Cultura

¡Que gane la mejor travesti! El estreno de 'Drag Race España' impulsa la nueva ola de una forma artística menospreciada

Las concursantes de Drag Race España, junto con Supremme Deluxe, su presentadora.
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The Macarena, Arantxa Castilla-La Mancha, Pupi Poisson, Carmen Farala... Parecen nombres de drag queen, y lo son. Atresmedia hizo pública el lunes la identidad de las diez concursantes de la primera edición de Drag Race España, un fenómeno televisivo que lleva meses fraguándose y que se estrenará en mayo en AtresPlayer Premium, la plataforma de pago de la cadena, presentado por Supremme Deluxe. La llegada del programa es, de manera evidente, un hito para la industria: RuPaul's Drag Race, reality estadounidense estrenado en 2009, cuenta ya 13 temporadas (más otras 9 en sus diversos programas derivados), 19 premios Emmy y 7 ediciones internacionales.

Pero la competición de drag queens, por la que han pasado ya más de 150 artistas solo en Estados Unidos, trasciende la pequeña pantalla, y se ha convertido en una franquicia que incluye macroespectáculos en directo, merchandising de todo tipo y convenciones multitudinarias. Pero Drag Race es visto por creadoras y fans también como una oportunidad de dar a conocer una forma artística con siglos de historia, particularmente insertada en la cultura popular española desde los setenta, y que vive ahora —en parte gracias al éxito de la factoría RuPaul— una renovación y una nueva ola de popularidad.

Junto a las cuatro ya nombradas, forman parte del casting Hugáceo Crujiente, Inti, Killer Queen, Drag Vulcano, Dovima Nurmi y Sagittaria. Si el programa sigue la estructura de su nave nodriza estadounidense, las travestis deberán superar distintos retos —de costura, actuación, improvisación, baile...— para alcanzar la corona y el título de Drag Superstar. Como ocurre en la mayoría de talent shows, de Masterchef a La Voz, las concursantes se someten a las opiniones del jurado y cada semana se elimina a una de ellas. Hasta aquí, nada novedoso.

Pero lo que encuentran los fans del programa entre los retos, la competición y los tics de reality es algo mucho más valioso que todo lo anterior: testimonios de las experiencias de la comunidad LGTBIQ que rara vez se escuchan en televisión, homenajes a la cultura creada o idolatrada por el colectivo —desde Divine a Madonna, desde David Bowie a Cher— y un desafío irreverente de los roles de género que en otro contexto resultaría para muchos inadmisible. “El programa llega en un momento en el que hay un público muy joven con una mentalidad abierta”, celebra la periodista y escritora Valeria Vegas, experta en cultura popular y LGTBIQ y autora del ensayo Libérate. “Es una forma de aprender cultura popular y una manera de acercarse al drag como expresión artísticadrag, porque es raro que en la tele una drag queen tenga más de un minuto para enseñar lo que hace. Yo creo que es muy positivo”.

Así es el drag cañídrag

El casting anunciado por Atresmedia no es especialmente diverso en cuanto a edad —andan entre los 23 y los 31, aunque Pupi Poisson tiene 38— o raza —Inti, boliviana e indígena, es la única racializada—, sí lo es en cuanto a interpretación de lo que es el drag. “La selección es representativa de lo que es el drag en España ahora mismo, y es interesante porque se muestran varias tendencias”, señala Pablo Herrera, periodista y responsable junto a Fon López del podcast La nueva normalidad, donde han abordado el fenómeno RuPaul o la escena drag española y donde han analizado semanalmente las últimas ediciones de Drag Race en Estados Unidos y Reino Unido, junto a la travesti La Caneli. Entre estas distintas tendencias que pueden verse en la escena, identifican una escuela “más americanizada” de artistas que han crecido con el programa estadounidense como referente, como pueden ser Sagittaria o Arantxa Castilla-La Mancha, que incluso comenzaron modelando sus personajes a partir de famosas concursantes del talent show.

Con Drag Vulcano también está representado el drag canariodrag, que tiene sus propias particularidades con respecto al peninsular —suele desarrollarse en grandes escenarios, con producciones mastodónticas, es más popular fuera del colectivo LGTBIQ y está muy ligado al Carnaval—. Inti proviene de la cultura ballball, y Hugáceo Crujiente podría ser más cercano a los club kids, contraculturas neoyorquinas que tuvieron su apogeo en los ochenta y noventa. En el otro extremo estarían Pupi Poisson o The Macarena, artistas más cercanas a la tradición española de transformismo —término propio ya en desuso—, asociada al espectáculo en directo en salas de fiestas o teatro y con una relación muy estrecha con el folclore.

“Creo que en España se tiene una idea bastante denostada del dragdrag. No se pone en valor, y muchas de las queens que conocemos se las ven y se las desean para que se les pague como ellas se merecen”, critica Alberto Fernández, La Caneli, travesti y responsable del podcast ¡Ay, La Caneli!¡Ay, La Caneli! Aficionados y creadoras confían en que el estreno de Drag Race tenga un efecto positivo doble: por un lado, que quienes son fans de las ediciones estadounidenses del programa se interesen por la escena española; por otro, que gracias a una plataforma mediática como Atresmedia esta forma artística llegue a un público que hasta ahora no se hubiera interesado por el drag.

“Si no se aprecia el drag es por homofobia y por prejuicio en general”, continúa La Caneli. “Hay mucha gente que no pasa del estos son maricas vestidos de mujer, cuando el drag abarca muchas cosas y ha trascendido esa definición. Y además se tiene la imagen de que el drag se ha quedado estancado, cuando no es para nada así”. Todos los entrevistados definen el drag como una disciplina muy diversa, que exige conocimientos de caracterización, diseño y costura, interpretación, baile o música, dependiendo de los intereses e inquietudes de cada creadora. Y coinciden en que en las últimas dos décadas esta forma artística se ha refinado, habitualmente gracias a su contacto con las artes visuales y la moda y al intercambio con tradiciones drag de otros países.

Un arte con historia

Para irse a los orígenes del transformismo habría que ir mucho más allá del siglo XIX, pero hasta allá viaja La Caneli cuando menciona al actor italiano Leopoldo Fregoli, que en sus actuaciones daba vida a decenas de personajes, entre los que se encontraban también mujeres. Pese a lo osado de la propuesta, se convertiría en un fenómeno europeo; sus giras españolas le llevarían hasta Gijón, Valencia o Córdoba, y pasaría en varias ocasiones por Madrid y Barcelona. Otra estrella internacional era el francés Monsieur Bertin, conocido por imitar a las vedettes más famosas de la época, desde Yvette Guilbert, conocida por su arte en los cabarés parisinos, hasta artistas de origen español como Carolina Otero, La Bella Otero, o Consuelo Tamayo, La Tortajada, que recorrieron toda la escena europea. Sería el inicio de una tradición que une tranformismo e imitación: muchas de las travestis que se harían famosas más tarde serían una réplica, entre el homenaje y la irreverencia, de Lola Flores, Carmen Sevilla o Sara Montiel.

“Durante la Segunda República el transformismo empieza a desarrollarse más, y sí que existe una especie de escena en un local que se llamaba La Criolla, en Barcelona”, cuenta. Allí el travestismo servía en un inicio como coartada para la prostitución masculina, pero pronto acabó convirtiéndose en parte de las actuaciones musicales, hasta terminar acercándose al cabaré. Alberto, La Caneli, lamenta que la historia de La Criolla y otros locales semejantes de principios de siglo se haya perdido para el gran público: “Yo leí por primera vez sobre el local por Jean Genet, en Diario de un ladrón [el artista francés frecuentó el bar durante su estancia en la ciudad]. Es una pena que toda esa información nos tenga que llegar de fuera”.

Los lectores ya podrán imaginarse qué pasó con el transformismo, como con tantas otras expresiones artísticas y políticas de la disidencia, tras la Segunda República. El franquismo, que encarcelaba a homosexuales y personas trans, no dejaba espacio para nada que desafiara los roles de género tradicionales. Hubo que esperar a los años sesenta y setenta para que aparecieran las verdaderas referencias del transformismo español. La Caneli nombra a Madame Arthur y Paco España como grandes estrellas, y sobre ellas escribe Valeria Vegas en Libérate, libro publicado en 2020 que recorre las figuras clave de la cultura LGTBIQ en el mundo del espectáculo. Madame Arthur se iniciaría en el Cabaret Gambrinus, en Barcelona, a finales de los sesenta, antes de convertirse en parte del elenco del mítico Barcelona de Noche en 1972.

Por allí andaba también Paco España, que en 1974 llegaría al Gay Club, en Madrid. “Son los tiempos del tardofranquismo”, escribe Vegas, “en los que la censura vigila los pasos de sus espectáculos, por lo que tiene que actuar siempre con pantalones debajo de la falda y tener preparada una camaleónica vestimenta masculina”. Los estertores de la dictadura dejaban paso al primer boom travesti de la cultura española, cuando estas artistas dejaron los locales de ambiente para llegar a un público más amplio, apareciendo en espectáculos teatrales de distinto tipo, en prensa y en cine. No es casualidad que el auge de popularidad de estas precursoras de las drag queen coincidiera con la primera manifestación del Orgullo, las Jornadas Libertarias de Barcelona de 1977 o la entrada en vigor de la Constitución: como forma cultural transgresora, el transformismo se mostraba como signo inequívoco de libertad.

Las primeras drag queendrag queen

Esa ola travesti que llegó con la democracia se fue apagando cuando fueron cayendo en el olvido los cabarés y revistas que las habían acogido hasta el momento. Habría que esperar a los noventa para una nueva ola, muy distinta de la anterior. “Realmente el movimiento dragdrag, entendido como como el de drag queen y no de transformista, se empieza ver en los noventa”, señala Valeria Vegas. Coincidía con el estreno de Las aventuras de Priscilla, reina del desierto, película independiente australiana de 1994 que se acabó convirtiendo en un fenómeno, o con el disco de RuPaul Supermodel of the world, un hit inesperado de quien acabaría convirtiéndose en la cara más conocida del drag internacional. En España, Psicosis Gonsales, “la madre de las drag”, comenzaba a actuar en discotecas en 1992 e irrumpiría en la televisión nacional en la segunda mitad de la década, pasando por programas como Cita con la vida de Nieves Herrero, El semáforo de Chicho Ibáñez Serrador o Esta noche cruzamos el Mississippi o Crónicas Marcianas.

¿Y en qué se diferenciaba la nueva drag queen de la antigua transformista de toda la vida. Psicosis Gonsales lo explicaba en una entrevista en El País Semanal de 1996 que cita Valeria Vegas: “[Una drag queen es] una reina de la noche que se viste con prendas llamativas para dar color. (…) Lo que existía antes de que llegara eran transformistas que imitaban a Lola Flores o a Paquita Rico. Yo he creado un nuevo estilo y un personaje que conjuga una imagen muy cuidada en el contrapunto de presentarme como la más cerda”. Quizás no todas las drag queen coincidieran en eso de presentarse “como la más cerda”, pero Psicosis Gonsales daba en el clavo: ya no se trataba de imitar a nadie, sino de crear un personaje propio con “una imagen muy cuidada”. En ese mismo año empezaba la carrera de La Prohibida, para Vegas “la travesti española que mejor ha conseguido conquistar espacios nunca antes ocupados por sus compañeras de profesión”. Con un look colorista y pop, esta reina ha unido su trabajo en el ocio nocturno, como maestra de ceremonia y organizadora de fiestas, con su carrera musical: son sus cuatro discos de electropop los que le han valido sus numerosos fans en España y distintos países de Latinoamérica.

“En los noventa España se llena de drag queens como parte de animación de eventos, en la presentación de un perfume o haciendo un cameo en una película, pero no estaban integradas, no se les daba el lugar que artísticamente merecían, ahora sí se está viendo que hay un arte detrás”, apunta la periodista y escritora. Ese impulso tuvo mucho que ver con que Deborah Hombres acabara presentando los programas MTV Hot y Deborah y el sexo y trabajara como reportera de Caiga quien caiga. “A principios de los dos mil, pasado ese boom, las drag queens vuelven al lugar en el que estaban los transformistas de los ochentadrag queens”, continúa Valeria Vegas. Es decir, al mundo del ocio nocturno, con un público de nicho formado esencialmente por la comunidad LGTBI.

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Una nueva ola

¿Y cómo se llega a la que todos los entrevistados identifican como una nueva ola, la actual? Juega un papel nada desdeñable la difusión de RuPaul's Drag RaceRuPaul's Drag Race en su versión estadounidense, primero de forma pirata en Internet, luego como parte del catálogo de Netflix y ya dentro de Wow Presents Plus, plataforma de streaming desarrollada por la productora del programa. Pero Pablo Herrera añade otro factor: “Las drag queen dicen que es más por ¡Que trabaje Rita!, que dio mucho trabajo y escaparate”. Esta fiesta, autodefinida como “festival travesti”, comenzó a organizarse en Madrid en 2013, los domingos por la tarde. Allí había espacio para conocidas travestis como La Prohibida, Supremme Deluxe o Pupi Poisson (ahora concursante del programa), pero también para un elenco de drag queens que pudieron mantenerse económicamente y desarrollar su carrera gracias a la fiesta y sus múltiples derivaciones. Conforme crecía la popularidad del evento, comenzaron a pasar por allí figuras que a priori nada tenían que ver con el travestismo, como Natalia (de OT), Azúcar Moreno, Baccara o Las Grecas, reforzando esa unión entre el drag y la cultura popular. Si la dimensión industrial y económica ha tenido peso en el desarrollo de este arte, dice Pablo Herrera, mayor ún puede ser la influencia de Drag Race en este sentido.

Si las concursantes de Drag Race España combinan entre sus referentes elementos tan dispares como la copla, el arte cubista, el manga o las estrellas de la edición estadounidense, también lo hace el público que va a verlas. Y en ese sentido Pablo Herrera y Fon López tienen un miedo: que la rama de travestismo alimentada por el programa sea la única que se considere válida. “La llegada del programa me parece en general positiva, pero lo negativo que puede tener es que la gente desprecie el travestismo que no cabe en el programa, algo que está pasando también en otros territorios. Ha pasado con Tina Burner [concursante de la temporada 13 de Estados Unidos], que es una estrella de la escena drag y que ha llegado al programa y de repente no encaja. Eso es solo porque el programa tiene unos cánones muy específicos”. Quienes no tengan el dinero suficiente como para diseñar y realizar los looks hiperproducidos del programa o quienes no tengan el gusto por la moda que Drag Race ensalza podrían quedarse fuera del fenómeno. Y eso equivaldría a excluir a buena parte de la tradición española, más interesada en el humor y las actuaciones en directo que en la estética. En cualquier caso, el estreno del programa supone un hito en la historia de este arte, y no va a ganar con él solo la que se lleve la corona.

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