Día del Libro

Por fin llegó la cosecha

Una florista selecciona sus rosas en Marcabarna-Flor para su venta en Sant Jordi.

El mundo del libro está en capilla, se acercan sus semanas grandes. La traca empieza con Sant Jordi y el Día del Libro (en algunos sitios, también noche), sigue con una efusión de Ferias del Libro y alcanza su cénit con la madre de todas ellas, la de Madrid.

En estos momentos previos, el trajín en los almacenes preludia el volcado masivo de obras sobre paradas, casetas y librerías que, hasta mediados de junio, van a permanecer en estado de ocupación máxima. Los libreros ordenan cajas y ejemplares. Y los escritores afilan sus bolígrafos: en los próximos días van a tener que firmar muchos, muchos libros.

Entiéndase "escritor" en el sentido básico: persona que escribe, autor de obras escritas o impresas, no en su acepción más literaria; al fin y al cabo, aquí lo hemos dicho muchas veces, el libro no es sino un continente capaz de albergar infinidad de contenidos.

Y entiéndase "firmar" no como sinónimo de "vender", sino como el mero acto de rubricar. "Hace unos pocos años fui a Barcelona en Sant Jordi con Ignacio Ramonet, que firmaba La explosión del periodismo ―me cuenta Lourdes Lucía, editora de Clave Intelectual―. Había una fila de mesas en las Ramblas en las que firmaban ensayistas, intelectuales, casi todos muy conocidos dentro de su género. De repente vino una marea de gente joven corriendo que tiró las mesas, los libros, etc. ¿A dónde iban? A sacarse una foto con un personaje televisivo que había escrito un libro contando su vida. Ni siquiera iban a comprar el libro, sólo a sacarse la foto".

No obstante lo cual, es evidente que en estos días se vende. Y mucho. En Barcelona ya se frotan las manos. El presidente de la Cambra del Llibre de Catalunya, Patrici Tixis, ha aventurado que el que se avecina "podría ser un Sant Jordi bastante espectacular si la meteorología acompaña". ¿De cuánto estamos hablando? Pues, según sus cifras, el sector suele facturar en esta diada (y aledaños) unos 20 millones de euros (el año pasado, 21,8 millones).

Es el dinero resultante de vender en torno a un millón y medio de libros, una cantidad fabulosa para un país que, se empeñan en decir las encuestas, no lee. Pero, claro, los alicientes son muchos: el santo patrón trae un descuento del 10% en su día, y mantiene los precios un 5% más bajos mientras duran los festejos.

¿Quiere eso decir que los editores se juegan su ejercicio anual en primavera? Aclaro que nos interesa, sobre todo, la suerte de pequeños y medianos…

"La venta real durante el día 23 y alrededores es muy difícil de determinar para nosotros ―asegura Gregori Dolz Kerrigan, director de la Editorial barcelonesa Alrevés―. Pero lo que sí hemos visto a lo largo de los años, es que durante el mes de marzo (empiezan los pedidos de libreros para Sant Jordi), el mes de abril (cuando muchos pedidos se aplazan con factura a mayo) y el mes de mayo (une vez calculadas las devoluciones), el porcentaje de nuestra facturación de estos meses varía entre un 20% y un 35%". Y si tienen un libro resultón, aumenta considerablemente.

Esos porcentajes impresionan, pero no son válidos para todos. A Claudia Casanova, directora editorial, de Ático de los Libros, el cálculo no le resulta sencillo, aunque "probablemente, entendiendo la campaña de Sant Jordi como todo el mes de abril, nos movemos entre el 10% y el 15% de la facturación. E indudablemente el mes siguiente es otro mes fuerte en cuanto a cifras, porque si bien la campaña de abril ha terminado, es el inicio de la Feria del Libro de Madrid, que es otro momento importante en la facturación de la editorial". Y Alejandro Dardik, editor de la colección La Montaña Pelada de Club editor, calcula que sus ingresos en estas fechas están "en el orden del 15%" del global del año.

Las tres empresas citadas son vecinas de Barcelona, y mencionamos el detalle porque no es baladí. Hay editoriales catalanas que acuden a la feria madrileña, y las hay madrileñas que llevan a sus autores a las calles de la ciudad condal. Pero, no todas las pymes librescas son habituales del puente aéreo.

Por ejemplo, Carlos Rod, editor de Ediciones La uÑa RoTa (con sede social en Segovia), registra un incremento "poco significativo" en Sant Jordi, pero un repunte importante durante la Feria del Libro. "Para nosotros supone un porcentaje relevante en la facturación anual, tanto que, en cierta medida, determina la subsistencia de la editorial".

Al margen del hecho evidente de que no se puede vender lo mismo en un día que en 17, Lourdes Lucía señala el factor fama: Sant Jordi "es una fiesta estupenda. Todo lo que sea acercar los libros a la gente es muy positivo" pero, cada vez más, es una jornada en la que "autore/as muy conocidos (sobre todo si salen en televisión) y los/as de best sellers, firman muchos ejemplares de sus libros, pero las editoriales que publicamos otro tipo de libros (ensayo social, pensamiento crítico, feminismo…) no despertamos tanta expectación en un día". El formato de la Feria del Libro se adapta mejor a sus necesidades, les permite dar a conocer directamente su fondo, "y ahí sí notamos un incremento en las ventas".

Otro editor madrileño, Jesús Egido (Reino de Cordelia) refiere una experiencia similar: "El Día del Libro en concreto es difícil de apreciar. Durante ese mes en mi caso supone un 10% de la facturación anual. En ese período largo entre abril y junio, el 24,5% de la facturación anual".

Tramo de alta concentración de ediciones

Decíamos más arriba que los presentes son días ajetreados, durante los que las editoriales vuelcan sobre las mesas de novedades gran parte de su producción anual. Lo cual es cierto sólo a medias: tan verdad es que los editores grandes presentan sus apuestas a tiempo para este periodo propicio a las ventas (Pérez Reverte y María Dueñas acaban de sacar libro) como que las editoriales más pequeñas no participan plenamente del plan.

Así, Egido, admite que divide sus lanzamientos en dos semestres con sendos momentos álgidos, abril-mayo y Navidad, en los que concentra "los títulos más ambiciosos". Y Rod, que planean la publicación de ciertos títulos "pensando específicamente en la Feria, o con el deseo de que funcionen en esta época del año, en la que, en distintas ciudades, se concentran varias ferias del libro". Pero ése no es el caso de Dardik: ellos programan por trimestre "e intentamos darles la vida más larga posible a todos nuestros libros". Ni (con excepciones) de Dolz, porque siendo la suya una editorial con un amplio catálogo de novela negra, "solemos editar más en consonancia con festivales de este género como puede ser BCNegra, VLCNegra o La Semana Negra de Gijón". Ni de Lucía, que publica más o menos la misma cantidad de títulos todo el año,"exceptuando los meses de julio y agosto por las vacaciones estivales".

Porque, claro, todo depende del tipo del libro y del tipo del lector. Escuchemos a Casanovas, que se desempeña en un grupo con cuatro sellos editoriales (Ático de los Libros, Principal, Oz Editorial y Kitsune Books): "El lector/a juvenil de Oz devora libros en todos los meses del año, sin excepción, y lo mismo pasa con el lector aficionado a la historia. Pero sí, desde luego abril es una época clave para nuestros lanzamientos". E introduce un elemento del que hasta ahora no habíamos hablado: "además del interés del público o seguramente a causa de él, es mayor la atención que los medios prestáis a la cultura en estas fechas, y por lo tanto eso también ayuda. Para un editor, todo motivo es bueno para hablar de los libros que publica".

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Las perspectivas son, pues halagüeñas, aunque el optimismo no oculta una constatación preocupante: las ventas, según pasan los años, son cada vez más estacionarias. Como explica Carlos Rod, "crecen en Navidades y en las distintas ferias del libro que se celebran en las ciudades. En mayo y junio se concentran curiosamente la mayor parte de las ferias. Y sí, éstas se han convertido, y los descuentos tendrán algo que ver, en espacios imprescindibles para editores y libreros. En estas fechas se venden más libros en detrimento de otras épocas del año, como febrero o marzo, por mencionar dos meses en los que la cuenta bancaria tiembla".

No todos los convocados en este reportaje firmarían sin enmiendas esa afirmación. Claudia Casanovas está pero no está acuerdo: la afirmación "es válida para un cierto tipo de libros, y no para otro". Los libros de fondo, los futuros clásicos, no son flor de un día, o de una feria, son fruto del "trabajo callado, de largo recorrido, que no tiene titulares pero que permite a las editoriales seguir publicando".

Los compradores (observen que no utilizamos la palabra "lectores") acuden atraídos por la tradición y la fiesta, por el brillo de las novedades editoriales y el glamour de los autores con sus bolígrafos cargados… Y porque, en un país donde "más del 50% de los ciudadanos jamás ha entrado en una librería", dice Jesús Egido, toparse con el libro en la calle les facilita el trance: muchos de ellos solo compran en estos días estelares. "Y lo dicen abiertamente. Sucede lo mismo, imagino, en otros países de nuestro entorno cultural: Marruecos, Gambia, Burundi, Congo, Liberia, Guinea… Son los que más se aproximan a nuestra inversión pública en Cultura".

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