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'Fuego amigo': la ira y la esperanza tras el asesinato de José Couso

Maribel Permuy y David Couso, madre y hermano de José Couso, en el acto en memoria del periodista quince años después de su asesinato, en 2018.

Han pasado 16 años desde el asesinato del periodista José Couso, en el Hotel Palestina de Bagdad, aquel edificio donde se hospedaban los reporteros internacionales que habían desoído la orden estadounidense de abandonar la capital de Irak, a punto de sucumbir a la invasión. El 8 de abril de 2003, alegando haber recibido disparos desde lo alto del hotel, o haber divisado unas miras telescópicas para hacerlo, o quizás solo unos prismáticos, un carro de combate Abrams del Ejército de los Estados Unidos, abrió fuego contra el edificio, matando al periodista ucraniano Taras Protsuyk y a Couso, que trabajaba entonces como operador de cámara para Telecinco con Jon Sistiaga como reportero. La historia es, por desgracia, conocida. Lo que explora el director y dramaturgo Juanma Romero Gárriz en Fuego amigo, la obra teatral que homenajea al periodista, no son exactamente los hechos conocidos. Es otra cosa: "El desgarrador dolor de perder una vida y que no haya justicia". 

La obra se estrena este sábado, 18 de mayo, en el Teatro del Barrio, en Madrid, en el marco del festival Surge y con tres sesiones en la capital. Les acompañará este mismo sábado tras la función David Couso, hermano de José. El texto de Romero Gárriz, coautor de un éxito del teatro independiente madrileño como Nada que perder, está escrito desde su posición. Desde la mirada de los amigos y la familia que le vieron crecer, hacerse cinéfilo, estudiar Comunicación Audiovisual, trabajar como periodista, marchar a la guerra. Desde la voz de quienes le vieron herido y agonizante en Badgad, de quienes recibieron la tan temida llamada en España. A sus relatos ha recurrido el dramaturgo para componer el texto, escrito para el 15º aniversario de la muerte, hace ya un año. Menciona expresamente los libros La mirada incómoda, escrito de manera colectiva por familiares y amigos, Aquí Bagdad: Crónica de una guerra, de Olga Rodríguez, que también estaba allí, y Ninguna guerra se parece a otra, de Jon Sistiaga, todos publicados en 2004. "Quienes le quisieron y le quieren se esforzaron por dejar testimonio desde el primer instante", alaba el dramaturgo, "y la necesidad de preservar su memoria ha estado desde el principio". 

El texto tiene una clara vocación poética. En él se dan paso distintos puntos de vista nunca claramente identificados: el hermano quizás, que esboza los recuerdos de infancia, la madre, el padre, los amigos de adolescencia, los compañeros de facultad, los primeros colegas en una redacción, los trabajos que pagarían luego una cámara para "recorrer el mundo" —"Con esta cámara voy a hacer películas./ Tendré mil cosas para contar a mis nietos", escribe Romero Gárriz—, los periodistas en Yugoslavia, en la Antártida, en la costa gallega azotada por la marea negra del Prestige. Y en Irak. Componen "un coro", dice el creador, un coro que repite como un mantra "Estábamos...", subrayando un nosotros que quiere decir nosotros que le conocimos, nosotros que estuvimos con él. En esta puesta en escena orquestada por el propio dramaturgo ese coro está interpretado por una sola actriz, Marta Alonso, acompañada por la música en directo de Beatriz Vaca (conocida por su proyecto Narcoléptica). 

 

Marta Alonso en Fuego amigo, obra de Juanma Romero Gárriz sobre la muerte del periodista José Couso.

Y está también la perspectiva de la cadena de mando que ordenó el disparo, formada por el teniente coronel Philip de Camp, el capitán Philip Wolford y el sargento Thomas Gibson, aunque sus nombres, como los de los demás implicados, no aparezcan en la obra. Aparecen también otros hechos que rodearon aquel ataque: el fuego esa misma mañana contra la sede de Abu Dhabi TV y Al Yazira, donde muere el periodista Tarek Ayub. De viva voz, Romero Gárriz recuerda otros datos: el tiempo que pasó desde que el carro de combate giró para encañonar el hotel hasta que disparó, los 10 minutos entre que Gibson informó de la situación en el hotel hasta que sus superiores le ordenaran el ataque. "No podemos considerar que no se disparó a ese hotel predeterminadamente", lanza el dramaturgo. Los compañeros alojados en el Hotel Palestina siempre insistieron en que su posición era conocida por el ejército estadounidense, que llevaban días informando desde allí y que su presencia era evidente. 

Por eso, Fuego amigo insiste en la muerte de Couso como una ofensiva contra la profesión periodística. "Hay que estar aquí para contarlo", reza el texto en nombre de sus protagonistas, "Si todo esto ha ocurrido/ a pesar de nuestra mirada,/ ¿qué harán cuando nuestra mirada falte?". Si a Romero Gárriz le impresionó en su momento el asesinato del camarógrafo, a quien no conocía, fue por lo que evidenciaba: "Tantos estábamos en contra de esa invasión... y eso quedó confirmado con esa muerte. ¿Qué era lo que no querían que viéramos". El disparo cumplió su función. Los periodistas alojados en el Palestina siguieron al hospital a sus compañeros, tuvieron miedo de abandonar el hotel. "Y en Siria no tenemos esa información. Está claro que a alguien convenía que las cámaras no estuvieran y no estén grabando", apunta el dramaturgo. El texto dice: "Si nos vamos,/ las imágenes serán de los invasores".

José Couso era reportero; sus amigos y compañeros también, y eso ha hecho, dice el autor teatral, que los medios recuerden su caso: "Es terrible pensar que si no lo hubiera sido su muerte quizás hubiera caído en el olvido". Pero ni siquiera eso ha permitido juzgar a los responsables de su muerte. La familia de Couso ha recorrido toda la jerarquía de tribunales españoles: cuando la Audiencia Nacional cerró el caso en 2015, lo llevaron al Tribunal Supremo, que confirmó el sobreseimiento, y de ahí recurren al Tribunal Constitucional, cuyo pronunciamiento esperan todavía. ¿La razón por la que no prosperó la investigación iniciada en un primer momento por el juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz? Primero, la falta de colaboración de Estados Unidos. Luego, la reforma exprés del PP a la justicia universal, que para evitar un conflicto diplomático con China la redujo en 2014 a dos supuestos: los jueces españoles solo podían operar cuando "el procedimiento se dirija contra un español o contra un ciudadano extranjero que resida habitualmente en España". El caso Couso no cabe en este estrecho horizonte. Tampoco caben muchos otros

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El Tribunal Constitucional avaló en 2018 la adecuación a la Carta Magna de aquella reforma exprés, por lo que el recurso a este mismo tribunal no permite prever un final feliz. Pero Romero Gárriz cuenta que decidió cerrar el texto con una nota de esperanza: "Estábamos luchando por la reforma/ de la Justicia Universal./ Estamos luchando", escribe. La composición del Congreso y el Senado abren la puerta a una revocación de aquella maniobra del PP, que podría permitir el regreso a la legislación de 2009, más abierta, o incluso a una ley de planteamientos más flexibles. "Así no dependeríamos de Estados Unidos, de que investigue o no a estos tres militares". Por ahora es un sueño, un sueño que podría encontrarse primero con la falta de voluntad política del PSOE, ya que Wikileaks filtró en 2010 documentos que demostraban los contactos diplomáticos entre Estados Unidos y España para tratar de frenar la investigación. Pero también podría encontrarse con la falta de acuerdo entre los socialistas y sus posibles socios, e incluso con el boicot estadounidense al proceso. 

Por ahora, queda la tenacidad de quienes siguen adelante con el proceso, alimentada por la memoria y la rabia. "La ira es una ofrenda", pronuncia Marta Alonso sobre escena, "El fuego es nuestro amigo./ La cámara no va a dejar de grabar".

 

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