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Entrevista

Pedro Almodóvar: "Utilizar la pandemia para atacar al Gobierno es el peor uso posible de la democracia"

Clara Morales | David Noriega

Superó el coronavirus y soportó el confinamiento gracias a la escritura. Cuando se levantaron las restricciones se apresuró a rodar un “experimento” con el que quiere “arrastrar a la gente al cine”. Pedro Almodóvar (Calzada de Calatrava, Ciudad Real, 1949) estrena este miércoles La voz humana, un corto de apenas 30 minutos basado en el monólogo de Jean Cocteau y protagonizado por Tilda Swinton con el que el cineasta manchego le pierde el miedo al inglés —al menos con Tilda— y se concede el privilegio, cuarenta años después de su primera película, de ser “más Almodóvar que nunca”.

Pregunta. En un momento en el que ni los grandes estudios de Hollywood se atreven a estrenar y los cines están pasando por uno de sus peores momentos, usted decide estrenar un corto, en salas y a precio reducido.

Respuesta. Hay que atreverse. En el periodo que estamos viviendo yo estoy más activo que nunca. Creo que hay que hacer películas, estrenarlas y crear elementos de atracción para que el público vuelva a las salas. Estoy muy contento porque La voz humana no es una película estándar y el hecho de estrenarla ya es bastante, pero me alegro mucho de que sea en esta época. Me parece fatal lo que están haciendo los estudios americanos de secuestrar los grandes títulos, los más comerciales, sin importarles lo que ocurre en el resto de las salas del mundo. La actitud debe ser la contraria, la de trabajar más que nunca.

P. Las plataformas digitales se han convertido en aliadas del confinamiento. ¿Le han tentado o se ha sentido tentado a probar?

R. Desde hace años nos han ofrecido trabajar haciendo alguna serie, pero a mí la narración seriada no me va. Estoy educado en lo que es el cine en gran pantalla, que es la naturaleza con la que nació, y en desarrollar tramas de hora y media o dos horas. Lo episódico no va conmigo. No he pensado nunca en ello ni creo que vaya a hacerlo.

Eso no quita que las series estén dando muchísimo trabajo en España. Está apareciendo, por las plataformas, una industria audiovisual que antes no había. El hecho, por ejemplo, de que durante este confinamiento la gente haya visto más ficción que nunca demuestra hasta qué punto es una de las herramientas más certeras para huir del tedio, la angustia y el aburrimiento. Cuando hablo de ficción lo hago extensivo a la cultura porque detrás de cualquier serie o película hay alguien que escribe, que dirige, que ilumina, que barre los estudios... Todo eso es cultura.

Antes era muy difícil explicar por qué era necesaria la cultura; ahora tenemos un ejemplo palpable de que hace la vida mejor, entre otras cosas. Lo que sí es cierto es que la gente se ha acostumbrado a ver la ficción en casa y está costando mucho trabajo que vuelvan a los cines. Las cifras que dan cada fin de semana son terroríficas. Mi batalla personal es arrastrar a la gente al cine.

P. Uno de los sectores más perjudicados por la crisis sanitaria ha sido precisamente el cultural. Muchos han levantado la voz pidiendo más ayuda. ¿Ha percibido falta de apoyo a la cultura en los últimos meses?

R. Sí, totalmente. Tenemos muy mala suerte con el ministro de Cultura. El anterior era estupendo y un gran gestor, pero han elegido a un político, alguien fiel al partido. Es lo peor que nos puede ocurrir. Le han metido de ministro en Cultura como le podrían haber metido en cualquier otra materia. No es en absoluto consciente de lo que nos está pasando ni sabe de este colectivo. Este año hay miles y miles de familias que por primera vez han ido a los bancos de comida a alimentarse porque se han quedado en la calle que se dedicaban al teatro, que no ha llegado a abrir. Todos los técnicos de teatro están sin dinero para pagar el alquiler. Es una cuestión casi de humanidad. Seguro que en cada oficio hay muchísimas víctimas, sin contar esos cientos de miles de familias que están ya por debajo del umbral de la pobreza, que se han duplicado en este tiempo. Vivimos tiempos verdaderamente trágicos y la cultura es una de las víctimas. No hay voluntad política para ayudar.

P. Siempre dice que su biografía está en todas sus obras. Aquí vemos como el monólogo de Cocteau había aparecido ya en La ley del deseo y estaba en el origen de Mujeres al borde de un ataque de nervios. ¿Qué hay de Pedro Almodóvar en La voz humana?

R. La voz humana propone un personaje femenino en una situación que a mí me gusta mucho o, por lo menos, en la que me manejo muy bien como escritor. Es una mujer abandonada, al borde del abismo, en un estado de tensión insoportable que la dinamiza mucho: empieza a hacer cosas, sale a la calle, intenta averiguar con quién está el amante que la ha dejado. La mujer doliente es un tema que me resulta muy inspirador. En Mujeres... provocó el guion, aunque no hay después conversación telefónica, porque una vez que abrí las puertas entró otro género y arrasó con todo. En 'La ley del deseo' estaba un poco la simiente de lo que he hecho aquí. Ahí ya aparece el hacha que he recuperado para el corto.

Con esto ya doy por terminada mi relación idílica con el texto de Cocteau. Sin embargo, al enfrentarme al texto original, escrito en 1930, me he dado cuenta de que no me identificaba con esa mujer. Con el dolor, sí, pero no con esa parte de sumisión. La he hecho más mía, más contemporánea, más dueña de sí misma. He convertido el monólogo casi en un acto de venganza, sobre todo porque mis personajes, no importa la situación que vivan, son moralmente muy autónomos. Yo quería que esta mujer tuviera esa autonomía moral y he reescrito más de lo que pensaba.

P. Esta película tiene mucho que ver también con el confinamiento que hemos vivido. Usted mismo contaba en las conversaciones en torno a Dolor y gloria cómo se había dado cuenta de que también vivía desde hace tiempo un tipo de encierro. ¿Cómo ha vivido el confinamiento y la soledad durante el confinamiento?

R. Para la escritura tengo que estar solo en casa, así que la soledad no me es tan extraña como para cualquier otro profesional. El hecho de no recibir llamadas, no tener citas de trabajo, no venir aquí [las oficinas de El Deseo, su productora], de estar solo en casa... me hizo ponerme a escribir. La escritura me salvó de toda la preocupación y toda la angustia de ese periodo. De hecho, con la película que escribí estamos ya en preproducción para rodar a principios del año que viene. Me enteraba de lo que pasaba, pero veía poco la televisión y era una especie de huida hacia adelante. Echaba mucho de menos los cines y ver a la gente, pero me di cuenta de que la soledad es algo en lo que yo ya vivo.

P. Después de este momento de angustia y de sufrimiento individual, pero que también ha sido colectivo, ¿qué siente, como ciudadano, cuando ve la bronca política en torno a la gestión de la pandemia?

R. Es muy descorazonador, muy desmoralizante. Me escandaliza, me entristece, me desespera. Me da la impresión de que, lejos de arreglar las cosas, el túnel en el que estamos es más profundo y más oscuro que antes. Me parece terrible. El enfrentamiento político es uno de los grandes problemas que tenemos y de tanta dimensión como una pandemia descontrolada y atroz como la que estamos viviendo. El hecho de que haya partidos que utilizan la pandemia para atacar al Ejecutivo me parece el peor uso que se puede hacer de la democracia. Yo estoy asustado e indignado. Me planteo si a los políticos les llega lo que pensamos las personas de la calle, porque no creo que sea el único; el disgusto y la falta de esperanza es generalizada. Estamos viviendo una época complicadísima en todos los aspectos y este enfrentamiento lo único que hace es enmarañarla mucho más.

P. La voz humana ha sido para usted un “experimento”, en el que se ven elementos muy característicos de su obra y otros radicalmente nuevos. ¿Qué le ha permitido descubrir este “experimento”, qué puede aplicar a esta nueva etapa de su producción?

R. No sé si me servirá en el futuro, porque he hecho cosas que en una película de una duración normal no me habría atrevido. Por ejemplo, saco muebles que aparecen en otras películas, y me da igual. La película era yo haciendo lo que me pedía el cuerpo. No es gratuita, pero sí hay mucho de capricho en las cosas que abordo y cómo las abordo. Siempre había querido saltar al otro lado del decorado y mostrar de qué está hecha la materia del artificio. Aquí es la idea esencial: mostrar al personaje dentro de un decorado naturalista donde soy más Almodóvar que nunca, con los colores, los objetos... No es un auto-homenaje, pero he estado menos contenido que nunca porque esa era también la razón de hacer el corto, darme a mí mismo toda esa libertad. Me he sentido como cuando hacía super-8, como el que está empezando y todo es nuevo para él. Todo iba a favor de la historia. Ha sido un experimento muy estimulante.

P. Tras haber rechazado rodar en inglés en varias ocasiones, ¿qué es lo que hace que ahora sí tenga sentido?

R. Quería experimentar cómo me movía dentro del idioma, cómo me veía a mí mismo dirigiendo en inglés. Prefería hacerlo en pequeño formato porque en una película larga no me atrevía. Al final, no solo me he dado cuenta de que sí podía dirigir en inglés, sino que además la elección era muy oportuna, porque es un texto muy melodramático. La situación de esta mujer es carne de bolero y el inglés proporciona una especie de distancia. El español es muy caliente, el inglés atempera el melodrama. Se me ha quitado mucho miedo del que tenía para rodar en inglés. Si rodara una película con Tilda ahora no sentiría ningún miedo, no sé qué pasaría con otras actrices.

P. En unos días se celebra el 40º aniversario del estreno de Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón. Echando la vista atrás, ¿cree que todas sus películas podrían contarse hoy en día, con los filtros de la sociedad de 2020? Estoy pensando en Entre tinieblas, en Átame, en Hable con ella...

R. Y en la propia Pepi, Luci, Bom. Yo creo que no. Todo esto depende de que uno se atreva a hacerlo. Yo me atrevería ahora mismo, si tuviera veintitantos años, a debutar con una película como Pepi, Luci, Bom. Lo que sí estoy seguro es que hubiera habido mucha más reacción en contra, también por parte de algún partido político. Y que incluso… Yo creo que probablemente no la hubiera estrenado. Probablemente Pepi, Luci, Bom ahora mismo, a alguien que acaba de debutar, no se la estrenarían. Y además siendo una película tan underground, porque no teníamos dinero y era el único modo en que se podía hacer. Estoy seguro de que yo la haría, porque me siento igual de atrevido, pero habría tenido una respuesta violenta en determinadas partes de nuestra sociedad. Hemos ido a peor en ese sentido.

P. Sus películas han sido en muchos casos una ventana para jóvenes LGTBI, muchas veces faltos de referentes y sin una educación en diversidad de calidad. ¿Es consciente de lo pedagógico de su filmografía cuando está escribiendo un guion, o es algo circunstancial?

R. No, no soy consciente. Me alegro de que sea así. Mucha gente lo dice por la calle y me lo decía ya en los años ochenta, que les había ayudado a normalizar su vida, a salir del armario. He recibido confesiones muy, muy, muy cálidas y muy expresivas. Sobre todo en esa época. Yo trataba de imponer las historias bajo mi punto de vista y olvidarme de qué se pensaba a mi alrededor, de qué era lo habitual. Yo traté no ya de hablar, por ejemplo, de la transexualidad, de la homosexualidad o del travestismo como algo entrecomillado y especial y exótico, sino que le daba carta de naturaleza en mis películas, porque de hecho formaban parte de mi vida. Eso se convirtió en algo único, porque no había muchos directores que hablaran de personajes LGTBIQ —hay que decir “Q+” ahora, que van añadiendo letras—. Me alegro mucho de haber sido de los pocos. Pero en mí lo que había era naturalidad. Si alguien no lo veía natural, ese ya era su problema. Yo era consciente de que no estaba normalizado en la sociedad, pero el hecho de ser director y guionista de una película te da mucho poder, te da el poder de imponer una historia de acuerdo con cómo tú la ves. Entonces yo... yo la impongo con todo ese poder. Impongo una realidad como si fuera la única realidad.

P. Sus películas tienen también muchos personajes trans. En una entrevista en 2017 comentaba que “la transexualidad no se identifica con la genitalidad masculina o femenina”. Al tenor de las tensiones que está habiendo últimamente en el feminismo, a raíz de la autodeterminación de género, ¿continúa pensando lo mismo?

Pedro Almodóvar se queda fuera de los Oscar con su cortometraje 'La voz humana'

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R. Yo creo que sí. Comprendo también que haya esas tensiones entre la mujer biológica y la mujer transexual, pero yo no estoy de acuerdo en que haya esa diferencia. La mujer transexual probablemente no haya tenido que vivir décadas de desprecio como las feministas históricas, pero ha tenido que pagar un precio muy alto para llegar ahí. Tan alto que, de hecho, ha expuesto su vida. Ahora mismo una mujer transexual o un hombre transexual no necesita tampoco dar el último paso. Porque sí creo que el género está dentro de la cabeza de uno mismo. La identidad es algo que está dentro de nosotros y yo creo que ahora está más claro, no en toda la sociedad, pero gran parte de la sociedad, que la genitalidad no define el género, sino que lo hace la identidad, y la identidad la conoce uno mismo. También la sociedad española se ha acercado de un modo mucho más normal y más práctico también, cuando tienen un hijo o una hija transexual. Y ahora el proceso de cambio en general lo hacen dentro de la familia, lo cual es un mundo que no tiene comparación con los años setenta u ochenta, que solo les quedaba la calle y una esquina para prostituirse, y renunciar a la familia. Nuestra sociedad ha evolucionado muy favorablemente con respecto a este tema.

P. Hablábamos antes de 40 años del estreno de esa primera película. No sé si ha reflexionado sobre esto, cómo gestiona en lo personal saber que su filmografía le va a trascender durante décadas. ¿Eso cómo se asimila?

R. ¿Pues, sabes? Yo es que soy ateo. Entonces no pienso en la posteridad, ni creo tampoco en ella. Todo indica que mi obra sí va a mantenerse después de que yo ya no esté aquí, pero no tengo una postura al respecto, porque el hecho de no tener el soporte de ningún credo... es durísimo, yo preferiría tener cualquier tipo de fe, porque me ayudaría para todo, incluso para el modo en que siento mi propia obra. Mi propia obra la vivo intensamente, no hay otra cosa en el mundo más importante y que me llene tanto, pero la siento en el momento de hacerla. Una vez pasado ese momento, es como si no existiera.

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