Cultura

Teatro por teléfono para salvar la distancia (social y emocional) que impone el coronavirus

La iniciativa 'Teatro de guardia' conecta a intérpretes y espectadores a través de una simple llamada.

“Hola, soy Silvia Marsó. Quiero compartir contigo un fragmento de Doña Rosita la soltera”. Esto podrán escuchar los espectadores que descuelguen el teléfono entre el 12 y el 29 de noviembre. No se trata de una nueva estrategia de las teleoperadoras, sino de un nuevo formato escénico, Teatro de guardia, lanzado por el Festival de Otoño. A lo largo de 18 días, en un turno de mañana y otro de tarde, una veintena de intérpretes marcarán el teléfono del público que haya comprado sus entradas. Lo de entradas es un decir, pero lo de comprar también, porque es una actividad gratuita, con cupos reservados, además, para los espectadores más mayores, población de riesgo que puede haberse visto alejada de los escenarios por el coronavirus, para los espectadores que se encuentren hospitalizados y para los sanitarios. “Son gestos sencillos”, dice Alberto Conejero, director artístico del festival, “pero ahora parece que necesitamos estos gestos sencillos más que nunca”.

En Teatro de guardia sonarán las voces de Javier Cámara, Alba Flores, Luis Bermejo, María Pujalte, Pepe Viyuela, Silvia Marsó, Fran Perea, Ana Fernández, María Hervás, Víctor Clavijo, Blanca Portillo, Aitana Sánchez-Gijón o Israel Elejalde, entre otros. Y sonarán durante 15 minutos, un cuarto de hora de “intimidad” y “cercanía”, en palabras de Conejero. El Festival de Otoño ha tomado prestada la idea de otros teatros europeos. Fue el Théâtre de la Ville, en París, el que puso en marcha sus Consultas poéticas ya en abril, unas llamadas mitad consultorio radiofónico y mitad visita al médico que, por su éxito, se han alargado hasta este mismo mes. Allí, el intérprete le preguntaba al espectador-paciente cómo se encontraba, y le recetaba un poema, que pasaba a recitarle. El Festival Grec barcelonés siguió su estela en julio, replicando la experiencia, y ahora el madrileño Festival de Otoño vuelve a hacerlo, pero sustituyendo la poesía por el texto dramático.

Conejero, impulsor del proyecto junto a Ana Belén Santiago (del Teatro del Barrio, que coordina la iniciativa y que acogerá a los intérpretes para sus llamadas), ha propuesto a los mismos actores y actrices que sean ellos los que elijan los textos. La única premisa: que tengan “un vínculo con ellos”. Así, Silvia Marsó leerá fragmentos de Doña Rosita la soltera, que protagonizó en 1998 bajo la dirección de José Tamayo, e incluso cantará un fragmento de 24 horas en la vida de una mujer, musical a partir de la novela de Stefan Zweig que ella misma dirige, protagoniza y produce, y que regresará a Madrid en diciembre. Israel Elejalde ha optado por el famoso monólogo de Hamlet (“Ser o no ser...”), a quien dio vida, y por el poema “Si el hombre pudiera decir lo que ama”, de Luis Cernuda, que también llevó a la escena en Misántropo, bajo la dirección de Miguel del Arco. “Cuando descuelguen, además de presentarme, les contaré por qué he elegido ese texto y les pondré en antecedentes de qué le ha ocurrido al personaje hasta ese momento”, cuenta Marsó, que ha seleccionado cuatro textos distintos para las cuatro llamadas que tiene agendadas. “La idea es que la experiencia sea más que alguien leyéndote un texto, que sea compartir con la otra persona, y en eso entra compartir por qué esos textos son importantes para ti”, añade Elejalde.

Además de la condición única de la experiencia —una llamada, una conversación que en su misma esencia es irrepetible—, Alberto Conejero señala otra: la de la sorpresa. El espectador —ahora oyente— que haya concertado su cita y esté esperando la llamada no sabrá quién va a encontrarse al otro lado. “Habrá quien esté esperando que le llame Javi Cámara y de repente le llamo yo”, bromea Elejalde, que agradece que espectador e intérprete compartan la misma ignorancia sobre la identidad de su interlocutor. Conejero señala que esa sorpresa es también un símbolo: “El que está de guardia es el teatro”, dice, “y ahí acuden distintos oficiantes. Digamos que lo importante es el encuentro y, aunque son todos buenísimos, importa menos quién esté al otro lado”.

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Para el equipo, era especialmente importante diseñar un formato que fuera lo más accesible posible, y que llegara también a las personas que, por su especial vulnerabilidad, por enfermedad o por su trabajo, no pudieran acercarse al teatro de otra forma. “Son gente que merece todo nuestro apoyo y nuestro cariño”, dice Silvia Marsó. “Los sanitarios, porque se enfrentan ahora a la segunda ola ya muy cansados, y los mayores... Qué te voy a decir yo de cómo llevan el encierro, que me he pasado siete meses cuidando a mi madre de 90 años”. A las sesiones ya programadas (casi todas agotadas), el festival va a añadir también una serie de videollamadas para personas con problemas de audición.

Por eso los implicados insisten en que se trata de ofrecer un puente para salvar la distancia social, pero también la emocional. De romper aunque sea por unos minutos esa armadura que muchos han tenido que ponerse para resistir el día a día. “Como todas las experiencias dramáticas, uno acude a ellas para reflexionar sobre lo que está pasando, y a la vez para tener una experiencia, para evadirse de la realidad, para ir a otra”, comenta Israel Elejalde. Él mismo ha tratado de tener en cuenta la situación del oyente-espectador a la hora de elegir los textos. Hamlet, porque eso versos sobre la muerte y sobre la fragilidad del ser humano pueden resonar en los oídos de quienes sufren este 2020. Pero, quizás por eso mismo, descartó el poema “Contra Jaime Gil de Biedma”, del escritor catalán, por temor a que resultara “demasiado pesimista”: “Oh innoble servidumbre de amar seres humanos, / y la más innoble, / que es amarse a sí mismo!”.

El Festival de Otoño arranca el 12 su edición número 38 con la espada de Damocles sobre su cabeza: ahí está el cierre de la actividad cultural en Asturias o Cataluña, así como en buena parte de Europa, y su limitación en comunidades como Cantabria o Andalucía. “Tranquilos no estamos, estamos en guardia”, dice Conejero. Pensando en un no del todo improbable endurecimiento de las medidas, el equipo ha creado una plataforma para abonarse a ocho espectáculos retransmitidos en streamingstreaming, además de la grabación de otras cuatro obras, piezas de videocreación de poesía dentro del proyecto Pictura Fulgens y el propio Teatro de guardia. “Trabajamos siempre con un ojo puesto en las noticias y sabiendo que no se puede acertar plenamente con las decisiones”, admite el director. “Para nosotros, el peor escenario es que hubiera una situación de confinamiento tan estricto que no se pudiera hacer ni el streaming. Si ocurre algo así, hemos planteado incluso recuperar los espectáculos que no puedan estrenarse y hacer una extensión del festival en primavera”. Pase lo que pase, el teatro seguirá de guardia.

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