Teatro

Josefina Manresa, sin Miguel Hernández

La actriz Rosario Pardo como Josefina Manresa en 'Los días de la nieve', de Alberto Conejero, dirigido por Chema del Barco.

Josefina Manresa (Quesada, Jaén, 1916-Elche, Alicante, 1987) fue hija de guardia civil, obrera de una fábrica de seda, costurera, republicana, huérfana, madre de dos niños, superviviente de la Guerra Civil, mujer de la posguerra, anciana de la democracia. Si hoy se habla de ella, si sus memorias están en las librerías  y su nombre aparece en Wikipedia es porque también fue novia, esposa y viuda de Miguel Hernández, además de custodia de su obra tras la muerte del poeta. Ahora es también un personaje teatral, pilar de Los días de la nieve, un monólogo de Alberto Conejero dirigido por Chema del Barco y protagonizado por Rosario Pardo. Tras una gira de dos meses la temporada pasada por varios pueblos de la provincia de Jaén, la obra renace recalando en la sala madrileña Teatro del Barrio (14 y 15 de abril, 5, 6, 12 y 13 de mayo). 

"La conocía muy superficialmente y tuve que esquivar mis propios prejuicios", confiesa Conejero, uno de los dramaturgos estrella de la escena española. De hecho, la obra surgió de una invitación de la Diputación de Jaén (de allí era Manresa y de allí son los tres creadores detrás del proyecto) con motivo del 75º aniversario de la muerte de Hernández. Al acercarse a sus memorias, Recuerdos de la viuda de Miguel Hernández, y a la correspondencia mantenida entre ambos durante años, el escritor encontraba, "más allá de la novia buena y la viuda doliente", una mujer "con una capacidad de resistencia absoluta". No se trataba de la musa de El rayo que no cesa, un papel que le parece trasnochado, sino de un ser humano: "Conocerla me hizo ver lo conservador que era con su figura".

La Josefina de Los días de la nieve recibe en su taller de costura —y en una época que no se explicita pero que el equipo sitúa en los años setenta— a una clienta que espera la entrega de un vestido. Durante una hora, y mientras termina los últimos detalles, comparte con la desconocida sus recuerdos de infancia y juventud, marcados por la pobreza, la guerra y la muerte. Y, entre todo ello, el amor. "Yo quería un personaje que no se definiera en su relación con el hombre", explica Conejero. La vida de Manresa fue mucho más que los nueve años pasados junto al poeta, y ella fue mucho más que aquella a la que escribía "tú me mueres de casta y de sencilla". Pero la recién llegada, trasunto del espectador que no se llega a ver en ningún momento de la función ni tiene diálogo en la pieza escrita, pregunta, quiere saber sobre Miguel Hernández y el doloroso tiempo que pasó sin ella en Madrid. Josefina responde en sus propios términos: "Me hace feliz hablar de Miguel lo que yo quiero hablar de Miguel".

El personaje que ahora encarna Rosario Pardo no es, en realidad, solo Manresa. En su manera de hablar, poética y enraizada a la tierra, dibuja Conejero el "castellano riquísimo" de unas generaciones que ya casi se apagan. "Casi me parece que si pongo así la mano", dice la costurera sobre el vestido azul mar que está confeccionando, "la voy a sacar mojada". No es una licencia del dramaturgo, sino unas palabras de su abuela. El sueño en el que a Josefina se le aparece Miguel Hernández en un bosque de palmeras, bajo una lluvia de dátiles, está recogido en sus memorias. "Quería hablar de las mujeres en la posguerra, tan silenciadas e ignoradas", apunta Conejero. Y asegura que "este país se hubiera desintegrado entonces si no hubiera sido por la resistencia de tantas mujeres". Con su vista quebrada y su trabajo constante, Manresa es todas las que reconstruyeron España, a menudo solas y marcadas por el luto, en ese tiempo de escasez al que hace referencia el título de la obra. 

En este sentido, Los días de la nieve pertenece a una familia de obras que se han dedicado recientemente a recuperar las historias de mujeres singulares que no han encontrado aún un hueco en la memoria colectiva. Es el caso de Emilia, sobre Emilia Pardo Bazán, y Gloria, sobre Gloria Fuertes, ambas producidas por el Teatro del Barrio, pero también el de Solo son mujeres, en la que Carmen Domingo y Carme Portaceli homenajeaban a las republicanas que fueron víctimas del franquismo, o de La sección, que se preguntaba por el papel de las militantes fascistas en la construcción de la dictadura. Pero está igualmente conectada con la obra con la que el público descubrió a Conejero, La piedra oscura, sobre las últimas horas de vida de Rafael Rodríguez Rapún, combatiente en la Guerra Civil y amante de Federico García Lorca. Ambas tratan, dice, el "derecho a la memoria" —y la nueva, también el "derecho al olvido"—, ambas hablan de la poesía "como algo que hace mejor a un país" y ambas utilizan a personajes reales y desconocidos para acercarse a grandes episodios de la historia reciente. 

Encender la memoria de Francisca Aguirre

Encender la memoria de Francisca Aguirre

Dicen Conejero y Del Barco —Rosario Pardo guardaba reposo tras unos días enferma— que las memorias y las entrevistas de Manresa valen tanto por lo que cuenta como por lo que calla. Aunque ella insistiera en que no merecía atenciones, que era solo una mujer de la que se había enamorado, siendo muy joven, Miguel Hernández, la costurera es un recipiente de recuerdos y de traumas. Como muchas de sus contemporáneas. Vivió la muerte de su padre, guardia civil, a manos de una patrulla de milicianos no controlada. La de su madre, en mitad de la guerra, interrumpiendo una brevísima felicidad conyugal. La del primer hijo, Manuel Ramón, enfermo desde su nacimiento y de quien Hernández escribió: "Te has negado a cerrar los ojos, muerto mío,/ abiertos al cielo como dos golondrinas:/ su color coronado de junios, ya es rocío/ alejándose a ciertas regiones matutinas". (Manresa se pregunta en la obra: "¿Qué palabra hay para una madre que entierra a un hijo?".) La del marido, el amor de su vida, maltratado en la cárcel, con quien tuvo que casarse de nuevo —las bodas civiles fueron declaradas nulas— in articulo mortis. Del segundo hijo, Manuel Miguel, en el 84. 

Fue también el repositorio de la memoria de Miguel Hernández. Ya fuera por desidia o por miedo, se vio abandonada tras la muerte del poeta por aquellos que habían sido sus amigos o sus colegas. De entre la intelectualidad republicana, en gran parte en el exilio, quedó Vicente Aleixandre, que se interesaba por su salud y le enviaba dinero puntualmente. Entre la cría del segundo hijo, el trabajo agotador "de ocho de la mañana a tres de la mañana siguiente" y el peso del nuevo régimen, Manresa veló siempre por el legado de su esposoel legado de su esposo. Conejero le hace decir: "Protegí, cuidé todos esos papeles, no sólo por el hombre que había amado sino por todas las mujeres y todos los hombres de este país. Tuve que enterrarlos en el jardín. Llevarlos de casa en casa". "Sin ella", añade el dramaturgo, "seguramente se habría perdido gran parte de su obra". Josefina Manresa fue la esposa de Miguel Hernández. Pero Los días de la nieve recuerda que Miguel Hernández fue también el esposo de Josefina Manresa. 

 

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