Cultura

Cinco creadores para dejarse guiar en 2021

Fernando Fernán Gómez en 'La lengua de las mariposas'.
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Quienes descorcharan con alegría el champán el 31 de diciembre quizás se ha encontrado con un 2021 menos amable de lo que esperaba. Primero el asalto violento al Capitolio estadounidense, luego, la tormenta Filomena, que ha dejado en gran parte de España la mayor nevada y el mayor frío experimentado en medio siglo... Afortunadamente, no hemos consumido ni 15 días del todavía flamante año nuevo, y podemos seguir guardando esperanzas. Un motivo es la celebración de algunas efemérides, el aniversario del nacimiento la muerte de algunos creadores españoles que pueden acompañarnos en este año incierto. Aquí cinco nombres en los que apoyarnos para salir ilesos (más o menos) de 2021.

José Marchena (1768-1821)

El abate Marchena no era un abate. Y, de hecho, su relación con la Iglesia fue más que conflictiva. Este pensador y político liberal, estudioso de Voltaire y Rousseau, afrancesado, girondino y por supuesto exiliado, nació en Utrera, Sevilla, y tras marchar a Madrid y Salamanca para estudiar no tardaría en encontrarse con la Inquisición. En 1787, con solo 19 años, fundó El Observador, una publicación breve de la que solo salieron seis números: el Santo Oficio se encargo de que no se editara ni uno más. Permanecería en España hasta 1792, dejando poemas como su oda "A la Revolución francesa", pero aceptará finalmente que su destino no está en el país que le vio nacer. Pronto se exiliará a Francia, donde encontrará hueco entre los girondinos, algo que finalmente le llevará a la cárcel. No estaba Marchena en el bando de los vencedores: su apoyo al ejército de Napoleón le traerá a España de nuevo, del lado de los invasores, de donde saldrá huyendo una vez más. Encontrará muerte en Madrid en 1821, ilusionado por última vez con el pronunciamiento de Riego.

Aprovechando el bicentenario de su fallecimiento, la editorial Laetoli publica dentro de su colección Los ilustrados el volumen Obra francesa, un compendio de algunos de sus escritos, los que redactó en Francia —y en francés—, alumbrados por la revolución, y por primera vez con total libertad de palabra. "Vengo de la tierra de la servidumbre, de la tierra del despotismo religioso y civil", escribiría, "en la que todos los poderes, aplastando a un tiempo a los hombres honrados, hacen lamentar a cada instante al desgraciado español la desgracia de haber nacido hombre". Su pensamiento está marcado por la defensa de la educación, de la libertad de expresión, de la república, del laicismo y del papel político de los intelectuales. Dijo: "Somos hombres y nos interesamos por la humanidad entera más que por una parte del género humano, cualquiera que sea, habite donde habite y bajo cualquier clima que viva". Una voz a la que descubrir en 2021. 

Emilia Pardo Bazán (1851-1921)

Fue reaccionaria y progresista. A veces, las dos cosas al mismo tiempo”. Así definía Isabel Burdiel a Emilia Pardo Bazán en su biografía publicada en 2019. La autora gallega fue una de las escritoras más notables de la literatura española, pero también una intelectual de renombre, una mujer de “temperamento batallador” que no dudó en tirarse de cabeza a algunos de los debates más candentes de su tiempo. Y este año se cumple un siglo de su muerte, aunque algunas de las reclamaciones de Pardo Bazán sigan hoy a la orden del día. Porque, sí, la gallega fue una ferviente carlista en su juventud y católica toda su vida; desconfió de la democracia y criticó abiertamente a los Gobiernos progresistas. Pero también llevó una vida inusualmente libre incluso para las mujeres de su clase social, retrató —a menudo de forma crítica— la vida de las trabajadoras y de los obreros, y batalló —con serias consecuencias— contra el machismo del mundo literario. “Por eso es un personaje tan variado, tan plural, tan diferente. Es poliédrica, rompe las categorías”, insistía Burdiel. En las páginas de este periódico, de hecho, se debate en estos momentos sobre su figura.

En este año, los lectores podrán disfrutar quizás por primera vez de algunas de las novelas de quien fue una de las principales embajadoras del naturalismo, mucho antes de que esa corriente de fuerza revolucionaria se convirtiera en moneda de cambio. Por entonces, defender las tesis de Émile Zola era todo un desafío a las ideas en curso sobre la moral y el papel del arte. “La belleza de la obra de arte no consiste en que pueda leerse en familia”, decía, ante los escandalizados compañeros de profesión. “Literariamente hablando, no es mérito ni demérito de una obra no ruborizar a las señoritas. Además de Los pazos de Ulloa, su libro más conocido, reeditado por Alianza en su centenario, se puede visitar Insolación (con edición ilustrada en Reino de Cordelia) y Morriña (disponible en Cátedra), publicadas en su día conjuntamente bajo el título de Historias amorosas. Dos visiones complementarias, y en ocasiones opuestas, sobre la posición de la mujer en el amor romántico, la naturaleza del deseo, la posibilidad de una verdadera emancipación femenina y el yugo que la sociedad impone a las mujeres. En algunos aspectos, nadie diría que han pasado cien años desde la muerte de la escritora.

Carmen Laforet (1921-2004)

“La vida me ha interesado en todos sus momentos, tanto en los malos como en los buenos”, escribía Carmen Laforet en 1957, en la nota a la edición de Mis páginas mejores, una especie de antología, en la editorial Gredos. “Cuando vuelvo la vista atrás, veo que todos esos años se han combinado para hacerme una persona capaz del difícil don de sentir la felicidad, y humildemente creo que hasta de derramarla en un círculo muy íntimo”. De este personaje misterioso que acabó renunciando a la escritura después de estrenarse, precoz, con un debut genial llamado Nada, seguimos sabiendo poco. Está en sus cartas a Elena Fortún, maestra literaria, donde decía: “Este trabajo, mientras lo hago, para mí es importante, porque me libera, me sirve de huida de mis malos fondos revueltos. Por eso escribo”. O en las intercambiadas con el también escritor Ramón J. Sender. O en la biografía Música blanca, escrita por su hija Cristina Cerezales. Pero no está del todo. Y este año se cumplen cien años del misterio.

Laforet empieza a escribir su primera novela en 1944, a los 22 años; la obra acabará haciéndose con el Nadal, de reciente creación, y llegará a las librerías en 1945. La joven escritora era una completa desconocida, algo que fascinó e indignó a partes iguales a los miembros —casi todos hombres, casi todos mayores que ella— de los círculos literarios. La novela, que retrata con dureza la Barcelona de posguerra desde los ojos de una joven estudiante que acaba de llegar a la ciudad, fue un éxito de ventas y terminó llevándose al cine en 1947. Para entonces, Carmen Laforet se había casado ya con el crítico literario Manuel Cerezales, con quien tendría cinco hijos y del que se separaría en 1970. Su carrera se vería gravemente afectada tanto por su labor como madre, de la que hablaría extensamente en sus cartas, como por un progresivo rechazo al acto de escribir, que acabaría derivando en una especie de fobia. Después de su gran debut, considerado uno de los clásicos de la literatura española contemporánea, publicaría La isla y los demonios (1952), La mujer nueva (1955, reflejo de su acercamiento al catolicismo) y La insolación (1963).

Fernando Fernán Gómez (1921-2007)

Se sabe que Fernando Fernán Gómez, actor icónico, director y escritor, nació hace cien años. Pero no se sabe exactamente dónde: en su partida de nacimiento figuraría la ciudad de Buenos Aires, pero solo porque su madre, la actriz Carola Fernán Gómez, se encontraba de gira por Latinoamérica y solo pudo inscribirle en esa ciudad. El bebé había visto por primera vez el mundo, en realidad, en Lima, Perú. Un buen aperitivo por una vida dedicada a la escena, pero también a la reivindicación de la libertad y a la negativa a seguir la corriente social. Aunque los más jóvenes le recordarán por su trabajo en El abuelo o La lengua de las mariposas, Fernán Gómez se acercó a la actuación en plena Guerra Civil, en una escuela obrera organizada por el sindicato CNT y su posterior ingreso en la compañía de Laura Pinillos. Después de participar en películas como Domingo de carnaval, de Edgar Neville, o Esa pareja feliz, de Bardem y Berlanga, le dedicaría cada vez más tiempo a la escritura y la dirección: ahí está La vida por delante, éxito de 1958, El extraño viaje, de 1964, o El viaje a ninguna parte y Mambrú se fue a la guerra, ya de 1986.

Pero Fernán Gómez se ganó también con creces su puesto en el mundo de la literatura. Es autor de novelas como El viaje a ninguna parte, que luego adaptaría, y de obras teatrales como Las bicicletas son para el verano, un clásico instantáneo estudiado desde hace años en los colegios. Su trabajo como autor en distintos géneros le llevaría, de hecho, a ingresar en la Real Academia Española. A finales de los ochenta y durante los noventa se dedicó también a dejar en negro sobre blanco sus memorias, El tiempo amarillo, donde dejó testimonio de sus recuerdos de la II República, su toma de conciencia de clase, su formación como actor o sus recuerdos de Madrid. La editorial Capitán Swing las recuperó en un solo tomo en 2015, que vuelve a estar de actualidad seis años después.

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Luis García Berlanga (1921-2010)

Cien años hubiera cumplido Luis García Berlanga de no haber dejado huérfano al cine español en 2010. El Año Berlanga, celebrado por instituciones como la Academia de Cine, la Filmoteca Española o el Gobierno valenciano, llegará a su culmen el 12 de junio, cumpleaños del cineasta, pero se organizan ya actos aquí y allá que trufarán todo el año. El autor de clásicos como Plácido o El verdugo también tuvo una turbulenta relación con el compromiso político: se entusiasmó con Falange en su primera juventud, llegó a alistarse en la División Azul y volvió escarmentado, dejando luego una filmografía de clara vocación antiautoritaria. Películas como ¡Bienvenido Mr. Marshall! o La escopeta nacional dibujan para el investigador Luis Alegreel retrato de un país muy precario desde todos los puntos de vista”, así como de “unas relaciones totalmente despreciables”.

Alegre es el autor, junto al dibujante El Marquès, de ¡Hasta siempre, Mister Berlanga!, libro ilustrado sobre la vida y la obra del director de cine. No es el único título dedicado recientemente a su memoria: ahí está la reedición de El último austrohúngaro, donde Manuel Hidalgo y Juan Hernández Les recogen anécdotas, datos y análisis en un completo volumen sobre el valenciano. La filmografía de Berlanga parece irle especialmente bien a nuestros tiempos: una comedia aparentemente ligera con un fondo bien cargado; personajes a los que todo lo que les puede salir mal, sale mal; historias de perdedores movidos por las fuerzas de la historia, casi siempre absurdas y a menudo sorprendentes. Muchos se habrán preguntado en estos meses qué diría Berlanga de todo esto.

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