Teatro

Peter Brook regresa a casa con 'The prisoner'

Hiran Abeysekera y Kalieaswari Srinivasan en 'The prisoner', de Peter Brook.

Antoine Perraud (Mediapart)

La capacidad de condensar algunos mitos, llenos de furia, en una transparente alegoría confiada en voz baja a cada espectador: esta es la simplicidad genial de Peter Brook, el maestro del teatro contemporáneo, que cumple 93 años el próximo 21 de marzo. 

Peter Brook ha vuelto al Bouffes du Nord, la sala parisina que creó de la nada —corría 1974— antes de dirigirla durante cuatro décadas y de cederla luego a sus sucesores. Ha escrito y dirigido The prisoner (El prisionero, en inglés subtitulado), junto a su fiel asistente convertida en alter ego Marie-Hélène Estienne.

 

La brujería brookiniana consiste en un escenario simplificado, despojado, depurado (ver El espacio vacío) que los actores-contenedores llenan con su boca y sus ojos, embarcando desde el primer momento al espectador, enganchado por una violencia tamizada, repetida hasta el hechizo. The prisoner es una fábula, real e irreal, dolorosa y tranquila, feroz e indulgente, inspirada por un viaje a Afganistán hace quizás 60 años. 

Peter Brook visitó entonces, cerca de Kabul, al líder de una hermandad sufí. Este sugirió al británico una búsqueda iniciática: vaya a Kandahar, tome un camino a la izquierda desde la carretera antes de llegar a la ciudad; llegará usted a un gran edificio blanco. Es la cárcel. Delante de ella, habrá un hombre sentado. Es mi discípulo. 

El recuerdo lacerante de un encuentro como este, como una peregrinación, encuentra al fin su traducción teatral. El hombre, con su prisión interior, frente a un centro de detención, se convierte en la trama de este espectáculo durante una hora y cuarto. Una experiencia que parece durar una vida entera. 

El misterio, sobre escena, acerca los mitos, ya que Peter Brook hace del hombre-calabozo un parricida incestuoso. Cumple su pena. Esta expresión no quiere decir nada desde que entró en el vocabulario de la administración penitenciara. Pero estas tres palabras, "cumple su pena", describen de la mejor manera la economía, los recursos y el encanto de la obra. 

La palabra se transmuta en parábola. Un hombre se redime de sus crímenes y, a partir de ahí, de su servidumbre: no es nada, no tiene nada, pero conquista una fuerza única a través de un castigo singular, que le expone hacia el exterior con el fin de que encuentre su verdad interior. The prisoner ilustra maravillosamente una cita de Peter Brook, teórico pero también un chamán de humildad constante: "Aquel que mira es un compañero al que debemos olvidar y, sin embargo, tener siempre presente. Un gesto es afirmación, expresión, comunicación y, al mismo tiempo, es una manifestación personal de soledad —es siempre lo que Artaud llama 'una señal a través de las llamas'— y, sin embargo, esto implica una experiencia compartida, desde que se establece el primer contacto" (El espacio vacío). 

Los cinco actores están perfectos, especialmente el hombre castigado y luego redimido, Hiran Abeysekera, nacido en Sri Lanka, de una intensidad gandhiana y de una fuerza que nada ni nadie podría reducir. Su (demasiado) querida hermana está interpretada por Kalieaswari Srinivasan, india de una dulzura eléctrica descubierta por Ariane Mnouchkine. El doble de Peter Brook, viajero que pasa y cuenta, está representado por Sean O’Callaghan, de una agudeza algodonosa. Las luces de Philippe Vialatte, iluminador magistral, hacen el resto. 

Este instante de teatro catártico mezcla el deseo mimético y el sacrificio del chivo expiatorio propio de los mitos occidentales con la conciencia budista que abre la puerta a la liberación del espíritu. ¡René Girard [historiador francés] y el Dalai Lama se hacen siameses!  

En las entrañas del teatro de Bouffes du Nord, Peter Brook desentierra nuestras propias promesas. El espectador se ve trastocado ya para siempre por el dramaturgo, que sigue fiel al deseo que pronunció hacia 1970: "Para Artaud, el teatro es un fuego; para Brecht, el teatro es una claridad revelada; para Stanislavski, el teatro es la humanidad. ¿Por qué deberíamos elegir entre uno y otro?".  __________

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Traducción: Clara Morales

 Lee el texto en francés:

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