinois y Berkeley se sirvieron de un algoritmo para analizar 104.000 obras de ficción escritas entre 1780 y 2007, obras que guarda en sus anaqueles numéricos la HathiTrust Digital Library. Con su labor esperaban confirmar una corazonada: que la relevancia de los personajes femeninos no había hecho sino aumentar a los largo de esos dos siglos. Lo lógico, ¿no?

Pero, oh decepción, Underwood, Bamman y Lee alcanzaron dos conclusiones que pueden parecer contradictorias entre sí.

La primera, que las diferencias de género entre los personajes se han difuminado en los últimos 170 años. "A mediados del siglo XIX, se usa un lenguaje muy diferente para describir a los hombres y mujeres de la ficción ―escriben―. Pero, esa diferencia se debilita constantemente a medida que avanzamos hacia el presente; las acciones y los atributos de los personajes se clasifican menos claramente en categorías de género".

Sin embargo, y es la segunda conclusión, no han podido constatar una historia de éxito similar en lo referente a la autoría. "De hecho ―subrayan―, hay una reducción reveladora y poco debatida en la proporción de ficción realmente escrita por mujeres, que disminuye a la mitad (de aproximadamente el 50% de los títulos a aproximadamente el 25%) conforme avanzamos de 1850 a 1950. El número de personajes que son mujeres o niñas también cae".

Es decir, nos enfrentamos a un patrón paradójico: si bien los roles de género se estaban volviendo más flexibles, el espacio realmente asignado a las mujeres (reales y ficticias) en las estanterías de las bibliotecas se estaba contrayendo fuertemente.

En definitiva, y con mucho más detalle del que nos es dado trasladar aquí, el estudio determina que la "brecha entre los sexos es deprimentemente estable a lo largo de 200 años". Una realidad que ha sido insuficientemente difundida, "un hecho importante de la historia de la literatura que debería ser destacado incluso, por ejemplo, en las introducciones antológicas". Pero no ha sido así. "Parece que los académicos de cada período pueden ver la posibilidad de que la autoría femenina haya disminuido en su propio período. Pero nadie ha estado dispuesto a presentar la triste sugerencia de que toda la historia desde 1800 a 1960 fue una historia de decadencia".

Luego, es cierto, a partir de 1970 la tendencia empezó a cambiar.

¡Cuidadín!

Comenté la existencia y las conclusiones del estudio a tres escritoras, para conocer su opinión sobre el trabajo en particular, y la situación en general.

"No estoy de acuerdo con el planteamiento demagógico que se hace. No son comparables los términos de un descubrimiento con lo que ocurre en su evolución posterior", me dijo Anna Caballé, presidenta de Clásicas y Modernas, asociación para la igualdad de género en la cultura, pone en cuarentena las conclusiones del estudio. "Es como si dijéramos que el radio ahora no ocupa las portadas que ocupó cuando se descubrió, en 1898. Es lógico que así sea. No podemos mantener todos los temas con el mismo ritmo frenético de actualidad, cuando no la tienen".

Caballé, que es profesora de la Universidad de Barcelona, crítica literaria, ensayista y biógrafa, fue más allá. "La novela descubre, y descubre para sí misma como género, el inmenso valor social, psicológico, sexual y moral de la mujer en cualquier historia que quiera contarse. Eso ocurre en el siglo XIX, cuando la novela se desarrolla con plenitud como género y se da cuenta de que necesita de las mujeres y de su potencial para poder contar una historia. Ellas tienen una historia que contar, y nunca se había hecho". Después, explica, ese descubrimiento de la mujer como personaje literario se normaliza. "Pero su presencia en el mundo literario ha crecido enormemente, sobre todo desde el punto de vista de la autoría, así que me parecen absurdos los términos de la comparación. Ganas de dar publicidad a un estudio mal planteado".

Anoto el reproche y asumo la parte de responsabilidad que me toca. Pero, éste no es el único trabajo que investiga la brecha de género, la escritora, traductora y crítica literaria Nuria Barrios señala la existencia de "numerosos estudios que señalan la menor presencia de mujeres en el mundo literario actual: en la crítica literaria, en los jurados, en los premios, incluso en los programas de divulgación literaria. Parece lógico entonces que haya menos escritoras que escritores, ya que el camino presenta más obstáculos para nosotras que para ellos". E ilustra su teoría citando a Rubén Blades, quien cantaba aquello de

Se murió el indio Camilo

por palos que daba el mayoral.

El médico de turno dijo así:

Muerte por causa natural.

Claro, después de una tunda de palos,

que te mueras es normal.

La existencia de esa brecha tampoco sorprende a Ángela Vallvey, "teniendo en cuenta que hay una abrumadora cantidad de personajes femeninos cuyas historias son velada o descaradamente 'románticas', cuando no simplemente 'eróticas'. Incluso existe un género literario dirigido a jóvenes y adolescentes, de éxito arrollador, que se autodenomina 'Romántica juvenil'. Se presenta, y se representa, a la mujer como condenada al espacio de la intimidad o de la sexualidad, como hace siglos".

Rosalía de Castro, espejo de Luisa Carnés

Rosalía de Castro, espejo de Luisa Carnés

La Pardo Bazán o Gertrudis Gómez de Avellaneda no darían crédito si pudieran ver cómo han evolucionado las cosas, asegura Vallvey. "Mientras las escritoras del XIX soñaban con echar a volar, hoy día se sitúa a las mujeres todavía dando vueltas alrededor del encierro del hogar, los hijos, los amores y el sexo. Para temblar".

Lo cual nos lleva a pensar en cómo ha evolucionado la mujer entendida como personaje literario… "¿Podemos hablar de la mujer, en singular?", me pregunta a su vez Caballé. "Hay mujeres, como hay hombres y su representación literaria es múltiple, como lo es su realidad. Estamos lejos del personaje decimonónico atrapado en un conflicto permanente entre razón y emoción. La mujer sufriente e insatisfecha, adulterina, víctima o virago (pienso en Las bostonianas de Henry James o en La pródiga, de Alarcón) ha dado paso a una enorme y enriquecedora libertad de personajes femeninos".

Una libertad que también es patrimonio de las lectoras. "Las mujeres no debemos aceptar el discurso establecido sobre numerosos personajes literarios femeninos; imágenes que, por superficiales, son incompletas y erróneas ―asegura Nuria Barrios―. No debemos ignorar estereotipos establecidos por el discurso narrativo históricamente dominante. Hemos de crear una genealogía propia. En eso andamos justamente".

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