La cultura de 2019

Las series que dieron que hablar en 2019

Fotograma de la serie 'Years and years'.

El año seriéfilo es, desde luego, demasiado amplio como para definirlo con un solo adjetivo. Pero lo que no ha sido en ningún caso es escapistas. Algunas de las mejores series de 2019 han estado profundamente imbricadas en el debate público, ya fuera porque recreaban hechos históricos —Chernobyl—, casos mediáticos —Creedme, Así nos ven— o un futuro posible que dice mucho sobre el presente —Years and years—. Algunas, como Juego de Tronos o Leaving Neverland, han sido capaces de marcar ellas mismas la conversación, a través de la fantasía o del documental. Estas son algunas de las producciones televisivas que han dado que hablar en el año que acaba y que seguirán generando debate en el que empieza. 

Years and years

La serie de BBC One y HBO se ha convertido en una de las producciones de la temporada. No solo por su valor artístico (es la cuarta en la lista de los 50 mejores shows del año para el diario británico The Guardian), sino también por su valor político. Russell T Davies ha sabido encarnar, dentro de la familia Lyons, la ansiedad de la vida moderna. Localizada en Reino Unido entre los años 2019 y 2034, la serie confiere una importancia promordial a los asuntos sociales que rodean a los protagonistas y determinan su vida; el tiempo se acelera al ritmo de los cambios políticos y los Lyons, como los espectadores, pierden pie en medio de un mundo que parece haberse vuelto loco.

Esta producción de ciencia ficción no anda tan lejos de la realidad y no solo en la sensación de aceleración histórica: los acontecimientos que atormentan a los protagonistas incluyen una crisis económica (con consecuencias muy similares al corralito argentino); los peligros de las redes sociales y las nuevas tecnologías, que se acercan a la idea de cyborg; el auge de la extrema derecha populista, que se revela pronto como una nueva forma de fascismo (con una líder carismática aupada por la televisión, interpretada por Emma Thompson); y una crisis de refugiados que acaba en campos de concentración. España tenía incluso una aparición estelar en los informativos imaginados por Davies: el Gobierno socialista se acababa convirtiendo, en la serie, en una revolución. Pese a todo, como siempre, la vida sigue, también para los Lyons. 

Chernobyl

Chernobyl (HBO) se dibujó desde el primer momento como una seria competidora por el Emmy, y se acabó llevando tres, arrasando en la categorías de miniserie: a mejor miniserie, mejor director y mejor guionista. El showrunner Craig Mazin y el cineasta Johan Renck miraban al pasado, hacia 1986, cuando tuvo lugar el desastre nuclear en Ucrania, entonces parte de la Unión Soviética. Pero la producción, protagonizada por intérpretes como Jared Harris, Stellan Skarsgård y Emily Watson, no solo obtuvo (numerosos) halagos. Su propuesta, como dramatización histórica, fue también objeto de polémica: ¿sucedió así el accidente, fue así la reacción política, lo vivieron así sus protagonistas?

Como en cualquier ficción histórica, la respuesta no era sencilla, pero aquí la pregunta se hacía aún más pertinente: la propaganda soviética oscureció  entonces la información sobre la tragedia, que continúa suponiendo un relativo vacío histórico. Y la pregunta es pertinente, por más que el equipo asegurara que el guion partía de Voces de Chernóbil, el trabajo periodístico de la Nobel Svetlana Alexiévich. Los historiadores han alabado especialmente la recreación de la cultura soviética en su materialidad, a un nivel de detalle asombroso, pero han criticado otros aspectos de la recreación. Entre ellos, la manera caricaturesca de representar las relaciones de poder —un personaje llega a amenazar a un subordinado con pegarle un tiro—, que imposibilita un acercamiento más complejo a las tensiones entre clases sociales o el funcionamiento del partido.

El mismo creador de la serie lo advertía: "Lo último que quería decirle a la gente era: 'Ahora que has visto esto, ya sabes la verdad'. No, no la sabes". Y, de hecho, creó, como acompañamiento a la serie, un podcast en el que explica el proceso de adaptación, la verdad poco interesante narrativamente que se modificó, aquello que suscitó dudas y todo lo que quedó fuera. 

Juego de Tronos

Aunque no estuviera relacionada —de forma evidente— con la realidad de sus espectadores, si hay una serie que haya generado debate a lo largo de 2019, esa ha sido Juego de Tronos (HBO). La creación de David Benioff y D. B. Weiss, a partir de los libros de George R. R. Martin llegaba a su final después de ocho temporadas, y habiendo adelantado largamente a la saga novelística de la que había partido. El último capítulo fue visto por más de 13 millones de espectadores en la televisión estadounidense, según la consultora Nielsen, y convocó a 44 millones de personas en todo el país a través de distintas plataformas. Las críticas, sin embargo, no fueron tan buenas: en la plataforma IMDb, el capítulo final apenas pasa del 4 sobre 10, y la máxima nota de la temporada es un 7,9, alcanzada por el episodio 2. Los informadores no fueron mucho más generosos

Más allá del éxito de su narrativa, Juego de Tronos volvió a generar polémica. Una serie que fue criticada en sus primeras temporadas por el tratamiento de personajes como Sansa —luego aparentemente rehabilitado— y por su uso narrativo de la violación, volvió a toparse con la lectura feminista. La última temporada planteaba un escenario igualmente significativo: Daenerys Targaryen, presentada en la serie como modelo de emancipación de la mujer y como libertadora de los desfavorecidos, acaba por abrazar el destino de su familia, legítima heredera del Rey Loco. Más allá de los aspectos políticos de la serie, el show se encontró con una polémica inesperada: el tercer capítulo de la temporada final, titulado "La larga noche", resultó demasiado oscuro —técnica, no narrativamente— para el gusto de numerosos espectadores. 

Creedme

La historia relatada por Creedme (Netflix) no era nueva: había nacido primero como reportaje periodístico, que hizo ganar un Pulitzer a los reporteros T. Christian Miller y Ken Armstrong; y se convirtió luego enun libro (traducido al español este año por Libros del KO) y en un podcast. La serie creada por Susannah Grant, Ayelet Waldman, and Michael Chabon, como el artículo del que partía, contaba la historia de Marie Adler, una joven que denunció haber sido violada por un extraño enmascarado, en su propio apartamento. Los agentes de policía sospechan de la chica, que parece demasiado calmada, y terminan haciéndole confesar que todo ha sido una invención. Pero Marie no mentía. Eso es lo que descubren las detectives Stacy Galbraith y Edna Hendershot a lo largo de su investigación colaborativa tras las huellas de un violador en serie. 

La producción, protagonizada por Kaitlyn Denver, Merritt Wever y Toni Collette, sigue ambas líneas narrativas, la de Marie y la de las heroínas policiales, pero también logra plantear aquellos puntos calientes por los que se interesaba el reportaje periodístico: la escasa credibilidad otorgada a las víctimas de violación; el juicio social contra la víctima de abusos, juzgada tan duramente o más que el agresor; la cultura de la violación, que ve como sexo consentido situaciones en las que la mujer no está capacitada para otorgar su contentimiento; los deficientes procesos policiales, que afectan especialmente a crímenes de este tipo; la violencia presente dentro de las propias fuerzas de seguridad; la falta de empatía de los agentes hombres hacia las víctimas mujeres... La miniserie ha sido nominada a tres Globos de Oro

Así nos ven 

Esta miniserie dirigida por Ava DuVernay y producida por Netflix se centra en un mediático caso de violación sucedido en Nueva York en 1989, que acabó con la condena de los conocidos como Central Park Five, un grupo de adolescentes afroamericanos y latinos. Pero el caso no se acabó con este fallo: en 2002, otro hombre fue identificado como el verdadero violador gracias a una prueba de ADN. En su día, el caso suscitó reflexiones —las de la escritora Joan Didion, por ejemplo— sobre la libertad de circulación de las mujeres en una gran ciudad, o el declive de la Gran Manzana, pero DuVernay centra radicalmente el foco en la cuestión de clase: cuatro adolescentes fueron condenados por un delito que no cometieron, sin que hubiera ningún tipo de prueba material en su contra, y después de que la policía les arrancara confesiones falsas. 

La serie ha reabierto heridas en Estados Unidos. No solo en torno a uno de los crímenes más famosos del país, que resultó ser finalmente un gran fraude administrativo, sino también sobre los avances sociales y policiales que se han podido producir desde entonces. ¿Sería posible que se repitiera un caso como aquel? La directora tiene, desde luego, su respuesta. 

Leaving Neverland

"Michael Jackson lanzó un hechizo. Leaving Neverland lo rompe". Así titulaba el New York Times su artículo principal sobre esta serie documental de HBO y Channel 4 (emitida en España por Movistar+), en la que dos hombres acusaban a la estrella del pop, fallecida en 2009, se haber abusado de ellos cuando eran niños. El trabajo del cineasta Dan Reed, 236 minutos divididos por HBO en dos capítulos, contaba con los testimonios de las dos víctimas, que narraban lo sucedido en profundidad: según su relato, Jackson abuso sexualmente de ellos, mantuvo con ellos lo que les hizo creer que era una relación romántica —ambos conservaban cartas del músico, a uno de los niños le regaló un anillo de boda y celebraron una especie de ceremonia de matrimonio—, se ganó a su familia gracias a la fama y el dinero y les aisló calculadamente de su entorno. 

Lecturas que explican el 2019

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No era, ni mucho menos, la primera vez que el nombre del autor de Thriller se veía asociada a la pederastia. Jackson fue acusado por primera vez en 1993, cuando la policía de Los Ángeles comenzó a investigar el supuesto abuso a un niño de 13 años en su Rancho Neverland. El caso se cerró con un acuerdo por 28 millones de dólares. En 2003, otro documental, Viviendo con Michael Jackson, desencadenó un segundo proceso, que tuvo su juicio oral en 2005, donde se le acusaba de abusar de un niño de 14 años, uno de los protagonistas del documental. El músico fue absuelto: cuando se anunció el fallo, un fan de los cientos que esperaban en los alrededores del juzgado liberó 10 palomas blancas. Tras su muerte, se iniciaron dos procesos más, que están aún en marcha.

Leaving Neverland ofrecía no solo los detallados testimonios de los entonces niños, sino también una descripción de los mecanismos puestos en práctica por Jackson para ganarse el favor de los niños y, sobre todo, de sus familias, que permitían que los menores pasaran largas temporadas con el músico o incluso le acompañaran en sus giras. La recepción de la serie estuvo, sin embargo, polarizada entre quienes criticaban duramente el apoyo social otorgado al cantante, pese a las conocidas acusaciones de pederastia, y quienes seguían defendiéndole pese a todo. 

 

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