Cultura

Los libreros españoles rechazan abrir ya como en Italia: "Pedimos ser de los primeros, pero con la desescalada"

La librería Nobel, en Vigo, cerrada por la crisis sanitaria del covid-19.

Después de semanas de estricta clausura, el Gobierno italiano ha permitido que las librerías abran de nuevo sus puertas a partir de este martes. Podría parecer que la medida llegaría como agua de mayo a un sector tan frágil como dañado por la crisis sanitaria, pero no: varias regiones se apresuraron a emitir sus propias normativas, contradiciendo el permiso del Gobierno, y allí donde no se hizo, la mayoría de las librerías decidieron dejar las persianas como estaban. Sin clientes, decían, ya que el confinamiento seguía al menos hasta el 3 de mayo, y con el altísimo riesgo de contagio para lectores y libreros, no servía de nada que el Estado pusiera los libros al mismo nivel que los alimentos. 

Los libreros españoles lo tienen claro: no quieren seguir el modelo italiano. "Para las librerías, no sería bueno estar abiertas ahora mismo", explica Alberto Taiga, presidente de CEGAL, la confederación que reúne a las librerías del país. "Lo que pedimos es ser de los primeros en volver cuando empiece la desescalada, pero no tendría sentido abrir si no se relajan las medidas de confinamiento". ¿Renuncia entonces el sector a que se considere el libro como un bien de primera necesidad, algo que se ha discutido largo y tendido a lo largo de las últimas semanas? "Queremos que sea considerado un bien esencial", matiza Taiga, "no de primera necesidad". 

Tras semanas de debates, hay una asombrosa unanimidad entre los libreros. "Mira que tenemos discusiones en las Juntas [del Gremio de Librerías de Madrid], pero en esto hemos coincidido todos", explica Pablo Bonet, representante de los libreros de la región. El avance de la epidemia ha disipado las dudas del sector, que poco después de la declaración del estado de alarma sí llegó a plantear, a través de la Federación de Cámaras del Libro —unión de editores, distribuidores y libreros—, que los comercios se mantuvieran abiertos durante la cuarentena, como lo han hecho las papelerías, para que sirvieran al menos de "dispensador de libros". Desde entonces ha pasado un mes, y la industria del libro ha recapacitado, en gran medida por la oposición de las librerías.

Tensiones en la industria

El cierre de las librerías, último eslabón de la cadena del libro, ha cortado el grifo a todos los demás actores, lo que ha ocasionado ciertas fricciones dentro del sector. Pese al incremento de la venta a través de Internet, las compras en librerías y cadenas supusieron todavía en 2019 el 53% de la facturación; el libro electrónico contribuye con un modesto 5% a la caja total del sector. Sin los ingresos que entran desde las librerías, tampoco ingresan distribuidoras ni editoriales, ni tampoco se pagan los royalties de los autores. La Federación de Cámaras del Libro ha calculado que la crisis costará 800 millones de euros a la industria, solo en el mercado interior. 

"Hay un montón de autores que quieren que volvamos, y hay cierta presión por parte de los grandes grupos editoriales y de distribución", señala Pablo Bonet, "pero lo primero es la seguridad de los clientes, de los trabajadores y de las librerías". Y lo secunda el librero Felip Pineda, de Detroit Llibres, en Alcoi (Alicante): "Desde que empezó esto, he visto muchas peticiones de que las librerías se mantuvieran abiertas, pero muy pocas que vinieran de libreros y libreras. Algún autor con mucha fama, editores... Pero los que ponemos el cuerpo somos nosotros". La Federación de Gremios de Editores comprende también el cambio de postura de las Cámaras del Libro: "Es evidente que el cierre de las librerías hace complicado que funcione la cadena del libro", admiten, "y para editores y distribuidores es importante que se abra, pero entendemos la situación general". 

Seguridad económica, jurídica y sanitaria

Los libreros tienen varias preocupaciones. Primero, los gastos. "Qué sentido tiene que un librero tenga que estar abriendo, pagando personal y suministros, para vender... ¿cuánto? Si la policía incluso te multa por comprar ciertos alimentos, quién va a ir a la librería", se pregunta Felip Pineda. Coincide Lola Larumbe, de la librería Rafael Alberti, en Madrid: "Hoy por hoy, no hay seguridad sanitaria y económica, no hay gente en las calles para que vayan a las librerías. Creo que es mejor ser prudentes".

Además de la seguridad económica, CEGAL reclama también la necesidad de una seguridad jurídica. Algunas librerías se han acogido a las facilidades ofrecidas por el Gobierno para realizar ERTEs, y quienes funcionan como autónomos han podido pedir el subsidio por cese de actividad. Si se les permite abrir de nuevo, temen que se cancelen estas ayudas, que no podrían sustituirse por una caja que prevén escasa. 

Pablo Bonet recuerda también la necesidad de garantizar la salud de los trabajadores. "Tendríamos que tener mascarillas, guantes, algo de lo que carecen muchas empresas no esenciales que han vuelto ya al trabajo", dice. De hecho, los libreros trabajan ya en "adecuar los locales a las medidas de seguridad", que tendrían que incluir en su opinión una estricta limitación de aforo e incluso del tiempo que los clientes podrían pasar en la librería. "No se podrán hojear los libros, ni charlar durante media hora como solemos hacer", apunta Bonet, que asegura que las librerías tienen "dos o tres semanas" para ponerse al día en materia de seguridad laboral: "La apertura no se improvisa, como en Italia, se prepara". 

El dilema de los repartos

La preocupación por la salud laboral se extiende también a la de los repartidores. Muchas librerías han decidido no servir pedidos a través de Internet, como la barcelonesa Nollegiu, que canceló desde el cierre su tienda web para "no poner a nadie en riesgo". Este y otros 41 comercios de esta ciudad lanzaron el martes un manifiesto titulado Sant Jordi ets tu (San Jordi eres tú) en el que pedían a los lectores que evitaran hacer pedidos onlineonline para celebrar el Día del Libro el próximo 23 de abril, especialmente relevante en Cataluña. "Por responsabilidad con la comunidad y para parar la cadena de contagio no expondremos a nadie y no favoreceremos el envío de libros", explicaban, criticando la actividad de Amazon y otras empresas de distribución. "No queremos ser responsables de millones de desplazamientos en la semana del 23 de abril". 

Detroit Llibres también ha optado por clausurar su web: "Hemos tenido momentos de duda, porque facturar cero euros durante meses puede ser una herida mortal", dice Felip Pineda, "pero siempre acabamos en lo mismo: si nosotros vamos a la compra con precaución, no me parece que sea razonable mandar a repartidores de aquí para allá, porque además son un colectivo muy vulnerable que depende de empresas que no respetan los derechos laborales". Como representante de los libreros madrileños, Pablo Bonet dice comprender "a quienes quieren mantener un ingreso, aunque sea mínimo", pero entiende "sobre todo a quienes no quieren poner en peligro a nadie". 

Amazon se queda con el pastel de la compra online durante el confinamiento mientras los libreros ultiman su web de ventas

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¿Y a la vuelta?

Pese a todo, el deseo de regresar a la actividad no disminuye. "Yo estoy deseando volver a la actividad", dice Larumbe, "que la librería pueda abrir, por supuesto. Es una necesidad de todos, recuperar la vida normal. Pero hoy la situación no es normal ni muchísimo menos". Felip Pineda añade otra reflexión aparentemente más teórica: "En un contexto en el que no podemos ver a nuestros seres queridos, a nuestras madres o a nuestras amigas, en el que estamos renunciando a la compañía de los demás, no sé si podemos reivindicar el libro como una necesidad. Creo que a veces se le dota de cierto esencialismo, moralmente no podemos defender los libros como bien de primera necesidad".

Y si coinciden en la imposibilidad de abrir, por ahora, coinciden también en la solución para cuando termine la crisis sanitaria: la inversión del Estado en compra para abastecer los fondos de las bibliotecas. "Es una inversión directa, que enriquece a toda la cadena y que no es nueva, ya se hacía antes, pero ese gasto nunca se recuperó del todo tras la crisis", razona Pablo Bonet. También lo ven con buenos ojos en Detroit Llibres —"No es dinero a cambio de nada, sería una inversión, libros para que pudiéramos leer todos"—, aunque se muestran algo escépticos: "No soy optimista, quien esté en el Gobierno va a tener la coartada de todo lo gastado durante la emergencia sanitaria. Se hizo en 2008 y me temo que lo veremos de nuevo". Pero eso será cuando las librerías abran. 

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