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Cultura

El trauma de la Guerra Civil se abre paso hasta la escena

Una escena de 'Las peladas', de David Roldán-Oru.

Benito ha vuelto al pueblo para saldar una deuda. Parece solo un anciano en el asilo, pero es algo más: es un hombre con una herida abierta desde la guerra, y con un miedo tan grande como la herida. En otro escenario, Amalia y Paloma regresan por la carretera de Almería para dar cuenta de aquel primer viaje que hicieron cuando niñas, para llenar el vacío, para contar que ocurrió. Son dos propuestas teatrales que se dan cita este fin de semana: Las peladas, de David Roldán-Oru, que llega a la Sala Mirador, en Madrid, del 6 al 9 de junio; Ponedle pantalones a la luna, de Ruth Rubio, que llega al Teatro Central, en Sevilla, el 8 de junio. La primera habla de las humillaciones y la violencia sufridas por las mujeres republicanas; la segunda, de la DesbandáDesbandá, esa huida de los malagueños hacia el Este que fue arrasada por el bando golpista y sus aliados internacionales y que dejó entre 5.000 y 7.000 muertos. En ambas brota el trauma de la Guerra Civil, eso que querría ser olvidado aunque sea imposible, eso que querría recordarse aunque no lo permitan. 

Cuando Roldán-Oru se puso a escribir lo que acabaría siendo Las peladas, "no quería hablar de la Guerra Civil, quería hablar de la vejez". Pero la vejez era su abuela, siempre de luto, las historias de su padre, hoy de 84 años: "Mi padre me contaba las vicisitudes que padecían desde niños, esa dictadura férrea, el hambre...". Cuando Benito, su protagonista, comenzó a dibujarse, sucedió que Benito también recordaba: ¿cómo hablar de la senectud sin hablar de la memoria, y cómo hablar de la memoria en España sin hablar de la Guerra Civil y sus consecuencias? Su familia proviene de la Subbética Cordobesa, en la comarca de Doña Mencía, Montilla o Lucena. En Montilla se tomó justamente una de las escasísimas imágenes que existen de las peladas, esas mujeres republicanas a las que se castigó cortándoles el cabello, afeitándoles las cejas o haciéndoles tomar aceite de ricino... para empezar. A Lucena llega Benito (Alfonso Rodríguez) en la ficción, llevando consigo mucho más que su enfermedad, no movido por la nostalgia, sino por la necesidad de abrir las ventanas y contar la verdad. La verdad sobre Carmen, su mujer (interpretada por Laura Garmo), que para protegerle pagó con su vida, la verdad sobre Carlos, el amigo al que la guerra convertiría en enemigo, la verdad que le muestra a Rocío (Sofía Cano), su cuidadora. Su propia verdad. 

Ruth Rubio sí se propuso escribir sobre la memoria histórica cuando el Teatro Central le planteó participar con una pieza corta en El futuro es ahora, un certamen de nueva creación escénica. Lo que no sabía es que ahí, en el documental Pantalones a la luna, que explica lo ocurrido durante la Desbandá, iba a encontrar a Amalia Salcedo, su tía-bisabuela. Allí estaba, entre los supervivientes de aquel 7 de febrero de 1937. "¿Pero por qué a mí nadie me ha hablado de esto?", se preguntaba delante de la imagen de Amalia, a la que había tratado pero que había fallecido tres años atrás. Preguntó a la familia: nadie quería hablar de aquello y, cuando lo hacían, "hablaban con muchísima ligereza". Consiguió averiguar que su tía había sido evacuada de Málaga por unos milicianos, que gracias a eso consiguió llegar a Almería antes de que los fascistas cortaran la ruta, que allí, sin sus padres, fue acogida por una familia de Murcia a la que siguió visitando luego cada año hasta su muerte. Así que en Ponedle pantalones a la luna, Amalia (interpretada por Sara Mata) regresa a la carretera junto con Paloma (Carolina Herrera), su hermana, para encontrarse, en una noche sin tiempo, con Victoria (Noemí Rodríguez), una joven que nada sabe de aquella huida.   

 

Noemí Rodríguez, Carolina Herrera y Sara Mata en la obra teatral Ponedle pantalones a la luna, de Ruth Rubio. / ANA DE NEVADO

Los dos autores han escrito obras de ficción, pero ambos se apoyan en investigaciones previas. Las peladas reposa sobre Las rapadas, libro de Enrique González Duro publicado en 2012 sobre la represión específica que sufrieron las mujeres con y tras la guerra, y reposa también sobre su trabajo con la compañía Micomicón en obras como las que forman la Trilogía de la memoria, con Atra Bilis, Los niños perdidos y Santa Perpetua, o como El triángulo azul, sobre los republicanos internados en Mauthausen, galardonada con el Premio Nacional de Literatura Dramática en 2015. Ponedle pantalones a la luna se sustenta en el mencionado documental, en las conversaciones de la autora con Victoria Naranjo, amiga de Amalia, y con José Luis Cabello, presidente del Foro por la Memoria de la Axarquía; en Carretera Málaga-Almería, de Jesús Majada Neila y Fernando Bueno Pérez, y en el testimonio de Norman Bethune, el médico canadiense que fue testigo de la matanza y cifró en 150.000 personas el desplazamiento. El personaje de Amalia dice solo frases que han pronunciado supervivientes reales de la masacre, y hay otra figura real en la obra, Queipo de Llano, encarnado por Darío Paso-Jardiel en una grabación que reproduce sus famosas locuciones desde Radio Sevilla, las mismas en las que amenazaba: "Malagueños, maricones, ponedle pantalones a la luna".

Andrés Lima, Premio Nacional de Teatro 2019

Andrés Lima, Premio Nacional de Teatro 2019

Ambos dramaturgos y directores hablan de cierta resistencia a recuperar aquellas historias, ya sea desde lo institucional o desde lo íntimo. David Roldán-Oru asegura que mover en gira Las peladas ha sido "una experiencia muy difícil": "Ha habido muchísimos ayuntamientos que descartaban la programación de la obra. Algunos me decían directamente que eso no lo podían programar, otros me decían que les había encantado pero que no se lo podían presentar a la Concejalía". "Nunca se ha hablado con franqueza", se lamenta. Algo similar, desde otro ámbito, cuenta Ruth Rubio: "Lo que me ha llevado a escribir esto ha sido la lucha con mi abuela y mi tía porque no querían hablar del tema e insistían en echar tierra al asunto. Venían a decir que qué veníamos nosotros a remover sobre lo que había pasado". Haciendo caso omiso de esos consejos, tras su paso por Sevilla, la compañía buscará estrenar una versión más larga del texto en Madrid. 

Roldán-Oru reivindica la función del teatro en la recuperación de la memoria: "Es un arte de asamblea, un arte que hay que juntarse para disfrutarlo y que debe y puede servir para retratar las grandes pasiones humanas". Al mismo tiempo, sin embargo, se lamenta de que no haya servido de una manera mayoritaria para tal uso: "Está ¡Ay, Carmela!, por supuesto, y la labor de Micomicón, pero no he visto yo tanto...", dice . "De lo que vemos ahora", sin embargo, con obras como las mencionadas, o El pan y la sal, de Andrés Lima, o la trilogía programada recientemente en La Abadía, entre otras muchas, "se deduce que los tiempos están cambiando". En la misma línea, Rubio señala a Los fusiles de la madre Carrar, de Bertolt Brecht, ambientada en la costa malagueña en aquel febrero de 1937, en la que se hace alusión explícita a la huida. "¿Cómo es posible —se pregunta— que Brecht haya sido el único que ha escrito sobre esto, que nosotros en nuestro teatro no hayamos hecho nada?". 

 

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