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Las vidas tras la guerra contra Sendero Luminoso

El escritor peruano Rodrigo Murillo Bianchi.

En 1992, cuando la organización terrorista Sendero Luminoso contaba con unos 2.700 militantes, cuando habían sido asesinadas ya gran parte de sus más de 31.000 víctimas, el escritor peruano Rodrigo Murillo Bianchi tenía seis años. Recuerda a los militares llegados a su ciudad, Arequipa, "hombres violentos y armados, pero profundamente nerviosos y paranoicos, sintiéndose acechados por un enemigo invisible del que no querían hablar". Era el mismo que había amenazado a uno de sus familiares, el mismo por el que alternaban las rutas para ir al colegio, el mismo por el que su padre compró dos pistolas, una para su esposa y otra para él. "Es algo que se te queda grabado. Ver a una señora que en su vida ha disparado y que guarda una pistola en la guantera... Son recuerdos que ahora parecieran de otro planeta", dice, mientras se enfría su café solo. 

Pero todo eso existió. Y para que no se olvide —porque "toda reconciliación debe proteger la memoria", asegura— ha escrito Los héroes sentimentales (Nuevos talentos), su primera novela. En ella narra aquella guerra que asoló Perú durante más de una década y que dejó alrededor de 70.000 muertos a través de "las tres instituciones vitales en cualquier conflicto del mundo hispanoamericano": un militar, un sacerdote y un guerrillero. El título, escrito en Madrid, donde reside desde 2016, le ha dado ya la primera alegría: el Premio José Ángel Mañas a la mejor ópera prima, inaugurado este año por el escritor, autor de Historias del Kronen y colaborador de tintaLibre, la revista mensual de infoLibre. La novela ha sido seleccionada primero por los lectores de la web de Nuevos talentos, que votaban sus textos favoritos, y luego por el propio Mañas, que elegía entre cinco finalistas. El galardón está dotado con 12.000 euros, además de con la publicación de la obra. 

 

Aquí figuran el "comprometido y moderado" Santiago Pío Ferré Silva, oficial de la marina; el "valiente y comedido" Basilio Huayta Quispe, sacerdote jesuita; y el "conflictuado y millonario" Maximiliano O'Higgins, un joven estudiante cuya trama se une a la de Jacinto, hijo de una de sus empleadas del hogar y miembro de Sendero Luminoso. Son los "héroes sentimentales", pertenecientes a bandos enfrentados, moviéndose todos ellos en zonas grises y difícilmente heroicas. Murillo se propone acercarse a las razones de los personajes, "incluso de los villanos". Como el capitán Alfonso Jenkins, involucrado en crímenes de Estado: "Leyendo la novela, el lector entiende el miedo terrible al que estuvo sometido y la fundamentación lógica de sus decisiones, incluso las más polémicas". En el otro extremo, Jacinto, el joven combatiente que cree estar cargado de razón al militar en la organización marxista, surgida tras varias escisiones del Partido Comunista del Perú. Sus historias se entrelazan a lo largo del verano de 1992, con ramificaciones desde 1963 hasta 2011. 

Una nota preliminar advierte: "Aunque inspirada y documentada con hechos reales, esta es una novela cuya trama y personajes son ficticios". Murillo, con un posgrado en historia, no duda en recoger en un anexo los sucesos en los que, de manera más o menos evidente, se apoya la novela. El atentado de Tarata (calle del barrio de Miraflores, el Lima), perpetrado por Sendero Luminoso en julio de 1992, en el que resultaron asesinadas 25 personas y más de 100 fueron heridas. Murillo cita las declaraciones de un transeúnte, entrevistado por un periodista justo después del atentado, extraídas de la prensa: "Los hijos de puta... Hay que matarlos, hay que exterminarlos... Así de sencillo, aunque suene un poco duro, los derechos humanos, la prensa internacional...". Y recoge también la masacre de Cantuta, en la que un comando paramilitar constituido por miembros del Ejército secuestró y asesinó a nueve estudiantes y un profesor universitario a quienes consideraban cercanos a Sendero Luminoso. 

"Al estar inspirada en hechos reales, documentados judicialmente, la historia de los personajes no expone mucho de la opinión del autor", se excusa Murillo, "y permite que, a partir de la novela, el lector se fragüe una opinión propia sobre estos hechos de la historia del Perú". Pese a eso, sabe que se mueve en terreno espinoso. Sabe que su representación "humanizada" del terrorista o su crítica a los crímenes de Estado molestarán a "gente agradecida con un hombre como Alberto Fujimori, a quien se le ha demostrado no solamente que amparó violaciones a los derechos humanos, sino también casos muy graves de corrupción".

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En su intento por desarrollar una visión comprensiva del conflicto —cita en varias ocasiones a Manuel Chaves Nogales, cronista de la Guerra Civil española de quien admira la independencia y su incómoda posición en medio de ambos bandos—, evita ensañarse con esa parte de la sociedad peruana que aún ve con buenos ojos al dictador: "Como vivieron esta guerra en carne propia, dicen: 'No me importa si robó, no me importa si mató, pero pacificó al país'. No estoy de acuerdo, y sé que para ellos Los héroes sentimentales será una novela dura". ¿Han leído sus padres el libro? "Es complejo", dice. Su madre va por el tercer capítulo. "Ellos tienen una postura y estoy seguro de que algunos episodios narrados en el libro generarán controversia". La otra referencia literaria que nombra con asiduidad es Patria, la novela en la que Fernando Aramburu da cuenta del conflicto vasco. 

Señala también Lituma en los Andes, de Mario Vargas Llosa, y Abril rojo, de Santiago Roncagliolo, que abordan también los años de la violencia. Aunque se desmarca: la primera no es un thriller político, la segunda inventa asesinos en serie. Si se le pregunta por una lectura fundamental para entender el conflicto, el autor no recurre a la novela, y menciona dos informes: el de la Comisión de la verdad y reconciliación, que recoge de manera exhaustiva la actividad de Sendero Luminoso y de las fuerzas del Estado, y el informe elaborado por los militares, poco conformes con el primero. Como escritor, Murillo abandona aquí la violencia de Sendero Luminoso y de los paramilitares. Como ciudadano peruano, no cree que pueda dejarla atrás nunca: "Se irán conociendo más cosas. Hay miles de desaparecidos, culpables desconocidos. Será difícil liberarse por un buen tiempo. Quizás mis hijos puedan". 

 

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