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Cultura

Guadi Galego: "Vivimos en la misma península, pero las distintas lenguas nos damos la espalda"

La cantante Guadi Galego.

Guadi Galego (Cedeira, A Coruña, 1974) canta, ya se conoce, en gallego. Pero no solo. En Immersion (Altafonte), su último disco, se atreve con el catalán, el euskera, el asturiano, el aranés o lo que llama gallego-portugués, además del castellano, su otra lengua materna. Advierte de que este trabajo no es un recopilatorio, aunque reúna 11 temas ya conocidos por el público y uno inédito, ni tampoco un disco de duetos, aunque se haga acompañar de músicos como Álex Ínsua, Vega, Iván Ferreiro, Judit Neddermann, el argentino Lisandro Aristimuño o la portuguesa Ana Bacalhau. Dice que esto es "una revisión", una manera de regresar a las canciones por otras vías, haciéndolas sonar en otras lenguas y otras voces. Y también dice que este trabajo es un regalo que se ha hecho a sí misma. 

"Yo tenía la idea desde hacía tiempo", dice en una cafetería de Madrid, a donde se ha escapado para un día de entrevistas promocionales, "de hacer un disco en otras lenguas del Estado, y en portugués. Pero claro, nunca me vería componiendo en euskera [risas], siempre tendría que hacerlo desde el gallego". La solución ha sido partir de sus canciones, traducidas, versionadas y cantadas junto a un plantel de más de veinte artistas. "Fronteiras", de su disco Bóla de cristal, se transforma aquí en "Fronteres", en catalán, junto a Judit Neddermann y Clara Peya. "Privilegio" pasa al castellano con Vega; "Cancion para ver" se vuelve "Cantar pa ver" en asturiano, junto con Silvia Quesada y Alfredo González; en euskera, "Tribu" se transforma en "Tribua" con Mikel Urdangarín y Javier Otero... 

El propósito de esta autora, que ha hecho de la defensa de la lengua gallega uno de los pilares de su carrera, desde su trabajo con el grupo folk Berrogüetto, estaba claro: llevarle a su público "esa pluralidad, esa diversidad, el poner en valor cualquier lengua, por pequeña que sea". De ahí que esté el aranés, variedad del occitano hablada por menos de 3.000 hablantes en el Valle de Arán, en Lleida. O el asturiano, que contaría con unos 100.000 hablantes nativos pero que aún batalla por la oficialidad. Se lamenta de que le haya faltado la fabla aragonesa. Y  dice no entender la distancia que se crea entre "pueblos afines" que deciden poner las lenguas como fronteras y no como puentes: "Vivimos en la misma península, pero las distintas lenguas nos damos la espalda". Este enfrentamiento o esta ignorancia entre los idiomas tiene, dice, consecuencias políticas: "La lengua siempre va pegada a los afectos. Y cuando no respetas los afectos de la gente, tienes un problema".

El proyecto ha exigido tiempo —un año entre los primeros contactos y la salida— y estudio, sobre todo para enfrentarse a la pronunciación de una lengua que no es romance, como el euskera —idioma en el que ya había cantado—, o el occitano, del que apenas tenía referencia. Poco a poco le llegan impresiones de amigos de aquí y de allá. Hace cuentas: "En euskera me han dicho que bien, en asturiano están contentos... Con el catalán me han dado mucha caña, porque los productores son catalanes. Y con el occitano estoy un poco insegura, no sé si ha quedado bien...". Habría que recabar impresiones en el Valle de Arán. "Y eso que me daban un poco de miedo las adaptaciones, me imponían respeto", confiesa. "Quería que quedasen bien, bien acentuadas, de significado… Al final creo que algunas están incluso mejor que en gallego". Un tema como "Privilegio" ha encontrado la "madurez de la letra" en castellano, por ejemplo, y "Tribua" ha ganado con un arreglo "afín a la letra y a la sonoridad del euskera", como "Fronteres" que ha "ganado carácter" en la nueva versión en catalán.

En el proceso de producción y creación se ha dado lo que le cuesta tanto encontrar en el mundo real: una "relación natural" entre las lenguas. "Si todo fuese más natural… A mí me da muchísima pena. Tengo un montón de amigos ahora, con todo esto… Es que me da miedo que la gente, en vez de pensar en toda esa riqueza, se pueda apartar por culpa de estas movidas. Lo hemos hecho mal en muchas cosas". ¿Por ejemplo? "Desde las instituciones no se ha hecho bien el trabajo", protesta, "ni se han cerrado las heridas, ni se ha puesto en valor la diversidad lingüística del Estado como algo maravilloso, no como unas lenguas contra en contra de otras, o de intentar hacer que la lengua predominante sea más importante que la lengua minorizada. Es una cuenta pendiente que tenemos como sociedad". 

Y no solo dentro de los territorios en los que conviven varias lenguas, sino también en el resto del país. Porque hay algunas tierras "que han hecho su trabajo", apunta, pero el problema es que ni siquiera sus logros "se han transmitido al resto del Estado". "¿Cómo es que en las escuelas no se conoce un poco de euskera, un poco de catalán, un poco de gallego…?", se pregunta. "¿Cómo no te dicen que somos culturas afines, pueblos hermanos? Eso no se ha hecho, y eso pasa factura, una factura que estamos viendo ahora y que no tendríamos por qué haber pagado". Su experiencia durante la creación del disco, explica, ha sido tan enriquecedora como sería que los hablantes de uno y otro idioma se acercaran a otras lenguas del Estado que le son, en principio, ajenas. "Yo lo he hecho con respeto y admiración", cuenta. "En el caso del occitano aranés, que hay tan poca gente que lo hable, es incluso emocionante. Eso es, lo he afrontado con emoción".

Guadi Galego: algo más que escuchar

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Porque, además de las instituciones, está la calle. Como en Galicia, dice: "El gallego, académicamente se estudia más, y administrativamente se trabaja con él. El problema es la calle: hay tanto que se ha perdido". Por eso, si imagina un mundo ideal en este aspecto, no piensa necesariamente, o no solo, en una promoción cultural oficial, sino en una cierta actitud renovada a la hora de acercarse a las lenguas cooficiales —o aquellas que aún no han alcanzado ese estatus—. "Que hubiera gente que se interesara por aprenderlas en distintas partes del territorio, que viera normal escuchar música de aquí y de allá... Que yo fuese a ver a un artista catalán, me metiese en su música y me interesase por saber qué dice. Sin más". Aún queda. Ella asegura que era más fácil ser escuchada en gallego fuera de Galicia cuando tocaba con Berrogüetto, "porque con la música tradicional se da por hecho". Como autora de pop-folk-jazz —"No sabría decirte qué género es este", dice—, es más difícil. 

Pero. En los conciertos en Madrid, ve con ilusión cómo las salas se llenan de gallegos emigrados que llevan a sus amigos madrileños, andaluces, asturianos... "Eso es genial, eso es lo más bonito que te puede pasar", celebra. "Eso es porque estás orgulloso de lo que eres y de lo que vas a ver, vas a enseñar a un artista de tu tierra". Y allí la gente canta en su gallego natal o chapurrea en un gallego lejano. Y durante un rato ese mundo ideal con el que sueña existe. Al menos, en lo que dura un concierto. 

 

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