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'Toda la verdad', una crónica del 'procés'

Toda la verdad

infoLibrepublica un fragmento de Toda la verdad (Ara Llibres), la "crónica definitiva del proceso independentista de Cataluña" escrito en conjunto por Ferran Casas, Odei A.-Etxearte, Marc Martinez Amat, Roger Mateos, Gerard Pruna y Neus Tomàs. Un libro que narra los entresijos del procés y las conversaciones que tuvieron lugar fuera del alcance de los ciudadanos sobre el conflicto catalán.

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Dos encuentros entre Puigdemont y Sánchez

Con quien sí habla Puigdemont durante aquellos días es con Pedro Sánchez. La primera vez que se reúnen es, precisamente, el 22 de agosto, con motivo del tradicional suquet que el director de cine Pere Portabella organiza en Mas Ventós, en el Empordà. Portabella, que siempre ha disfrutado propiciando encuentros de puntos de vista distantes en sus cenas —hasta el punto de que obliga a que nadie se siente en la misma mesa que su acompañante—, ha invitado esta vez al líder del PSOE. La cena empieza dos horas tarde, ya que esperan a Puigdemont, que se retrasa porque está compareciendo en Barcelona al lado del mayor de los Mossos para anunciar que se ha abatido al último terrorista de la Rambla. A la misma hora que comparece el presidente, el resto de los invitados se toma una copa de cava y unos canapés. El protagonista de todos los círculos es Sánchez, que, en conversaciones informales, explica que, estando en la oposición, no tiene suficientemente controlado al PSOE para hacer propuestas a Catalunya: «Cuando sea presidente, tendré más margen», afirma.

Bien entrada la noche, con Puigdemont ya entre los invitados y avanzada la cena, Portabella se lleva al presidente de la Generalitat y al líder del PSOE a la biblioteca que tiene en el mas y los deja allí para que puedan hablar con tranquilidad. La conversación dura cerca de media hora, pero ambos acuerdan volver a verse pronto, esta vez en la Generalitat. El encuentro tiene lugar unos días después, aprovechando que Sánchez está en Barcelona para asistir a la manifestación de condena por los atentados. Comen en la Casa dels Canonges y, en esta ocasión, Puigdemont y Sánchez sí que entran en materia. El presidente de la Generalitat insta al líder del PSOE a impulsar una moción de censura contra Rajoy y le garantiza que dispondrá de los votos de los independentistas. Pero Sánchez lo descarta porque cree que todavía no ha llegado el momento, y le comenta a Puigdemont su apuesta por un Estado plurinacional y la posibilidad de impulsar una comisión en el Congreso sobre Catalunya.

El líder del PSOE encuentra más receptividad en la coordinadora general del PDeCAT, Marta Pascal, con quien también se ve durante esos días. De esta reunión surge una sintonía que será clave diez meses después para que prospere la moción de censura contra Mariano Rajoy. Pascal también forja entonces una relación fluida con Pablo Iglesias, con quien tiene conversaciones a menudo, sobre todo alrededor de la asamblea de cargos locales que hace Podemos en Zaragoza el 24 de septiembre, en la que se aprueba un manifiesto —que ERC no suscribe— que apuesta por un referéndum pactado con Catalunya. Pero es una reunión en la que la noticia principal son los altercados en la puerta, donde manifestantes de la ultraderecha impiden la salida de los asistentes sin que la policía, bajo mínimos porque tiene a la mayoría de sus efectivos en Catalunya buscando urnas y papeletas, pueda garantizar la seguridad en un primer momento.

De los muchos encuentros discretos que tienen lugar por aquellas fechas, hay uno que trasciende. Es el que, a petición de Jaume Roures, reúne a Oriol Junqueras y Pablo Iglesias en casa del empresario, que está muy interesado en que Podemos apoye el 1-O. A la cita también asisten Marta Rovira, Xavier Domènech y Oriol Soler, que había coordinado la convocatoria. En la puerta les espera por sorpresa un periodista de El Confidencial, y pocas horas después la reunión, que se quería secreta, se hace pública. Durante la cena, Junqueras se mantiene, de entrada, en un segundo plano, y deja que sea Rovira quien exponga cómo ve Esquerra el camino hacia el referéndum. Después toma la palabra Pablo Iglesias, que dibuja un escenario optimista en el que Podemos gobierna en el Estado al cabo de dos años y medio. Vaticina, también, que el 1-O no llegará a celebrarse: «Ser catalán implica no llevar en las venas suficiente pulsión insurreccional».

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También el PP aprovecha para hacer reuniones con el referéndum como telón de fondo. El 21 de agosto tiene lugar una reunión destacada en la sede del partido de la calle de Urgell de Barcelona. Allí, un grupo de dirigentes del PP catalán —entre los que se encuentran Xavier García Albiol, Enric Millo, Santi Rodríguez y Josep Llobet— hacen llegar a la vicepresidenta Sáenz de Santamaría su inquietud sobre que, como pasó el 9-N, en Catalunya haya urnas el 1-O. La respuesta de Santamaría es la misma una y otra vez: «No os preocupéis, no habrá urnas». Viendo que no consigue vencer los recelos de sus compañeros de partido en Catalunya, acaba pronunciando una frase con un punto de condescendencia que queda marcada en el recuerdo de los presentes: «A ver si nos entendemos. Los chicos lo tienen todo controlado. Las urnas no aparecerán. No aparecerán». Con «los chicos», Santamaría se refiere al CNI.

Durante la reunión, la vicepresidenta añade un argumento más para defender que el 1-O no habrá referéndum, y es que le parece imposible que, con los atentados tan recientes, el Govern se plantee continuar con la votación. Esos días se abre paso entre algunos dirigentes independentistas una hipótesis que con el tiempo llegará a arraigar con diferente intensidad también en cargos del Govern y en el mismo Puigdemont. Una teoría de la conspiración, según la cual, el Estado tendría algo que ocultar respecto a los atentados y que tiene como base una escena vivida el 31 de julio en el Parlament. Según varias fuentes, justo después de que J×Sí y la CUP introdujeran en el registro de la Cámara la ley del referéndum, un diputado de Cs transmitió el mismo mensaje por separado a Lluís Llach y Mireia Boya: «Este referéndum no lo podréis hacer porque pasarán cosas muy gordas».

Durante casi dos semanas desde el atropello mortal de la Rambla, el referéndum ha desaparecido de la agenda política. La resolución de los atentados y la gestión de los actos institucionales centran el día a día. El último capítulo ocurre el 26 de agosto con la manifestación de rechazo al terrorismo, a la cual asisten las principales autoridades del Estado. También el rey Felipe VI, que protagoniza el acto por los sonoros pitos y abucheos que recibe. En todas las televisiones del mundo, el monarca aparece rodeado de esteladas y de carteles con el lema «Quien quiere la paz no trafica con armas». Detrás de las protestas y las pancartas que se reparten en la manifestación, se encuentra, una vez más, el aparato de comunicación gestado desde el Estado Mayor. En el paréntesis de los atentados, la estructura externa al Govern que se esfuerza por hacer posible el referéndum no ha dejado de funcionar.

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