Cultura

Haifaa Al Mansour retrata el cambio lento de Arabia Saudí

Mila Alzahrani como Maryam en 'La candidata perfecta'.

Cuando Haifaa al Mansour, la primera (y única, aunque nunca se sabe) mujer cineasta de Arabia Saudí, rodó su primera película, La bicicleta verde, los cines estaban prohibidos y ella albergaba la esperanza de que quizás sus compatriotas pudieran algún día alquilarla en vídeo. Aquel filme se estrenó en España en 2013, y siete años más tarde su tercer largo, La candidata perfectaLa candidata perfecta (en cines este viernes), rodada con apoyo gubernamental, la directora prepara su próximo estreno en su país, esta vez en salas, por fin permitidas. Hay más: en la película, se muestra cómo la protagonista no puede viajar porque no cuenta con el permiso de su padre. En agosto de 2019, un decreto hizo posible que las mujeres salieran del país sin necesidad de contar con la aprobación de sus guardianes, su esposo o algún familiar hombre. 

"Hay muchos cambios que se están produciendo, el país ya no está segregado, hay muchos espacios donde las mujeres pueden trabajar", explica a este periódico la directora, de viaje en España para acompañar el estreno del filme. La candidata perfecta refleja esos cambios lentos, esas victorias parciales, esas derrotas agridulces. Maryam, una doctora joven —el espectador occidental se sorprende al ver que tiene que ejercer con un velo que cubre completamente su cara, con excepción de sus ojos— de una pequeña ciudad saudí, acaba presentándose como candidata a las elecciones locales, con un objetivo primordial: asfaltar la carretera que lleva hasta la clínica en la que trabaja, un barrizal que convierte en un caos la llegada de cualquier urgencia. No hace falta aclarar que esta "candidata perfecta" no lo tendrá fácil. 

Porque Al Mansour tampoco echa las campanas al vuelo: "Hay todavía muchas cosas en las cabezas de las mujeres: si viajo sola, ¿qué dirá la gente de mí?, ¿qué hacemos con estas libertades?, ¿cómo van a afectar a nuestras vidas? Llevará tiempo asimilar estos cambios como parte de lo que somos. Arabia Saudí lleva mucho tiempo bajo una ideología islámica conservadora, y el cambio va a ser gradual". Pero no niega la transformación. Cuando rodó La bicicleta verde, la primera película rodada enteramente en el país, Arabia Saudí era un territorio segregado en el que hombres y mujeres no podían compartir espacios; ella rodaba desde una furgoneta porque no podía estar junto a su propio equipo de profesionales. Este rodaje cuenta con apoyo del Ministerio, y la policía llegó a defenderles —con la anterior se arriesgaban a la detención— cuando un vecino conservador comenzó a increparles y detuvo la grabación. "En Wajda siempre estábamos nerviosos, porque ellos tenían más poder y más control moral, y ahora te sientes más empoderada como artista".

La cineasta, que pasa parte de su tiempo en Estados Unidos —de allí es su marido—, ha elegido un camino para sus reivindicaciones políticas: el "diálogo" antes que la "confrontación". Hay que decir que no quedan muchas más vías en un país que ha encarcelado a activistas por los derechos de las mujeres como Loujain al-Hathloul, Iman al-Nafjan, Aziza al-Yousef. Y tampoco pinta ella un paisaje idílico: Maryam se ve obligada a cubrirse completamente, incluso los ojos,para realizar un vídeo electoral, hasta convertirse en una figura irreconocible —una escena que la directora se atreve a hacer abiertamente cómica—, los extremistas amenazan la orquesta en la que trabaja su padre —el Gobierno ha sido durante décadas un tanto gris sobre la legalidad de la música en directo, pese a la apertura de los últimos años, pero algunos proclaman aún su inmoralidad—, los pacientes se niegan a ser tratados por una mujer y ni siquiera se concibe que la candidata pueda dirigirse a sus posibles votantes masculinos

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Ni que decir tiene que todos los creadores se ven sometidos a censura previa, en un proceso que no es ajeno históricamente a los españoles. "Tienes que mandar el guion al Gobierno, sí", explica. "Pero cuando escribo, sé que vengo de esa sociedad, y sé que tengo limitaciones. Sé que no puedo incluir desnudez, por ejemplo, sé que no puedo hablar abiertamente de muchas cosas. Sé los límites de lo que puedo decir y lo que no, pero intento crear una historia dentro de eso". Con "reflexión" y confiando en "el subtexto", Haifaa al Mansour va encontrando su forma de contar sin contar del todo. "Mis películas son siempre críticas con la cultura", dice, "pero están hechas de forma en que la gente no se enfade. Que tengan sus reservas, pero que no se enfaden". Que no se enfade el público ni los gobernantes, y que después de La candidata perfecta puedan llegar otras películas, quizás gradualmente más claras y arriesgadas. 

La cineasta se muestra preocupada por la posibilidad de que, si va demasiado lejo en sus presupuestos políticos, acabe cortando lazos con su público potencial. "Hago películas que tienen humor, música y alma, quiero que sean una experiencia cinematográfica", dice sobre su cine, naturalista y delicado, sin grandes incursiones vanguardistas pero sin miedo a correr algún riesgo. "Y claro que es difícil a veces: una mujer que quiere encontrar su voz, una niña que quiere un poco de libertad y desafiar al sistema. Pero la manera de mostrar tu mensaje es muy importante. Se trata de reunirnos para encontrar soluciones comunes a nuestra vida. Para mí, este marco mental es importante, porque me permite mantener mi identidad como cineasta que quiere decir cosas importantes pero no perder el contacto con ser una entertainer, ser alguien que quiere hacer películas para que la gente vaya a verlas".

Este presupuesto va más allá de lo puramente cinematográfico. Haifaa al Mansour sabe que hay que seguir avanzando, y que estos cambios pueden resultar insignificantes para los espectadores occidentales. Pero desconfía de las grandes revoluciones. "Para lograr un cambio práctico y sostenido en el tiempo, que sea cada vez mayor, hay que ser paciente y trabajar duro", dice, como si verbalizara las ideas de su protagonista, una mujer recta, ordenada y tozuda. "El cambio que llega de repente tiene consecuencias que quizás no sean buenas. Hay que construir la sociedad con educación, con cultura, lleva tiempo pero merece la pena". Sin destripar el rumbo que sigue La candidata perfecta, sí hay que reseñar que la historia de Myriam no es el camino del héroe al uso, y que la directora y guionista no trata de convertir la realidad de un país opresor en un cuento de hadas. "Una victoria total sería muy difícil, y no sería real", asegura. "Tenemos que tener una historia colectiva como mujeres, y esa historia colectiva tendrá éxitos y fracasos. No tenemos que tener miedo al fracaso". 

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