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Cultura

El final en suspenso

Lucia Berlín en Acapulco en 1961.

Dicen que San Francisco de Sales, obispo de Ginebra y Doctor de la Iglesia, es el patrono de escritores y periodistas. Pero entre los autores, el subsector de los que siguen publicando después de haber muerto tiene alguien distinto al que encomendarse: Franz Kafka. O quizá a Max Brod, el albacea que tenía órdenes taxativas de quemar todos sus textos a su fallecimiento y que, haciendo oídos sordos a sus últimas voluntades, alteró la jerarquía del panteón literario mundial.

Esa (bendita) traición post mortem post mortemes lo que diferencia el caso kafkiano de los protagonizados por (y sólo cito dos entre muchos posibles) Irène Nemirovsky, que murió en Auschwitz y cuyas hijas tardaron años en leer y dar a la imprenta sus diarios; y el de John Kennedy Toole, que se suicidó tras cosechar una desesperante colección de negativas a publicar su obra, y debe su éxito póstumo a la perseverancia de su madre. Suite francesa (y no fue el único texto recuperado) y La conjura de los necios no habrían llegado a las librerías si alguien no hubiera defendido el legado de esos escritores inéditos.

El caso más reciente es el de Lucia Berlin, una autora apenas publicada y prácticamente desconocida en vida que, diez años después de su muerte, se convirtió, gracias a Manual para señoras de la limpieza, en un fenómeno literario mundial, devorado por los lectores, aplaudido por la crítica. Manual… es el fruto de la fe inquebrantable de Stephen Emerson, que seleccionó 43 historias recuperadas en libros y revistas. "El gran sueño de Lucia Berlin era que su trabajo se siguiera leyendo por mucho tiempo después de que muriera", declaró Emerson. "Era una persona modesta y muy generosa, con un gran corazón. Ella quería que eso se reflejara en su trabajo. Esperaba ser franca en su escritura, y trabajaba para evitar la apariencia de estar presumiendo".

Ahora, los editores buscan reeditar el éxito con Una noche en el paraíso. Eso sí, las campañas promocionales ya no pueden hablar de ella como "la mejor escritora de la que no hayas oído hablar nunca".

Mujer contra mujer

En este repaso viene a la mente el nombre de Stieg Larsson, que falleció de un ataque al corazón al poco de entregar a su editor el tercer volumen de la serie Millennium, cuya primera entrega estaba a punto de llegar a las librerías. Ni que decir tiene que su herencia fue objeto de un pleito con muchos ceros entre su pareja, a la que no le unía ningún documento legal, y su familia.

También el legado de Roberto Bolaño ha sido motivo de controversia. EL chileno era, en el momento de su muerte, un escritor consagrado en el espacio literario en español; pero el triunfo mundial le llegó años después de su defunción, cuando una editorial estadounidense publicó The savage detectives, convirtiéndolo así en autor de culto. Entonces, la dimensión de su herencia cambió de manera radical.

A eso se viene a sumar una peculiaridad sentimental: Bolaño, casado con Carolina López, mantuvo en sus últimos años una relación con Carmen Pérez de Vega, una presencia que, según denunció Ignacio Echevarría, está siendo sometida a un proceso de "borrado" por parte de la esposa legítima.

 

El escritor chileno Roberto Bolaño.

Este "mujer contra mujer" aún colea en los tribunales: López pide 250.000 euros a Pérez de Vega por atentar contra su honor. En su demanda también cargan contra la periodista argentina residente en México Mónica Maristain, autora del libro El hijo de Mister Playa, que al no presentarse ayer al juicio fue declarada en rebeldía. "López y sus hijos estiman que no es cierto que Pérez de Vega sea 'la última pareja de Roberto Bolaño'.

Maristain afirma en su libro que Bolaño y López estaban "separados, aunque no de forma oficial". Escribimos a Maristain para conocer su opinión más allá incluso de esta escaramuza legal. "Yo también estoy enjuiciada. Así que no puedo hablar mucho", advierte.

Y no lo hace. Nos dice que no tiene idea de lo que él ha dejado, "no me interesa como lectora leer esos libros póstumos". Y cuando le preguntamos si el legado de Bolaño se ha visto empañado por la lucha entre las dos mujeres de su vida, si él no lo vio venir, si no lo pudo prever, responde: "Creo que no, fundamentalmente porque no pensaba morirse. El caso de Carmen Pérez de Vega es muy triste, jamás ha hecho nada en contra de la familia de Bolaño y nunca ha tenido interés en nada". En cuanto a la posibilidad de que estas broncas alteren la valoración final de la obra del autor, es categórica: "No alteran para nada. Roberto Bolaño es un autor genial".

En una de las batallas de esta guerra, la viuda dejó a Anagrama sin la obra de Bolaño y la transfirió a Alfaguara. De las razones de ese traslado también habla Echevarría en el artículo mencionado… Fruto del acuerdo fue la publicación de inéditos como El espíritu de la ciencia ficción, en cuyo prólogo, Christopher Domínguez Michael expresa un deseo: "Ojalá el arcón de Roberto Bolaño nunca se cierre", y compara ese "arcón" de inéditos con el de Pessoa; y Los sinsabores del verdadero policía que también aparece, como vestigios de un tiempo anterior, en la web la web de Anagrama, que conserva el rastro de todas las obras que Bolaño les confió, eso sí, indicando que se trata de títulos descatalogados.

Sobre el papel perverso de las viudas en la gestión del legado literario de sus difuntos hay abundante literatura. Conocidos son los casos de María Asunción Mateo, viuda de Rafael Alberti; o el celebérrimo de María Kodama, viuda de Borges. En este texto se habla de ella… pero no sólo. Natalia Páez repasa lo sucedido con la obra de Adolfo Bioy Casares, protagonista involuntario de un juicio por su sucesión y la de su mujer Silvina Ocampo; de Roberto Arlt, que lo dejó todo en manos de su hija, Mirta, a la que se le atribuyen alteraciones de algunas obras emblemáticas por considerarlas soeces o inapropiadas; o de Manuel Puig, cuyo hermano Carlos solía pedir la modificación de las biografías que incluían algún detalle de la vida social del autor de Boquitas Pintadas.

No hay delito de traición

Estos últimos ejemplos nos sitúan en el terreno de los herederos, un vasto grupo humano en el que se encuentran gestores de toda laya, incluidos los que empujados por pasiones sentimentales, literarias o crematísticas, no dejan cajón sin revolver hasta encontrar ese texto que, a veces iluminando al mundo, otras empequeñeciendo la obra de sus autores, sale a la venta con fajas promocionales que airean su condición de obra recuperada y póstuma.

Quizá porque, como escribió Carmen Martín Gaite en Irse de casa, "raro es el final que no se queda en suspenso".

Quien recuerda la cita es Carmen Valcárcel, profesora de Literatura española de la Universidad Autónoma de Madrid. "Las razones por las que un escritor o una escritora no quiso –o no pudo– publicar algunos de sus textos en vida son tan variadas como complejas (algunas, inconfesables)", dice. Por eso, "dar a conocer esos textos desconocidos, relegados o arrinconados no es 'traicionar' su voluntad, no lo es siempre que se haga con respeto (¡qué peligro el morbo!) y rigor (no puedo eludir mi profesión académica)".

Lo feo, lo demasiado humano

Lo feo, lo demasiado humano

Valcárcel es experta la obra de Martín Gaite y de Max Aub, cuya bibliografía registra la publicación post mortem de textos inéditos o inacabados: Los parentescos en el caso de la primera, y Luis Buñuel, novela en el del segundo. En su opinión, la aparición de esos títulos supone "la incorporación de nuevas piezas a su mismo mundo literario o bien la iluminación de vertientes artísticas complementarias (como el diario en collages de Visión de Nueva York de Gaite); tales textos también pueden abrirnos la trastienda de la escritura o acercarnos al proceso de su formación como creadores (Cuadernos de todo o El libro de la fiebre, nuevamente de la escritora salmantina)".

Asimismo, prosigue la Carmen Valcárcel, las ediciones de diarios, memorias, epistolarios y otros géneros autobiográficos, a pesar de un cierto pudor al entrar en un espacio íntimo que no nos pertenece, "permiten descubrir múltiples facetas de los autores, al tiempo que contribuyen a tejer la red de relaciones literarias, culturales y humanas de su época (el epistolario del exilio en el caso aubiano, por ejemplo)".

La polémica es vieja como la literatura, y este artículo no tiene voluntad de zanjarla. Habrá que seguir leyendo.

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