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Manifiesto por una izquierda digital

Portada Manifiesto por una izquierda digital

José Moisés Martín | César Ramos

Cuando se habla de las transformaciones sociales, económicas y culturales de la revolución digital solemos tener que elegir entre planteamientos utópicos (excesivamente ingenuos y faltos de profundidad) y planteamientos distópicos (excesivamente pesimistas y cerrados a toda novedad). En este ensayo-propuesta de acción, los autores proponen una vía intermedia, con la que la izquierda y el progresismo pueda guiarse para adaptarse al revolución digital sin ilusiones vanas en las áreas fundamentales de nuestra vida social: cómo consumimos, cómo trabajamos, cómo nos comunicamos, cómo nos gobernamos.

infoLibre ofrece un fragmento de este ensayo firmado por José Moisés Martín y César Ramos

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Democratizar la economía digital y evitar la concentración del mercado

La digitalización y el proceso de transformación económica que esta abre tienden a incrementar la concentración de los mercados en una carrera en la que el ganador termina quedándose con todo. Esta realidad no solo obedece a la propia dinámica de la economía digital, sino a una estructura de mercado que debido a las malas o insuficientes regulaciones del pasado no es capaz de acabar con oligopolios y situaciones de ventaja en determinados sectores. Son los trabajadores, consumidores o simples ciudadanos quienes sufren de manera injusta las consecuencias de estas malas regulaciones.

Es imprescindible proponer enfoques alternativos que permitan ofrecer respuestas y propuestas para cambiar radicalmente este paradigma 

imperante y retomar un camino que avance hacia una sociedad inclusiva y sostenible. Una sociedad en la que el equilibrio entre la dimensión social y la económica sea incontestable y donde este equilibrio aparezca a la vez subordinado al logro de los objetivos de «inclusión social» y «sostenibilidad». Democratizar la economía implica aumentar las oportunidades de las personas para potenciar aquellas metas económicas y sociales que consideren convenientes, desde la autonomía hasta la automotivación.

Democratizar la economía es incrementar el grado de ciudadanía económica activa como personas trabajadoras, como emprendedoras, como consumidoras o como afectadas directa o indirectamente por las decisiones económicas de otros agentes.

Democratizar la economía significa contribuir a nivelar los desequilibrios de poder que existen en el ámbito del mercado y las instituciones.

Democratizar la economía es derribar barreras a la competencia entre empresas para facilitar el derecho a emprender, logrando que aquellas que quieran mejorar su cuota tengan que innovar constantemente y no abusen de su posición de mercado para imponer condiciones injustas.

Democratizar la economía es trabajar por los derechos de los consumidores cuando reclaman trasparencia sobre las condiciones de producción de los bienes de consumo o cuando simplemente protestan por un mal servicio. Cada vez que damos poder a los consumidores las empresas tienen que hacer un mayor esfuerzo por innovar y mejorar la calidad de sus productos y servicios.

El esfuerzo debe proponer un nuevo equilibrio de fuerzas entre trabajadores y empresarios, estimulando el acuerdo y la búsqueda objetivos que aporten valor a la empresa y mejoren las condiciones de vida de sus trabajadores. Esta es una de la claves del éxito económico alemán, que echó mano a instrumentos ya consolidados como los Consejos de Vigilancia, que forman parte del modelo de cogestión. Lo que sabemos es que en los procesos de digitalización el capital humano debe estar siempre en el centro de las decisiones.

Son las instituciones económicas inclusivas las que estimulan la participación de la gran masa de individuos de la sociedad a partir de un sistema que respeta la propiedad privada, pero con instituciones que garantizan la prestación de servicios públicos de calidad, un sistema legal imparcial y el hecho de que la acumulación de capital no sirva 

para cambiar las reglas de juego en beneficio propio. En otras palabras: la inclusión es un motor de la prosperidad que allana el camino hacia la innovación tecnológica y la educación.

Para avanzar en este proceso de democratización es imprescindible actuar en la definición de un nuevo modelo de empresa, que sea transparente y sensible no solo a las exigencias de rentabilidad, sino a su función social, a las necesidades y a las expectativas de todos los agentes implicados. Una empresa que sea responsable con su entorno y con las regulaciones sociales. Las grandes corporaciones están generando un cambio de paradigma en el que el valor que deben maximizar es el valor social, no el valor de sus acciones. La empresa no es un sistema cerrado en el que la propiedad organiza la distribución de recursos para obtener determinados beneficios a través del intercambio en el mercado. Al contrario: es un sistema vivo e interdependiente de su entorno interno y externo, a través de las relaciones entre la propiedad, los inversores, los clientes y proveedores, los trabajadores y la comunidad en la que se encuentra inserta. Entender la empresa desde esta interdependencia con su entorno social y ambiental implica superar el concepto restringido de responsabilidad social corporativa como un elemento de comunicación o de relaciones públicas, y situarlo allí donde ejerce su máxima función, plenamente integrado con el modelo de gobernanza corporativa. Los ejercicios más avanzados en materia de gobernanza corporativa ya avanzan en esta dirección y están incorporando los criterios de responsabilidad social en el conjunto de la operativa empresarial.

La participación de los trabajadores y la rendición de cuentas sobre las decisiones empresariales que afectan a la comunidad (así sea en términos sociales, ambientales o culturales), debe configurar un nuevo concepto de gobierno corporativo que va más allá de los actuales códigos existentes en materia de responsabilidad social empresaria o de los códigos de conducta de gobierno corporativo que existen para las sociedades cotizadas. Necesitamos un nuevo modelo de gobierno empresarial que permita redistribuir el poder y establecer los adecuados mecanismos de desempeño de la responsabilidad corporativa.

Pero actuar en la naturaleza de las empresas no es suficiente: tenemos que repensar también la estructura de los mercados. Evitar las concentraciones injustificadas y proteger más

activamente al consumidor y al trabajador. La segunda revolución industrial llevó a la separación de General Oil Company en varias empresas para evitar su poder de mercado. Quizá haya que pensar también en la separación de los negocios de los grandes conglomerados tecnológicos para evitar que estructuren un poder de mercado que asfixie a la competencia.

El objetivo de esta iniciativa de apertura y regulación de mercados debe ser el de favorecer la competencia y el acceso de nuevos actores a los mercados digitales, generando oportunidades económicas y sociales a partir del uso compartido y democratizado de los datos y la información. Si el petróleo de la nueva economía son los datos, entonces debemos delimitar muy bien de quién son y qué se hace con esos datos. Si los datos son de quienes los generan, entonces los usuarios deberíamos tener derecho a una compensación por su uso y disfrute. Y si el conocimiento es el motor de la nueva economía digital, en ese caso deberíamos poder garantizar que exista un uso compartido y equitativo de ese conocimiento, tomándolo como un bien común que gestionamos de manera democrática. Experiencias de verdad colaborativas como la Wikipedia señalan un camino de gestión del conocimiento y la información que realmente puede servir a las personas. El futuro de la red se definirá por su carácter de espacio compartido… o por su carácter privatizado. Con eso estará jugándose también el futuro de la economía. Y de nuestro bienestar.

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