Cultura

A este concierto no se puede ir solo: Facua y la OCU ven ilegal que no se permita la compra de entradas individuales

Concierto de Mónica Naranjo en el Navarra Arena de Pamplona, el pasado 15 de mayo.

A este concierto puedes asistir siempre y cuando vayas acompañado. En el inicio de la recuperación de la música en directo, es una práctica que los aficionados se encuentran con cada vez más frecuencia: las entradas se ponen a la venta en grupos de 2, de 3 o de hasta 6 personas, pero no se puede comprar una única entrada. ¿Y si el usuario quiere asistir solo? Solo tiene una opción: comprar al menos dos entradas, pagar el doble. Las promotoras justifican esta decisión por las dificultades organizativas del covid-19, pero el público no lo tiene tan claro. Y la asociación de consumidores Facua advierte de que podría tratarse de una práctica irregular cuando se lleva a cabo "por motivos de rentabilidad económica" y "no hubiera justificación real para la prevención de la pandemia". La OCU coincide: "Se puede considerar abusiva, y por tanto nula, la imposición al consumidor de adquirir bienes o servicios no solicitados". 

Esta forma de venta de entradas sucede en el Festival Tomavistas Extra, que comienza el 21 de mayo en Madrid: ahí se pueden adquirir abonos en grupos de desde 2 hasta 6 personas. En las Noches del Botánico, en junio en la capital, se ofrecen solo 6 entradas individuales por concierto de un total de más de 900. Pero no sucede solo en festivales: en varios conciertos de la gira de Rozalén, por ejemplo, solo es posible adquirir "islas" de 2 asientos. Otros eventos, como el Cruïlla XXS, en Barcelona, ofrecen la mayor parte de las entradas por pares, pero se reservan algunos tiques individuales. Y otras promotoras permiten elegir libremente el número de asientos deseados, dejando que el sistema bloquee los asientos contiguos en base a la normativa de aforo y distancia de cada territorio.

Al Tomavistas quería asistir, justamente, Lara M., una seguidora de la cantante La Bienquerida que vive sola en Madrid. "Me meto en la página web y veo que no me dan opción de comprar una entrada, el mínimo son dos. Entonces lo encuentro un poco raro", cuenta. "Pensé que tendría que ver con el covid, pero no entiendo que en un concierto, igual que otro evento, como un teatro o un cine, se te niegue la posibilidad de ir solo, cuando ir solo es lo que menos riesgo tiene. Me enfadé muchísimo". En ese momento, escribe al festival para transmitir su queja y ver si habría alguna manera de comprar una única entrada. El festival responde: "Sentimos lo que comentas, pero por cuestiones de estructuración de aforo las mesas de estos conciertos debían ser mínimo de dos personas. El espacio es limitado y debido a las restricciones tuvimos que hacerlo así". Este periódico se ha puesto en contacto con Tomavistas para recabar su posición, pero el festival no ha respondido, como tampoco lo ha hecho la Asociación de Promotores Musicales.

Sí lo ha hecho Julio Martí, uno de los directores de Las Noches del Botánico. El programador lamenta no ofrecer más que un puñado de entradas individuales— “Nos sabe fatal, pero los gastos se nos multiplican”— y explica que, efectivamente, la supresión de las entradas sueltas viene de la necesidad de "aprovechar el espacio disponible" para vender el máximo de entradas cumpliendo la normativa de aforo y distancia vigente en la Comunidad de Madrid. Asegura que esta práctica no se va a mantener más allá de estos meses, y aventura incluso que si las normas sanitarias se hacen más permisivas por el avance de la vacunación sería posible aumentar el aforo y volver a ofrecer entradas individuales. La legislación autonómica obliga a dejar una butaca libre entre grupos de compradores, y si esta norma —que no existe en otras comunidades— se eliminara, estas entradas pasarían a venderse de forma individual. 

Lo que critica Facua es que la normativa en materia de prevención frente al coronavirus no justifica por sí misma la negativa a vender entradas sueltas. En Madrid, la regulación vigente establece límites de aforo para cada tipo de espacio, la formación de grupos de máximo 6 personas y que "entre grupos de personas que adquieren las localidades conjuntamente, exista una localidad de la que no se hace uso". En el caso del Tomavistas, como en el de otros festivales, los asientos se organizan en mesas, en las que además se sirve bebida. En este caso, la Comunidad de Madrid establece también un límite de 6 comensales y la distancia de seguridad de 1,5 metros entre distintos grupos. "La obligación de separar, en los casos en que exista, es compatible con vender una entrada suelta", señala Rubén Sánchez, portavoz de la asociación de consumidores.

En otras comunidades, las medidas sanitarias tampoco impiden la venta de una sola entrada. En Cataluña, se limitan aforos, se organizan entradas y salidas y se establece la necesidad de garantizar "una buena ventilación" y de vender entradas con asientos preasignados, pero ni siquiera se obliga a dejar butacas sueltas entre grupos (aunque muchas salas lo hacen). En Andalucía, la Junta limita aforos e impone la butaca preasignada de manera general, y además "propone el "agrupamiento de espectadores cuando se trate de unidades familiares o de convivencia, así como para las personas que precisen acompañante", aunque no obliga a ello. Nada de esto hace necesario que no se vendan entradas sueltas para las personas que quieran asistir solas a un espectáculo.

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Facua señala que si esto sucediera en un contexto sin pandemia, la irregularidad estaría clara: "Un cine no puede decidir que no le merece la pena vender entradas sueltas y que a partir de ahora solo va a venderlas de dos en dos porque va a ganar más dinero. Desde nuestra perspectiva, sería una cláusula abusiva", dice Rubén Sánchez. Menciona el artículo 87.5 de la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios, que considera cláusula abusiva cualquier “estipulación que prevea el cobro por productos o servicios no efectivamente usados o consumidos de manera efectiva”. En opinión de la asociación de consumidores, entraría dentro de este supuesto que el usuario se vea obligado a comprar dos entradas, de las que solo usará una, para asistir a un espectáculo.

"Como estamos en pandemia", continúa Sánchez, "podríamos valorar si la decisión de agrupar las entradas obedece a medidas de prevención del covid, o si solo responde a motivaciones económicas". Si se debe a esto último, y si las administraciones autonómicas o locales no han permitido expresamente que un establecimiento "impida comprar entradas sueltas", se trataría de una práctica ilegal. La OCU es de la misma opinión: "El consumidor ha de tener la libertad de elección de los bienes o servicios que desea adquirir, no los que se impongan por voluntad unilateral del empresario".

A Lara M. y a otros dos usuarios con los que ha contactado este periódico no les importa tanto el hecho de ir o no a un concierto concreto, como la posibilidad de que esto se convierta en una práctica habitual durante la pandemia y tras ella. Lo ven, incluso, como un síntoma de una sociedad que considera casos de excepción a las personas que viven solas o que no tienen pareja. "Yo entiendo que no mucha gente quiere ir sola a un concierto", dice Lara M., "pero imagino que habrá otras personas en mi misma situación. Si no les compensa vender entradas sueltas, ¿nos quedamos sin ir? Parece que hay que ir a todas partes con tu pareja y si no no se puede hacer nada". Facua valora iniciar una campaña para denunciar este tipo de prácticas.

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