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Libros

Elegir, comprar, tal vez leer

Imagen de archivo de una mujer leyendo un libro.

Con motivo de la celebración, el pasado 23 de abril, del Día del Libro, la británica Reading Agency, organización que trabaja en favor de la lectura, publicó las conclusiones de una encuesta realizada a 2.000 adultos lectores.

Entre sus resultados, uno muy llamativo: más de la mitad de ellos (54%) batallaron con un libro hasta 3 meses antes de decidirse a abandonarlo. Puestos a averiguar, desde la Reading Agency les preguntaron por ese libro comprado cuya última página no alcanzaron jamás: 50 sombras de Grey encabeza este dudoso ranquin, en el que asimismo figuran (inopinadamente) El Señor de los Anillos y Harry Potter y la orden del Fénix. Ni que decir tiene que la angloparla, tan dada a la etiqueta, tiene nombre para esto: book-blockbook-block.

Llamativa también es la convicción, defendida por casi uno de cada cuatro (22%), de que, una vez empezado, nunca has de dejar de leer un libro.

Leído lo cual, intenté averiguar qué ocurría en mi entorno, así que lancé una encuesta tuitera creyendo que encontraría a perseverantes de la lectura. Todo lo contrario: los piantes que respondieron no tienen el menor empacho a la hora de abandonar lo que no les gusta.

"¿Por qué te lo terminas cuando es insufrible?", me preguntó a su vez @AlberjoeH. Y @macondalee: "Habiendo tantos libros que leer y siendo la vida tan corta, ¿por qué perder el tiempo con un libro que no te gusta?".

@_DonPelayo_ confesó que él deja "libros a la mitad cuando son malos y no me enganchan" mientras que, si le atrapa, puede "sacrificar horas de sueño por leer"; pero es que, se justificó @MartinezKudikas, "algunos son malos de coj…". Puede ocurrir, admite @kuki007b, que los que se te atraganten sean "libros muy interesantes", pero en general la renuncia se produce cuando "es malo y aburre" porque, dice @maikelfebrero, "es una pérdida de tiempo. Llegas hasta la mitad o donde puedas mientras das una oportunidad al escritor".

Y, en contadas ocasiones, la perseverancia tiene su recompensa: @FabrizioSalina me contó cómo intentó leer Paradiso, de Lezama Lima, "al menos cuatro veces sin poder pasar de las primeras 40 páginas. A la quinta lo conseguí y me gustó. Entiendo que dependió del momento". Lo mismo pasa, con las series, me señaló @daocal: "imagino que no responden a las expectativas o que no te pilla en el momento adecuado la lectura".

Quién deja a quién

¿Buscamos responsables? @watemberg, escritor y lector, sugiere que el abandono puede suceder tanto "por desinterés (tanto por la trama, narradores..., que te deje de gustar, como por la estética: el libro te ha dado ya lo que necesitabas, estéticamente) o porque tu mente lo desprecie porque necesite otra motivación". Pero, @fisicadisidente apuntó a la industria del libro, "que necesita constantemente editar y sacar libros a la venta como sea, basándose en famosos para ahorrar en publicidad y escritos por negros la mayoría de las veces".

Por fin, @euromenard contestó con lo que quizá sea un resumen de lo hasta aquí leído: "Yo nunca he dejado un libro. Siempre son ellos los que me han abandonado".

En todo caso, como me dijo ‏@WiolandBrave, hay quien considera que abandonar un libro es "uno de nuestros derechos como lectores. Y yo le hago caso. Cuando un libro no me complace, lo aparto sin remordimientos". Se refiere a Daniel Pennac y su decálogo de derechos de los lectores:

 

  1. El derecho a no leer.
  2. El derecho a saltarnos páginas.
  3. El derecho a no terminar un libro…
  4. El derecho a releer.
  5. El derecho a leer cualquier cosa.
  6. El derecho al bovarismo.
  7. El derecho a leer en cualquier sitio.
  8. El derecho a hojear.
  9. El derecho a leer en voz alta.
  10. El derecho a callarnos.

… cuya lectura (en realidad, la del libro donde viene, Como una novela), también me sugirió @laura_ibanez_tr.

Constatado, pues, las personas que responden a las preguntas que una lanza por Twitter no tienen problemas para deshacerse de una lectura que no les convence, contemplemos la posibilidad de que otros sí crean adquirir, cuando eligen un libro, una suerte de "compromiso de finalización". ¿A qué puede deberse?

Según Julián López García y Jorge Moreno Andrés, en un texto recogido en un trabajo colectivo sobre cómo leemos en la sociedad digital, al convencimiento de que "es un desperdicio dejar un libro a la mitad. Funciona respecto a la lectura del libro la misma retórica que con los platos de comida en las casas de los pobres: hay que acabarlos, no se pueden desaprovechar, porque el libro, por el hecho de serlo, es ya un valor". López García y Moreno Andrés aseguran que existe una cierta "deificación del libro", que lleva a pensar que "si un libro no me gusta, el problema es mío y no del libro". Una manera de reverenciar lo escrito.

Control digital

Hasta hace nada y en el terreno de los libros de papel, la única manera de saber si alguien se había rendido ante un libro era mediante confesión por parte del derrotado. O gracias a una encuesta, como la realizada por Reading Agency.

Pero, desde que los libros electrónicos entraron en nuestras vidas, las cosas cambiaron.

En 2014, la empresa Kobo reveló que The Goldfinch (El jilguero), la novela que le valió a Donna Tartt el Pulitzer, que le mereció elogios en el mundo entero y que llegó alto en las listas de los más vendidos, intimidaba a los lectores británicos hasta el punto de que apenas el 44,4% de quienes lo iniciaron pudieron completarlo. Ese mismo estudio reveló que los británicos terminaban con más facilidad las novelas románticas (62%, que tampoco es para tirar cohetes), que las policíacas (61%), o las de fantasy (60%), mientras que los italianos acaban sobre todo las novelas románticas (74% lo lograban) y los franceses, las novelas negras (70%).

El detalle de los conocimientos que Kobo, propiedad de la japonesa Rakuten, demostró sobre las preferencias de los lectores era sorprendente. En un documento publicado por esas mismas fechas y titulado Publishing in the Era of Big Data, la compañía anunciaba la lectura digital hacía posible "saber cómo se relaciona el cliente con el libro en sí: qué libros se dejaron sin abrir, cuáles se leyeron hasta la última palabra y con qué rapidez".

"Están mirando lo que lees", tituló un post de la New York Review of Books. Y no les faltaba razón.

Para la realización de este reportaje, me dirigí a Kobo buscando un interlocutor, pero sus respuestas consistieron en fragmentos extraídos de documentos por ellos publicados. Así, a la pregunta: ¿Cuán profundo es el conocimiento que tienen de sus lectores, qué saben de ellos?, me respondieron con un párrafo de su informe How the Best Readers in the World Read:

"El gran avance que ofrece la tecnología digital es una comprensión precisa de cómo leen los lectores. Si bien históricamente podíamos medir un libro por el mérito literario que le atribuían los críticos o los jurados de los premios, su rendimiento de ventas y, tal vez, las valoraciones de los clientes para comprender su atractivo popular, ahora tenemos la oportunidad de obtener conocimientos de una tercera dimensión: cómo el público lee el libro o si lo leen en absoluto. ¿Qué libros se leyeron con prisa febril, cuáles perdieron impulso y cuáles fueron abandonados? Los datos de lectura agregados nos han proporcionado una gran comprensión de quiénes son los mejores lectores y qué parecen querer".

Stephen Hawking, santo patrón

Son unos conocimientos que comparten tímidamente con nosotros, el grueso de la información se la quedan para uso propio. En mayo de 2017, Amazon incluyó en su web estadounidense una nueva posibilidad: hasta ese momento sólo podíamos saber cuáles eran los libros más vendidos, a partir de entonces podíamos además saber cuáles eran los más leídos. Y, desde luego, no coincidían. Salvo error por mi parte, el experimento no ha traspasado fronteras.

Libros por recomendación

Libros por recomendación

En definitiva, sí, nos leen cuando leemos (en formato digital), saben por supuesto, qué libros compramos, cuándo empezamos a leerlo y cuando lo posamos, a qué velocidad leemos…

…también qué párrafos subrayamos. Que no es un asunto menor. Hace unos años, Jordan Ellenberg, profesor de la University of Wisconsin-Madison, propuso servirse de los resaltados más populares: se podía ver si están o no repartidos por todo el libro, porque si dejaban de aparecer a partir de un cierto punto era, con toda probabilidad, síntoma de abandono. Lo llamó "Hawking Index", "Índice Hawking", y no tenía una pretensión científica, el propio Ellenberg lo reconoció en un el Wall Street Journal.

En cuanto al nombre, era un homenaje a Stephen Hawking y su A brief history of time, generalmente considerado "el libro menos leído de todos los tiempos". A pesar de lo mucho que se vendió.

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