Cultura

La verdadera mentira política

Imagen de archivo del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, antes de una intervención ante los medios.

- Vivian: He pensado titularlo: La decadencia de la mentira: Protesta.- Cyril: ¿De la mentira? ¡Y yo que creía que nuestros políticos conservaban esa costumbre!- Vivian: Pues te aseguro que no es así, nuestros políticos nunca llegan más allá de la deformación, y de hecho, hasta condescienden a demostrar, discutir y argumentar. ¡Qué diferencia respecto al temperamento del verdadero mentiroso, con sus afirmaciones rotundas e intrépidas, su magnífica y responsabilidad y su desprecio tan saludable como natural por cualquier prueba! Después de todo, ¿qué es una buena mentira? Simplemente, aquello que contiene en sí su propia prueba.Oscar Wilde, La decadencia de la mentira.

Durante años me desempeñé en un medio de comunicación cuyas actividades cotidianas estaban presididas por esta frase: "La verdad os hará libres", presente en al menos dos evangelios.

Algún descreído sonreirá… Incluso entonces, cuando estábamos menos resabiados y éramos menos críticos que ahora con la actividad periodística, la cita se nos antojaba entrañable en su ingenuidad, pero excesiva.

Puede que, en algún tiempo lejano, esa afirmación tuviera sentido, y siempre hay quien, siguiendo la estela de Montaigne, se muestra dispuesto a denunciar que la mentira "constituye una falta de respeto y en el fondo una forma de violencia". Pero (leo en El impostor de Javier Cercas), "como el pájaro de un verso de T. S. Eliot, Nietzsche observó que los seres humanos no podemos soportar demasiada realidad y que a menudo la verdad es mala para la vida". Peor aún: "La capacidad de los seres humanos para ignorar lo que no quieren saber es ilimitada", sostiene la historiadora Margaret MacMillan refiriéndose al estallido de la Primera Guerra Mundial, si bien ¡se puede aplicar a tantas situaciones!

Desde luego, siempre se ha mentido, y muchos prefieren vivir engañados. Si acaso, en estos tiempos en los que no hay conversación en la que no se incruste el sintagma fake news, podemos alarmarnos porque, vuelvo a Cercas (esta vez, a una entrevista), "la mentira ha adquirido un poder aterrador".

Ahora que vamos despacio...

"El lenguaje político está diseñado para que las mentiras suenen como verdades, que el crimen parezca respetable y para darle consistencia a lo que es puro viento", escribió George Orwell (Politics and the English Language), y en su opinión lo escrito valía para todos los partidos políticos. Esa certeza era también un motor: "Escribo porque existe alguna mentira que aspiro a denunciar, algún hecho sobre el cual quiero llamar la atención" (Why I Write. Los dos textos citados están en este volumen).

Nada nuevo bajo el sol. Ya Platón imaginó, en la alegoría de la caverna, qué ocurriría si se pretendiera liberar de las cadenas y curar de su ignorancia a los encerrados en la gruta: "¿No matarían a quien intentase desatarlos y hacerlos subir, si pudiesen echarle mano y matarlo?". Y Maquiavelo, que no nos falte Maquiavelo, tras anotar que el enmascaramiento y el engaño son consustanciales a la política, defendió que "es menester saber encubrir ese proceder artificioso y ser hábil en disimular y en fingir. Los hombres son tan simples, y se sujetan a la necesidad en tanto grado, que el que engaña con arte halla siempre gente que se deje engañar".

Al cabo, mentir en política, además de una necesidad, puede ser un arte. Jonathan Swift firmó, en 1733, una oferta de suscripción (micromecenazgo, lo llaman ahora). En ese reclamo se comprometía a "entregar el primer volumen a los suscriptores antes del día de San Hilario, si el número de suscripciones le anima a ello". No debió suscitar gran entusiasmo, porque los dos volúmenes publicitados no vieron la luz… "Un opúsculo atribuido a Swift, que viene a abrir una suscripción a un libro finalmente inexistente, obra de un autor anónimo: ¡mejores auspicios no podía tener un Arte de la mentira política!", exclama Jean-Jacques Courtine en la introducción a la obra.

Courtine explica en ese prólogo que el texto no se ocupa tanto de los fundamentos fisiológicos o espirituales del disimulo como de sus efectos políticos. La pregunta, en el fondo, es la misma que plantearon Platón y Maquiavelo: ¿conviene ocultar la verdad al pueblo por su propio bien, engañarlo para salvaguardarlo? "El arte de la mentira política es, en efecto, 'el arte de hacer creer al pueblo falsedades saludables con vistas a un buen fin'. Porque el pueblo 'no tiene ningún derecho a la verdad política' como tampoco debería poseer bienes, tierras o castillos. La verdad política debe seguir siendo, como esos otros patrimonios, una propiedad privada: como pensaba Disraeli, sólo el gentleman sabe, por su propia condición, cuando conviene decir la verdad y cuando callarla o disfrazarla. El pueblo, como aquel personaje de La Fontaine, es 'hielo ante las verdades y fuego ante las mentiras'".

Por todo ello, Swift propone una taxonomía de las mentiras políticas, distinguiendo tres tipos: la mentira calumniosa, que disminuye los méritos de un hombre público; la mentira por aumento, que los infla; y la mentira por traslación, que los traslada de un personaje a otro. Sea de un tipo o de otro, lo importante es que la mentira sea verosímil.

... Vamos a contar mentiras

¿Existe el derecho a mentir? A este respecto, la historia recuerda una polémica célebre, fechada en 1797 y protagonizada por Inmanuel Kant y Benjamin Constant. ¿Hay un deber absoluto de decir la verdad, toda la verdad, siempre la verdad? Frente a las tesis del imperativo universal moral de la verdad del filósofo de Königsberg, el francés opone los ejemplos concretos de situaciones en las que decir la verdad puede equivaler a hacer el mal.

"El principio moral, por ejemplo, según el cual decir la verdad es un deber, de ser tomado en un modo absoluto y aislado, convertiría a toda sociedad en imposible. Prueba de ello tenemos en las consecuencias muy directas que ha sacado de este principio un filósofo alemán, que llega a pretender que, incluso hacia los asesinos que os preguntasen si vuestro amigo se ha refugiado en vuestra casa, la mentira sería un crimen", escribió Constant.

Gabriel Albiac, prologuista del libro ¿Hay derecho a mentir? que recoge la disputa, explicó en este artículo la esencia de la discrepancia en la que Kant respondió a su retador equivocándose de plano. En su opinión, dice Albiac, ni la forma más monstruosa del asesinato en masa serían equiparables en maldad a la mentira: "El mentiroso –sentencia un Kant aterrador para quienes hemos vivido dos siglos luego– es menos un hombre verdadero que la apariencia engañosa de un hombre’. ¿Por qué? Porque infringe la ley, por encima de la cual no hay hombres".

Las razones del desatino kantiano son varias, quizá no tenía a Constant por un rival de categoría o quizá eran las experiencias vitales de cada uno las que marcaban sus posturas… Constant, que vivió la Revolución Francesa y sirvió a Napoleón, atravesó el Terror, y sus afirmaciones no podían ser ajenas a esa vivencia. Como él, Hannah Arendt, testigo excepcional de las perversiones totalitarias del siglo XX, sabía que "el hombre que dice la verdad pone su vida en peligro".

Arendt es la autora de dos breves ensayos: Verdad y política, una respuesta a la controversia causada por la publicación de Eichmann en Jerusalén, y La mentira en política, que vio la luz tras la filtración a la prensa de los Documentos o Papeles del Pentágono a principios de la década de 1970. Juntos, han sido editados en español bajo el título Verdad y mentira en la política, donde leemos: "Los hechos y las opiniones, aunque deben mantenerse separados, no son antagónicos; pertenecen al mismo campo. Los hechos dan forma a las opiniones, y las opiniones, inspiradas por pasiones e intereses diversos, pueden divergir ampliamente y, aun así, ser legítimas mientras respeten la verdad factual. La libertad de opinión es una farsa si no se garantiza la información objetiva y no se aceptan los hechos mismos".

Tralará

Kellyanne Conway, asesora de Donald Trump, saltó a la fama mundial cuando denominó las mentiras flagrantes de su jefe "hechos alternativos".

Dice el filósofo Bernardo Bayona que, "en asuntos humanos, la verdad fáctica –la verdad histórica, la verdad sociológica, la verdad económica– es susceptible de interpretaciones y de opiniones diversas y cambiantes. Hablar de los hechos supone interpretarlos, no sólo porque no pueden ser percibidos al margen de las lentes personales y de las perspectivas interesadas con que los observamos, sino porque el lenguaje con que describimos los hechos nunca es totalmente aséptico".

Escritores en casa ajena

Escritores en casa ajena

Es la Ley Campoamor, establecida a partir del famoso poema de Ramón de Campoamor: "Y es que en el mundo traidor / nada hay verdad ni mentira: / todo es según el color / del cristal con que se mira".

Es Bayona del parecer de que para la democracia es importante distinguir los hechos y las opiniones, pero también lo es evitar sacralizar los hechos. "Primero, porque siempre cabe un margen de error o de incertidumbre y porque los hechos pueden ser incompletos o provisionales. Pero, sobre todo, porque, si identificáramos el campo de la política con el de las verdades objetivas, el buen hacer político consistiría en el mejor saber científico y reduciríamos la acción política a la mera gestión técnica de los problemas y las situaciones por los expertos y los tecnócratas, sin oposición posible a su saber indiscutible. Y la hegemonía de la tecnocracia irrefutable, en la que el poder siempre tiene la razón, las cosas son como son y las veleidades ideológicas son tachadas despectivamente de populismo, es otra cara del totalitarismo".

Es decir, para poder debatir acerca de lo deseable debe establecerse con rigor la verdad factual, pero a la política le corresponde lo primero, no lo segundo. Ocurre que, si bien antes la mentira política era, sustancialmente, ocultación, ahora los políticos se esfuerzan por recrear una realidad alternativa que se construye "con total desprecio de los hechos, de las preguntas sensatas, de los argumentos racionales. La mentira sistemática se convierte en un relato autosuficiente".

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