Cultura

Canciones para el "maestro" Krahe

El músico Joaquín Sabina, durante la presentación de La sonrisa de Krahe, disco de homenaje a Javier Krahe.

Javier Krahe, cuentan sus amigos, tenía el siguiente ritmo de trabajo: escribía cuatro canciones al año, en vacaciones, y grababa un disco cada tres. Por eso ellos se han tomado "con la misma paciencia y la misma calma" publicar el disco de homenaje La sonrisa de Krahe que ahora lanza Sony. El trabajo nace de un concierto celebrado el 20 de noviembre de 2016, más de un año después de que Krahe falleciera, en Zahara de los Atunes, aquel 12 de julio. Allí, en la sala Galileo Galilei de Madrid, estaban los autodenominados Huérfanos de Krahe, Javier López de Guereña, Andreas Prittwitz y Fernando Anguita, músicos habituales del homenajeado. Y con ellos, un puñado de amigos a los que habían conseguido reunir, como Joaquín Sabina, el Gran Wyoming, Javier Ruibal o Pablo Carbonell. Los dos primeros se unían a los "huérfanos" este jueves para presentar el disco de aquel directo en la misma sala en la que se grabó. 

Javier Krahe, el genio cotidiano que “no necesitaba a nadie para ser alguien”

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"Ha sido el mejor amigo que he tenido nunca. El mejor interlocutor", recordaba Sabina, que compartió con Krahe los primeros tiempos de La Mandrágora, nombre del bar de la Cava Baja en el que empezaron a tocar, junto con Alberto Pérez, y del disco de 1981 que grabaron juntos. De aquel antro recuerda el músico unos versos escritos por su "maestro": "La Mandrágora/ es una planta/ baja de un sotanillo/ donde se canta". Porque eso fue Krahe para él: "En la vida siempre he necesitado maestros, y el mejor que he tenido ha sido él". En el nuevo disco, el jienense interpreta "La tormenta", versión de Georges Brassens que Krahe cantaba ya por entonces, pero también recita su poema "Lo quise tanto", que confiesa: "Lo quise tanto que lo odiaba a veces/ porque era tan mejor que me borraba". "Krahe no es que fuera vanidoso", insiste ahora, a meses de que se cumplan cuatro años desde su muerte, "es que era el mejor". Sabina ha sumado a la lista "Coplas patéticas", versión de la única canción completa que su amigo dejó sin grabar. 

Entre anécdota y anécdota sobre el cantante y letrista, el Gran Wyoming se deshacía también en elogios: "Tuve la suerte de ser amigo suyo, era un instructor. Era sabio en el sentido de que sabía en todo momento lo que había que hacer. Yo solo he tenido fe en un ser humano, y era él". Wyoming interpreta en el disco "Antípodas", un divertimento en el que Krahe termina cada verso con una palabras esdrújula. Lo hace de nuevo sobre el escenario en la presentación, acompañado de nuevo de los Huérfanos, añadiendo un preludio en inglés: "A él no le gustaba que se cantase en inglés", bromea frente al micrófono, "ahora que se aguante". Es la misma canción que interpreta en el DVD que acompaña al disco, cortes tomados también del directo que complementan los temas que figuran en el CD. Por uno o por otro se pasean Quequé, Dani Flaco, Pepín Tre, Alejandro García, Eva Hache, David Broncano, Tomasito... En ambos aparece, al final, la grabación de "Marieta", la última canción que interpretó Krahe, bis final del concierto que celebró 20 días antes de su muerte. A ambos discos acompaña el el documental Que valga Krahe, que si no..., de Lupe Alfonso, que sigue en Cuba el empeño del rapero Kamankola por celebrar otro concierto de homenaje al músico. 

"No teníamos la necesidad de hacerle un homenaje porque le teníamos muy presente", cuenta Javier López de Guereña en la presentación. De ahí, claro, la poca premura. Pero querían darle la oportunidad "a la gente que le quiere" y a sus seguidores de despedirse de él. No pensaban precisamente en una despedida lacrimosa. Él mismo recuerda que, cuando murió el músico, el Gran Wyoming y él estaban "llorando, pero llorando" y a la vez "partiéndo[se] de risa". Wyoming recuerda uno de los particulares elogios de Krahe: "Tú eres el que mejor hace las cosas mal". Sabina recuerda haberle preguntado tras un concierto qué le había parecido: "Muy Salieri", contestó él, con guasa. "Era un cabrón", zanja entre carcajadas. Años después, conservan la sonrisa del "maestro", del "amigo", del "instructor". Lo resume Sabina citando a Jorge Manrique: "Aunque la vida perdió dejónos harto consuelo su memoria".

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