Cultura

Por qué en España es (por el momento) impensable una serie sobre los borbones como 'The Crown'

Fernando Gil como Juan Carlos I en la serie 'El Rey'.
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Trastornos alimenticios, infelicidad en palacio, infidelidades y una reina a la que no le caen demasiado bien sus propios hijos. The Crown, la serie de Netflix sobre la realeza británica, ha vuelto con su cuarta temporada. Pero, ¿sería posible algo así en España?

Una The Crown española en la que se recordara que Juan Carlos I fue nombrado rey por un dictador, como se recuerda en The Crown la connivencia del Duque de Windsor con la Alemania nazi. O en la que se señalaran las carencias intelectuales de algún miembro de la realeza, como la serie británica lo hace con las de la misma reina. O en la que se retratara el difícil matrimonio de los reyes eméritos, o las por otra parte muy conocidas aventuras del antiguo monarca. ¿Sería posible? Alberto San Juan, codirector de la película satírica El rey, se muestra escéptico y recuerda que la monarquía "es la cúspide de una pirámide de poder no democrático". Santos Mercero, guionista de la serie El Rey, sí se muestra esperanzado en que ahora, con la pérdida de popularidad del monarca, sean posibles otras ficciones. Y la crítica Conchi Cascajosa advierte que quizás The Crown no sea tan críticaThe Crown como creemos desde España. 

Los Borbones, a televisión

Fue en 2009 cuando se abrió la veda. Lo hizo el telefilme de dos capítulos 23-F: el día más difícil del rey, estrenado en Televisión Española con muy buena audiencia (30% de cuota de pantalla) y ganador luego del Premio Nacional de Televisión. La directora Sílvia Quer y la guionista Helena Medina narraban el golpe de Estado de 1981 desde la perspectiva del monarca, dibujándole como la figura que logró detener los planes de Armada, Tejero y Milans del Bosch arriesgando su vida en el intento. Entonces decía sobre ella Javier Pons, director de TVE: "Queríamos que tuviera un tono similar al de la película The Queen:fiel a los hechos políticos, pero también cercana y didáctica para los jóvenes que lo han estudiado pero no vivieron la tensión del momento". The Queen, escrita también por Peter Morgan.  

A la película The Queen, que en 2006 reflejaba las consecuencias que tuvo para la Casa Real británica la muerte de Lady Di, decía encomendarse también Joaquín Oristrell, guionista y director de Felipe y Letizia, el telefilme que abordaba en Telecinco, ya en 2011, el noviazgo entre los actuales reyes de España. Y habría que sumar El Rey,El Rey miniserie de tres capítulos estrenada en 2014, sobre la vida del monarca desde su llegada a España hasta su designación como rey. Los tres proyectos podrían formar una involuntaria trilogía borbónica: El Rey se centra en la relación de Juan Carlos I con su padre; 23-F, en el momento clave de su monarquía y la relación con su hijo; y Felipe y Letizia, en el gran movimiento comunicativo de Felipe VI antes de su coronación. A ellas habría que sumar Sofía (2011), sobre la entrada de la reina en la familia, y El príncipe maldito, sobre un aparente secundario,  Alfonso de Borbón y Dampierre, nieto de Alfonso XIII y primo hermano de Juan Carlos I. 

Es decir, que series no han faltado. Conchi Cascajosa, crítica de televisión y profesora de la Universidad Carlos III, explica esta fascinación en parte por motivos de producción: en 2009, la nueva Ley General Audiovisual permite a las cadenas incluir series y telefilmes dentro del 5% de financiación que deben dedicar obligatoriamente a contenidos europeos y españoles. En esos mismos años, recuerda Cascajosa, Telecinco y Antena3 producen también biopics sobre Lola Flores, Carmina Ordóñez o Mario Condebiopics. Pero es cierto que en esos seis años la familia real captó especialmente la atención de las cadenas. "Tengo la sensación de que dentro de este ciclo hubo algunas series que eran profundamente cortesanas y que en otras hubo algo de crítica o de ironía", señala la investigadora. 

La crítica imposible

Entre las más afiladas, Cascajona destaca la de Joaquín Oristrell, una miniserie cuyo guion sorprendió bastante. Por ejemplo, que se pintara al hoy rey Felipe Vi como incapaz de cocinar un plato de pasta o que el rey emérito se paseara en chándal por Zarzuela. En algunas escenas, se mostraba un humor sutil pero presente: los entonces reyes se dirigen a un acto oficial cuando comienzan a oír el himno de España; el rey pregunta "¿Qué pasa?", alarmado, a lo que la reina contesta "Ah, es que hemos llegado". "No me parece nada benevolente", dice la crítica, "y de hecho creo que tiene una ironía que en su momento no se apreció. Oristrell tuvo que salir, de hecho, al paso de las críticas: "Hice una comedia romántica", defendía, "Telecinco vendió otra cosa". Casi diez años después de aquello, a Oristrell no le quedan muchas ganas de recordar. Pero sí insiste: "Yo no hice un The Crown, lo mío era una comedia". Y asegura que sin ningún tipo de censura, solo la "prudencia" ante el retrato de unas "personas públicas". 

Tampoco habla de censura Santos Mercero, guionista de El Rey y de otras series como Hospital Central o películas como 15 años y un día. Pero sí de otra cosa: "Había... sí, lo llamaría un tabú con la Casa Real, que es que no se podía abordar nada con ánimo ofensivo o escandaloso". Esos límites se discutían en reuniones con la cadena, Telecinco: "Eran básicamente no incomodar más de la cuenta a la Casa Real, hacer una cosa que pudiera incluso gustarle, no pisar minas ni meter dedos en ninguna llaga. No recuerdo una censura concreta, del tipo 'esto no se puede contar', pero sí alguna indicación". Había que "edulcorar", por ejemplo, el noviazgo entre Juan Carlos y Sofía, o subrayar la imagen de "héroe" del monarca durante el 23-F. 

Alberto San Juan es tajante: "En nuestro país, la monarquía es un tema que ha estado excluido de la ficción y cuando ha entrado en ella ha sido al servicio de la propia monarquía, en ficciones que servían de propaganda". No lo era, desde luego, la película El rey, estrenada en 2018 como adaptación del montaje teatral del mismo nombre que se había fraguado en la sala independiente madrileña Teatro del Barrio. En ella, un monarca alucinado revisita algunos episodios de su pasado, incluida su buena relación con Franco o sus negocios con Mario Conde. La producción estuvo lejos de toda censura, pero también lejos del gran público: "Las únicas dificultades que tuvimos que salvar fue nuestra propia inexperiencia en el mundo de la producción cinematográfica. Hicimos una producción tan marginal que no entró en los circuitos de distribución mayoritarios, entonces no supuso ningún problema", explica San Juan. 

Cuando Juan Carlos I dejó de ser Rafa Nadal

A Santos Mercero le llegó el encargo de El rey, desde Telecinco, en 2010. La propuesta era retratar la juventud del monarca, algo como su camino hasta la corona, una propuesta a la que el guionista sumó el eje de la relación paternofilial, marcada por la renuncia de don Juan a sus derechos sucesorios. Recuerda bien los primeors encuentros con la cadena para definir el proyecto: "Lo tratamos con mucho respeto, primero porque era la figura del rey de España, pero también porque en el año 2010 aún no había caído ese respeto hacia el rey, tampoco entre los periodistas. En las reuniones con Telecinco recuerdo que lo comparaban con Rafa Nadal, que había dos personas que en España caían bien a todo el mundo: el rey y Rafa Nadal". 

Pero cuando fue a estrenarse la serie, allá por 2013, Juan Carlos I ya no era Rafa Nadal. Primero fue la caza de elefantes, luego Corinna y finalmente su abdicación. El rey llegó a la televisión en octubre de 2014, cuando los espectadores ya no estaban demasiado interesados en un relato heróico del monarca. "En 2013, una historia sobre el rey ya no era un caballo ganador", dice Santos Mercero. "Es una cuestión de oportunidad: que el espectador esté dispuesto o no a recibir la historia. Y cuando se estrenó la serie, la recibió de uñas". De hecho, El rey fue la última miniserie del ciclo de biopics monárquicos de principios de la década. 

Todos los entrevistados insisten en la importancia del contexto de producción. "Es evidente que ha habido un manto de silencio en relación al rey, y no solo en la ficción, también en los medios. Si no hablaban los periódicos, por qué iba a hablar la televisión", se pregunta Conchi Cascajosa. Y esto es algo que diferencia radicalmente a España del Reino Unido: allí, dice la investigadora, "siempre ha habido una enorme crítica y una discusión bastante potente en torno a la realeza". Y hay otro factor, que señala Joaquín Oristrell: los tabloides británicos critican a menudo a los integrantes de la familia real, pero la diana no es la monarquía como institución. "La percepción que se tiene la monarquía en Inglaterra, donde es una institución sagrada, no es la misma que se tiene en España. Allí, ocurra lo que ocurra con la monarquía, no es algo que se cuestione", dice el guionista y director. La línea sucesoria de los Borbones ha sido interrumpida por una república y una dictadura militar, y cuenta en su nueva etapa con 45 años de vida, algunos menos de vida democrática. 

La sombra de Peter Morgan

Desde su estreno, The Crown parece tener dos almas. O quizás dos tipos de espectadores: aquellos que ven en la serie un atentado contra los Windsor, empeñada en hacerles parecer como niños mimados e indolentes, una serie llena de mentiras y manipulaciones, y aquellos que la ven como una oda a la necesidad de una monarquía estable alejada de las pasiones y entregada al deber, con la reina como ejemplo, una serie también llena de mentiras y manipulaciones. En este último grupo está Cascajosa: "Peter Morgan es un cortesano, y creo que The Crown es una serie profundamente monárquica. Si algo así se hiciera aquí, lo que diríamos es precisamente eso, que es demasiado complaciente". En el otro campo estaría Santos Mercero, que se confiesa un absoluto admirador de Morgan y de su capacidad para la estructura narrativa y la sutileza. 

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Ambos señalan la importancia del creador en el hecho de que exista una serie como The Crown. Su trabajo sobre la familia real es largo, y no fruto de la casualidad: primero escribió The Queen y luego estrenó la obra teatral The audience, donde ponía en escena los encuentros de Isabel II con sus sucesivos primeros ministros desde 1952 hasta ese mismo momento. Aquellas escenas fueron la semilla de The Crown, que también se detiene especialmente en estas reuniones entre la habitante del Buckingham Palace y los de Downing Street. Pero el trabajo de Morgan está marcado por el apoyo de Netflix, que ha convertido la historia de la familia real inglesa en una serie de altísimo presupuesto (130 millones de dólares solo para las dos primeras temporadas, según el creador). "Es un proyecto muy ambicioso y con mucho dinero", apunta Conchi Cascajosa, "y esa no es la norma, sino una anomalía". 

Así que no basta con que caiga ese manto de silencio sobre Juan Carlos I. También hace falta quien quiera pagar. Sobre lo primero, Santos Mercero considera que hoy en día, "ahora que se están derribando todos los tabúes", sí sería posible hacer una versión más libre y crítica de la historia de los Borbones. Alberto San Juan no lo tiene tan claro: "Creo que la monarquía es la cúspide de una pirámide de poder no democrático que es la que gobierna este país, y entre todas estas estructuras hay una dependencia mutua por la cual no se puede hacer caer ninguna parte". Conchi Cascajosa señala otro factor: la posibilidad de que la ficción española se britanice, en el sentido de que se centre en las críticas a Juan Carlos I, figura ya caída, precisamente para salvar la de Felipe VI, de la misma manera que a la luz de algunos atropellos reales Isabel II parece no fría y pusilánima, sino reflexiva y comprometida con su papel.

El pasado junio, una noticia hizo pensar en una futura serie sobre Juan Carlos I poco interesada en retratar positivamente al monarca: la productora Weekend Studio trabaja en adaptar a la televisión el podcast XreypodcastXrey, del periodista Álvaro de Cózar. Mientras tanto, si los espectadores españoles quieren escándalos reales, tendrán que conformarse con los británicos. O con leer el periódico. 

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