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Cultura

Gallinas agradecidas versus pájaros libres

El escritor José Ovejero.

El escritor José Ovejero (Madrid, 1958) vive en el barrio de Lavapiés, en el centro de Madrid. Es decir, camina cada día por un barrio en proceso de gentrificación que, como tantos otros, ve cómo sus habitantes —tradicionalmente, migrantes y clases populares— dejan paso a los pisos turísticos y los apartamentos recién reformados a 800 euros al mes los 30 metros cuadrados. Es también, históricamente, uno de los centros de los movimientos sociales de la capital. Y, en gran medida porque Ovejero vive en Lavapiés, su novela Insurrección (Galaxia Gutenberg) tiene la trama que tiene y trata los temas que trata. A saber: Aitor busca a su hija Ana, una adolescente que se ha escapado de casa, pero que se ha escapado con un fin preciso: una "vida sencilla", lejos de un mundo cuyas normas rechaza, una vida que piensa encontrar dentro del movimiento okupa

 

"Si hubiera vivido en la calle Ibiza, en el barrio de Salamanca, quizás no se me habría ocurrido", concede el autor de títulos como La seducción (2017) o La invención del amor (Premio Alfaguara 2013). . "Pero aquí veía casa okupadas, veía a la gente que entraba y salía y pensé que era un mundo que desconocía y que me interesaba". Así que primero se le apareció Ana, una joven especialmente despierta que considera a sus padres, y particularmente a su padre, unas "gallinas agradecidas", colaboracionistas pasivos en el mejor de los casos y culpables como el que más en el peor. Y luego llegó la gallina en cuestión, Aitor, un periodista que ha pasado de jefe de Cultura a falso autónomo y que ve cómo la dirección de la emisora de radio en la que trabaja corta cabezas a su alrededor. "Me interesaba el conflicto de ideas entre las dos generaciones", apunta Ovejero, "entre Aitor, que cree que no lo hace tan mal, que cree que hay que llegar a compromisos con la realidad, y Ana, que no se va de casa ni okupa por necesidad, sino porque no acepta el mundo del padre". La novela oscila entre ambos puntos de vista, centrándose más en reflejar el conflicto que en señalar un punto de encuentro. 

El escritor se propuso acercarse a esos dos escenarios, el de Aitor y el de Ana, desde algo cercano a la investigación. Lo primero era algo más sencillo: en los agradecimientos figura Pedro Blanco, periodista de la Cadena Ser; José Ovejero estaba en su estudio, anotando la jerga de unos y otros y empapándose del funcionamiento del programa, cuando sucedieron los atentados de Barcelona de agosto de 2017. Esa escena se reproduce parcialmente en el libro. El otro universo de los personajes, el de las casas okupadas, era de más difícil acceso. Para comprender el espíritu y la organización de los espacios okupados, a Ovejero le bastaba con acercarse a La Ingobernable, que se puede entrever en el Centro Social de la novela. Pero ¿qué hay de las residencias? Le sirvió de cicerone el amigo de un amigo, que vive con otras personas en una vivienda que, legalmente, no les pertenece. "Me contó cosas en las que nunca había pensado", recuerda el escritor. "Por ejemplo, el estrés que supone vivir en una casa okupada, porque tienes que estar construyendo tus normas continuamente, porque estás asediado desde el exterior, porque hay mucha inseguridad… Y muchos no aguantan ese estrés". 

Es probable que el lector que se acerque a Insurrección, por mera estadística, esté más cerca de la vida y los planteamientos políticos de Aitor, así que José Ovejero sabe que el personaje de Ana cuenta con cierta desventaja: "Tenemos tendencia a juzgar a los jóvenes como inexpertos, como demasiado inocentes... Espero que quien haya leído el libro se dé cuenta de que Ana no es tonta; que tiene sus limitaciones, como las tiene su padre, y que ninguno de los dos tiene razón, o que los dos tienen sus razones". Y frente a los prejuicios, que considera inevitables —"Todos tenemos una manera de entender la realidad"—, propone lo que hace él, tratar de "entender al personaje" y su "coherencia interna". Aitor proyecta sus propios deseos en su hija. Ana es consciente de esos deseos, que a veces teme ver como propios, y los rechaza. Ambos tratan de lidiar con un mundo que no parece tener la más mínima intención de tratarles bien. Ambos se encuentran con el mismo muro. La diferencia, dice el novelista, "es que Aitor ha aceptado el muro". 

Dibujo de una realidad

Dibujo de una realidad

Pero ahí están solo dos de los temas —choque generacional, okupación— que Ovejero convoca en su libro. Faltan al menos otros dos: violencia política, turismo. El escritor era consciente de que la primera iba a aparecer en la novela de una manera u otra: "Tenía claro que si te enfrentas a la sociedad, si decides no aceptar sus reglas de alguna manera, va a haber una amenaza de violencia. La primera, contra ti. Infringes las leyes, estás haciendo algo que no debes: va a haber una violencia del Estado". Lo que le parecía más interesante es cómo se responde ante esa violencia. "¿Solo como reacción, defendiendo tu okupación, por ejemplo? ¿O cedes y te vas? ¿O decides que la violencia es la de la sociedad, y que, si quieres actuar, a veces tendrás que hacerlo violentamente?". Ana y sus compañeros acabarán tomando partido por esto último. Eso sí, sin un plan claro. "Se ha ido extendiendo esta idea del movimiento que nace en momentos precisos contra elementos precisos", apunta el escritor. "No buscan reacciones a largo plazo, sino la reacción inmediata ante un mundo que les agrede. Me interesaba ese espacio de violencias instantáneas". 

Después del proceso de documentación y escritura, José Ovejero asegura haber aprendido a mirar el barrio con otros ojos. Los vecinos que se resisten a ser desahuciados, los trolleys de los turistas, los negocios a precios europeos, las obras de peatonalización, el aumento de los alquileres, la presencia policial... Todo tiene un sentido más amplio y más profundo. "Toda esa transformación engendra violencias, lo que pasa es que no llamamos violencia a aquello que es sistémico y que sucede con el apoyo de los aparatos del Estado", lanza. Hay violencia en Lavapiés, pero él no la ve precisamente en las casas okupadas. 

 

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