Cultura

Un perro orinando al borde de un camino

Libros colocados en una estantería
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El pasado mes de octubre, The Bookseller, la biblia del negocio editorial, publicó su shortlist de novelas candidatas al Diagram Prize.

Esperen, que empiezo de nuevo. El pasado mes de octubre, The Bookseller reveló los títulos de las obras candidatas al Diagram Prize for the Oddest Book Title of the Year, Premio Diagram al título de libro más extraño del año. Título, subrayo, que es lo que importa en esta historia. Y así viene siendo desde 1978.

Ese año, andaban Trevor Bounford y el fallecido Bruce Robertson, de Diagram Group, aburridos en la Feria del Libro de Frankfurt y se les ocurrió este divertimento “como una forma de evitar el fastidio". En efecto, del tedio de dos editores nació un premio que celebra el ingenio para elegir los títulos más desconcertantes.

Entre los seleccionados de este 2020 había títulos sobre el poder metafórico de perritos que miccionan, sobre la enorme importancia socioeconómica y cultural del asno en la Edad Media o sobre cómo los headbangers del heavy metal beben de los textos de Virgilio, en concreto de la Eneida. Al final, el ganador fue A Dog Pissing at the Edge of a Path (Un perro orinando al borde de un camino), que se impuso a Introducing the Medieval Ass (Presentando al asno medieval).

Cierto, los dos son trabajos académicos, una región del pensamiento en la que cabe cualquier objeto de estudio y que acepta cualquier encabezamiento para coronarlo. El laureado, por ejemplo, está en el frontispicio de un texto sobre cómo un pueblo indígena que vive principalmente en las islas de Flores y Timor, los Nage, entiende la metáfora y utiliza su conocimiento de los animales para dar forma a expresiones específicas (en España quería ver yo al autor de la investigación); el título es un modismo para alguien que comienza una tarea, pero al poco se distrae con otros asuntos.

En cualquier caso, la técnica del título impactante no está reservada al ámbito erudito. ¿En qué queda el truco cuando de ficción se trata?

El chocante frontispicio

Lo de titular tiene su intríngulis. La Escuela de Escritura creativa sostiene en su blog de “Consejos para escritores” que “un título no lo es todo, pero puede ser un buen principio, del mismo modo que escoger el nombre de un perfume no hará que cambie su aroma, aunque puede incitarnos a comprarlo. Porque el título de una novela es algo así como la esencia de un libro, su personalidad. Y, por eso, su elección no resulta una tarea fácil”. El aconsejador ilustra sus recomendaciones con títulos inolvidables: por ejemplo, No culpes al Karma de lo que te pasa por gilipollas, de Laura Norton, “un título que, pese a ser largo, se nos queda grabado nada más escucharlo”. Y que, añado yo, me explica por qué uno de los pocos músculos (fuera de los frecuentes bíceps o tríceps) que recuerdo es el esternocleidomastoideo: me costó tanto aprenderlo que es imposible olvidarlo.

En la lista del profesor bloguero hay más: Quisiera tener la voz de Leonard Cohen para pedirte que te marcharas, de Oscar Sipán; Quisiera que alguien me esperara en algún lugar, de Anna Gavalda; o El abuelo que saltó por la ventana y se largó, de Jonas Jonasson. Este autor es un maestro en estas lides: suyos son El abuelo que volvió para salvar el mundo, El matón que soñaba con un lugar en el paraíso o La analfabeta que era un genio de los números.

El perro meón del Diagrams Price me recordó a Mark Haddon y su El curioso incidente del perro a medianoche, y es probable que algunos no hayan olvidado Tres hombres en una barca (por no mencionar al perro), de Jerome K. Jerome. Si vas a la web todostuslibros.com y en el buscador pones “gato” también sales servido.

Pero, ya que estamos en ese gigantesco depósito de libros, demos un paso más. ¿Qué ocurre si pongo “culo”? ¡Tremendo festín! Sin la raja del culo me sentiría más seguro, de Gerardo Ferreiro Valiño; Si sentara la cabeza, pensaría con el culo, de Paula Miñana; Por el culo: políticas anales, de Javier Saez y Sejo Carrascosa… cuando llegamos a Breve historia del culo sentimos que hemos alcanzado una cima, porque además el autor, Jean-Luc Hennig, convoca en apoyo de sus tesis a muchos y muy grandes: Rabelais, Sade, Verlaine, Rimbaud, Proust, Joyce, Bataille (autor de Historia del ojo. De ese ojo no, del otro) y tantos artistas quedaron fascinados por el encanto del culo, parte del cuerpo al que Quevedo dedicó unos versos:

Sábese que muchos filósofos y anacoretas,Para vivir en castidad, se sacaban los ojos de la caraPorque por ahí bebe el veneno de los vicios.Pero ¿cuándo por el pacífico y virtuoso ojo del culohubo escándalo en el mundo, inquietud o guerra?

 

Vale, me estoy desviando… ¡dioses, soy como un perro orinando al borde de un camino!

Premio Diagrama Español, Diagrama Valiente

Si tuviéramos que dar el premio aquí, ¿quiénes sería los candidatos de este 2020?

A falta de jurado, recurrí a amigos y conocidos letraheridos, que se volcaron conmigo, si bien muchas sugerencias quedaron fuera porque ni las obras originales ni, en su caso, sus ediciones españolas llevan la fecha de este año nefasto.

Así, quedaron fuera tres ensayos de título delicioso, incluso oloroso: El arte de tirarse pedos, un ensayo escrito en 1751 por Pierre-Thomas-Nicolas Hurtaut, editado en España en 2016 y apuntado por quien se presenta en Twitter como PATTON_theROAD; ¡Me cago en Godard!, de Pedro Vallín, una reflexión destinada a aliviarnos el sentimiento de culpabilidad que nos acecha cuando descubrimos que nos gusta una película muy, pero muy mainstream; y Cómo cagar en el monte, de Kathleen Meyer, aproximación ambientalmente sensata a un arte perdido. Tres títulos descartados a los que, no obstante, agradecemos que nos confirmen que la apelación a la escatología sigue siendo eficaz.

Tampoco cumplían todos los requisitos propuestas estupendas como las que me hicieron Anabel (El joven vendedor y el estilo de vida fluido, de Fernando San Basilio, y Prohibido entrar sin pantalones, de Juan Bonilla); Sara (Mas allá, a la derecha, de Fred Vargas. Y no es el baño), o la avalancha de títulos que lanzó Fran (Lo mejor que le puede pasar a un cruasán, de Pablo Tusset; La soledad de los números primos, “extraño y precioso a la vez, de Paolo Giordano; La sociedad literaria y del pastel de piel de patata Guernsey, de Mary Ann Shaffer; Los renglones torcidos de Dios, de Torcuato Luca de Tena). Ni siquiera éste que no sé quién puso sobre la mesa: Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos, de Emmanuel Carrère; ni éste, Totalidad sexual del cosmos, de Juan Bonilla (al que hay que reconocer desde ya su habilidad a la hora de titular), reciente Premio Nacional de Narrativa pero cuya fecha de edición es 2019; lo siento, y gracias, Clara.

¿Entonces? Pues nos quedamos con dos:

Silva, grillera y cigarral de Manolito el Pollero, de Manuel Fernández Sanz, un autor ausente de las aulas de literatura pero, quizá, el poeta bohemio más importante de la posguerra. Éste es su único libro, publicado y prologado por Camilo José Cela en 1966. Debo la propuesta a José María.

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Por si acaso, y aunque me acusen de pasarme de frenada, les diré que "silva" es una colección de materias o temas diversos, escritos sin método ni orden pero también una combinación métrica, no estrófica, en la que alternan libremente versos heptasílabos y endecasílabos; que “grillera” es el agujero o cueva pequeña en que se recogen los grillos en el campo, pero también la jaula de alambre o mimbres para grillos y, tiene toda la lógica, el lugar donde se habla mucho y nadie se entiende; en tanto que “cigarral” es específicamente y una casa de recreo y huerto que la rodea, en los alrededores de Toledo y con vistas a la ciudad. Para saber más de Manolito el Pollero tendrán que leer el libro…

El segundo finalista es La suerte del enano, de César Pérez Gellida. Éste lo propongo yo, que para algo firmo este divertimento.

Si se les ocurre alguno más, que tiene que haberlo, estamos abiertos a sus sugerencias.

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