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Cultura

Leer os hará libres

Fotograma de un capitulo de la serie 'Orange Is the New Black'.

Álvaro Crespo acepta hacer memoria. El proyecto nació cuando un alumno de José Carlos García Fajardo, fundador de Solidarios para el desarrollo, ingresó en la cárcel de Segovia y se preguntó por qué no hacer dentro lo que hacían fuera. Ése es el germen del aula de cultura de centros penitenciarios que ahora desarrollan en Madrid, Granada, Sevilla y Murcia. "Es un oasis cultural, no era habitual, y menos en los 80-90, que la calle entrara en la cárcel, que la universidad entrara en la cárcel. Ahora somos una de las pocas entidades que lleva la cultura semanalmente a los centros penitenciarios".

Álvaro, responsable de esta área de actividades en la ONG, habla con entusiasmo. "Es un público muy heterogéneo, te puedes encontrar con gente con un alto nivel socio cultural, varias carreras universitarias o trabajos con un toque científico, o técnico, o sociocultural alto, y a gente que proviene de focos de exclusión socio-cultural. Acuden voluntariamente, para ellos no deja de ser un día distinto, no obtienen ningún beneficio penitenciario, es una actividad opcional".

Es también una actividad básica en sus tratamientos y en su reinserción. Bien lo sabe José Antonio Pérez Yuste, jefe de servicio de programas culturales y deportivos de la Secretaría General de Instituciones penitenciarias. Y lo es "porque les permite evadirse de una realidad, puede proporcionarles una visión del mundo que en muchas ocasiones ha estado muy alejada de la suya propia, y les abre muchas ventanas". Con eso en mente, favorecen la lectura individual en celda o en sala y apuestan por la creación de equipos de animación a la lectura. "Actualmente funcionan unos 51-52 en los cuales se trata la lectura desde un ámbito más integral, en muchas ocasiones sirve de excusa a los internos para hacer un análisis de la realidad, o histórico, o un análisis de personalidades de cada uno de los personajes del libro, etc. Y la verdad es que los resultados son estupendos".

Pregunto si hay datos que sustenten esa afirmación. Los hay. Según la memoria de 2018, de media mensual "son 11.998 internos los que recurren al servicio de préstamo de libros en los centros penitenciarios, sobre una población de aproximadamente 50.000 reclusos en los que gestionamos nosotros". Disponen además de un barómetro de lectura que data de 2016, y que nunca se hizo público, según el cual "el 68,5% de los internos leen libros al menos una vez al trimestre (cuando en España el dato era del 63%). El 49,8% nos decía que lo hacía era por entretenimiento; el 22%, por mejorar el nivel cultural; el 4,9%, por estudios; el 6,3% por consulta, y el 14,6 % por 'otros'".

Tenemos un plan

Me interesa saber si Instituciones Penitenciarias establece un criterio para la selección de los libros presentes en las cárceles, y cuál es. Pérez Yuste explica que tienen hecha una distribución por géneros para alimentar la biblioteca, por ejemplo, cuando se abre un centro penitenciario nuevo: se estipula que ha de haber un porcentaje de novela, otro de poesía, otro de ensayo, "y las editoriales que suministran a la Sociedad de Infraestructura Penitenciaria eligen".

En cuanto a la participación de las ONG, las entidades que aspiran a colaborar han de presentar un programa detallando los objetivos, la frecuencia y la condición de las actividades, cuántos internos participarán, qué material van a utilizar… Por supuesto, una vez reciben el visto bueno, han de someterse a los procedimientos del centro.

Entre los últimos en apuntarse está el colectivo Teta&Teta con su iniciativa "A las olvidadas". "¿Qué libro le regalarías a una mujer que está en la cárcel?", preguntan en su web. Y nos animan a enviarles libros dedicados, siempre dedicados, "para alejar mentalmente a las reclusas de su realidad, pero también para generar reflexión y debate en torno a un colectivo invisible para la sociedad". "Reclusas" porque las destinatarias de los libros son sólo mujeres. "El sistema penitenciario está pensado para el hombre, porque es mayoría, 92-93%". De los 70 centros dependientes de Instituciones Penitenciarias sólo cuatro son exclusivamente para mujeres; el resto son módulos en cárceles de hombres. "Y ésas son para mí las que sufren triple condena: por el delito, por ser mujer y además por estar en una cárcel de hombres".

En principio, la idea era hacerlo sólo una vez; pronto se dieron cuenta de que la continuidad era importante. "Vimos –explica María Rufilanchas– cómo recibían las reclusas los libros, y cómo transformaba a la gente que participaba, que sobre todo hacía un ejercicio de reflexión y empatía". Había que seguir, había que llegar a más mujeres. "Y aquí estamos, seis cárceles y casi 4.000 libros dedicados después". En estos días cierran su última campaña, buscan financiación para continuar. "No te creas que el tema cárcel es fácil, y como además nos llamamos Teta&Teta, nos está costando un montón…".

El escritor visitante

Las que aquí explicamos son actividades que dependen, en mayor o menor medida, de la colaboración de personas ajenas a la ONG o el colectivo, bien sea con donativos, bien participando en las actividades. Solidarios para el desarrollo enrola, entre otros, a escritores. Para ellos, dice Álvaro Crespo, el carcelario "es un entorno interesante, no dejan de ser proyecciones humanas, no deja de ser un espacio del que no tenemos conocimiento, un espacio donde se ve a veces el límite de lo humano".

Entre quienes aceptaron la invitación está José Ovejero. "Álvaro me escribió un tiempo después de publicar yo un ensayo titulado Escritores delincuentes, en el que había examinado el trabajo y la biografía de diversos escritores que habían estado en la cárcel por delitos comunes. Me propuso que fuese a hablar sobre ese libro con un grupo de presos, creo que pensando que trataba temas que les resultarían cercanos. Yo en aquel momento nunca había entrado en un centro penitenciario, y la propuesta me pareció interesante".

Detengámonos un aquí. José Antonio Pérez Yuste, que ha visto el proceso muchas veces, afirma que la gente ajena al mundo de las cárceles entra en él cargada con sus prejuicios y su buena dosis de prevención, "porque hay una cinematografía en torno a lo que es la vida en las prisiones, que a todo el mundo le genera cierta ansiedad", pero que luego la percepción cambia, "constatas que estar ahí no tiene por qué implicar vivir situaciones de conflicto, o de peligro". Y entonces, "ves que puedes hacer tu propuesta de intervención, tu programa", y entenderlo genera en el visitante "entusiasmo, porque ve que su propuesta es muy bien recibida, que los internos son muy receptivos, muy proactivos".

El 'Brexit' de los libros

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Confiesa Ovejero que no sabía qué esperar de la experiencia, así que intentó dejarse las expectativas en casa. "Y también confieso que estaba un poco nervioso porque iba a hablar con un público al que no estoy acostumbrado. La experiencia resultó dura e interesante a la vez. Dura, porque ves las condiciones en las que viven los reclusos, los dramas que arrastran –independientemente de que ellos hayan o no causado otros–; dura también porque en todas las visitas que he realizado me di cuenta de que me trataban con mucha amabilidad, pero sin contemplaciones: su crítica, cuando la había, era directa, sin rodeos". Ése fue su primer contacto con Solidarios, pero no el último.

Crespo sabe que la tarea de los voluntarios es esencial, porque actúan como un elemento de unión entre dentro y fuera; de hecho, la cultura es un elemento de cohesión entre dentro y fuera. "La mayoría de las relaciones que se tienen en una cárcel son forzadas, con internos, que unos me caen mejor y otros peor, y con funcionarios, que las relaciones con muy jerárquicas; quizá la relación con los voluntarios sea un poco más pura. Además, desafortunadamente, ellos tienen mucho tiempo libre, y la lectura es una manera de evadirse, de escapar, y de reflexionar, porque en muchos casos no han tenido ni tiempo ni ocasión para ello".

Sus palabras encuentran eco en la experiencia que describe Ovejero. Queda dicho, tras la primera visita hubo otras y ya no fueron iguales. "Desde la segunda cambié el tema de mis conversaciones con los presos y me centré en hablar de por qué la literatura puede ser útil para personas que tienen una experiencia tan dura y diferente de la vida que la mayoría de los ciudadanos. No entraré aquí en detalles, pero sí recordaré una situación concreta: un chico muy joven, creo que dominicano, que me dio a entender que desde niño había estado en bandas, y me dijo que escribía, cito casi literalmente ‘porque para mí es una manera de entender lo que este lugar hace conmigo’. Otro me dijo que leía porque en prisión no puedes permitirte ninguna debilidad, pero que leyendo accedía a esas partes de sí mismo que no podía mostrar. ¿No son esas afirmaciones las de personas que, a través de la literatura, intentan reflexionar sobre sí mismas y sobre su contexto? Sin sobrevalorar la importancia de la literatura –concluye–, creo que es una herramienta que puede ayudar en ese proceso de reinserción, que es imposible sin trabajar la empatía y el autoconocimiento".

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