Cultura

El fascismo eterno, y cómo combatirlo

Santiago Abascal e Ignacio Garriga en la sede de Vox tras conocerse los resultados de las elecciones catalanas.
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Decía Umberto Eco que "el término fascismo se adapta a todo porque es posible eliminar de un régimen fascista uno o más aspectos, y siempre podremos reconocerlo como fascista". En un discurso pronunciado en abril de 1995 en la Universidad de Columbia, que recogió primero en Cinco escritos morales y después en Contra el fascismo, enumeró 14 características típicas de lo que dio en denominar "Ur-Fascismo", o "fascismo eterno": basta con que una de ellas esté presente "para hacer coagular una nebulosa fascista".

En España, el texto de Eco ha sido recuperado, exprimido analizado y utilizado para determinar si Vox es protofascista, neofascista o, simplemente, fascista. El editor Miquel Adam (La Segona Perifèria) recomienda su lectura.

Adam es el hombre con el que empezó la historia que hoy me ocupa.

Para explicarse, recuerda que en las últimas elecciones catalanas Vox obtuvo 11 diputados. "Desde el primer momento se planteó en los medios y en las tertulias qué se debía hacer con ellos, cómo se les podía hacer frente. Ya en algún debate televisado durante la campaña me fijé en que rebatir punto por punto las tesis de Vox era una pérdida de tiempo. ¡Era como retroceder años, siglos! Era como discutir con una persona tóxica, ya por el simple hecho de discutir con él, te ha ganado, tu roba toda la energía, te guía hacia su laberinto, te desquicias... y yo quiero a los parlamentarios trabajando, no perdiendo el tiempo."

Imaginó que otra opción era dejarlos plantados cuando hablaran, pero eso implicaría victimizarlos, además de servirles en bandeja la tribuna. "Se me ocurrió que era una imagen muy potente, cargada de símbolos, ver un hemiciclo entero abriendo y leyendo libros que rebatieran la ideología de la extrema derecha cada vez que Vox ocupara la tarima: por una parte les ninguneas; por otra, no abandonas tu posición; por otra, das un mensaje a tus electores (combatir el fascismo no es una postura estética, hay que llenarse de razones, hay que armarse de razones y argumentos, hay que honrar a quienes los han sufrido y combatido, etc.); por otra, es una medida muy versátil, puesto que al fascismo lo ha combatido gente de toda ideología, de izquierdas pero también de derechas, y por tanto cada partido podría leer autores acorde con sus ideas".

En ese hilo de Twitter, Adam etiquetó a Òmnium Cultural, a todos los partidos del arco parlamentario y, sí, a sus colegas editores. "El Gremi contestó en boca de su presidente, Joan Sala, que asumió la propuesta y la planteó" en el seno de la asociación. Él aún no está agremiado, su editorial acaba de echar a andar, de modo que no sabe cómo cuajó la idea; pero cuajó. La semana pasada, la Associació Catalana d'Editors en Llengua Catalana donó a la presidenta del Parlament de Catalunya, Laura Borràs, 74 libros de 42 editoriales que representan "los males del fascismo", libros que trabajan por la memoria del franquismo español, el nazismo alemán o fascismo italiano, pero que también incluyen obras que "se oponen a todo aquello que la extrema derecha promueve: xenofobia, machismo rampante y menosprecio a la diversidad". La intención de los donantes es que las obras estén a disposición de los diputados y se puedan leer fragmentos escogidos "antes y después de cualquier intervención de la extrema derecha".

Fascista lo serás tú

El término "fascista" ha reaparecido con fuerza en la escena pública. Y es lícito preguntarse si quienes lo utilizan, entienden todas sus implicaciones. "Creo que en la actualidad estamos ante una sobreexposición de este término hasta el punto de que se está produciendo una peligrosa banalización del mismo", afirma el filósofo Antonio Fornés, autor de Viaje a la sabiduría. En su opinión, se ha convertido en absurda práctica común calificar de fascista cualquier opinión que disienta de la nuestra o que se aleje de la más estricta corrección política del momento. "El resultado de ello es una acelerada, y peligrosa, pérdida de valor del término".

Hecha esta matización, a la pregunta ¿son los libros una herramienta adecuada para luchar contra el fascismo?, responde así: "A primera vista parecería que cualquiera debería decir que sí, claro, y más si cabe, un filósofo como yo. Pero desgraciadamente la cuestión no es tan sencilla".

Por eso se extiende. "El intelectualismo ético socrático, explica, la idea de que quien conoce la virtud, quien conoce la diferencia entre el bien y el mal siempre elegirá el buen camino es algo que, dada la altura del maestro, sigue todavía vigente en Occidente. Es sin duda una idea poética y bella, pero desde luego en absoluto cierta". Para apoyar su tesis cita un par de ejemplos conocidos y significativos: Martin Heidegger fue un nazi convencido, y Carl Schmitt también coqueteó con el nazismo.

Defiende Fornés, que es la voluntad de saber la que nos dignifica como individuos racionales y nos permite tomar distancia con las cosas, "pero lamentablemente, el conocimiento no es una pócima irresistible que nos convierta automáticamente en buenos seres humanos. Porque ahí está la cuestión, la política no es más que ética de grupo, ética social por así decirlo, y por tanto el problema del mal, del comportamiento personal, está profundamente enraizado en la filosofía política, haciendo de la cuestión algo muchísimo más complejo que ser culto o no."

En definitiva, la expansión de la cultura, de la racionalidad, del conocimiento auténtico, que siempre es humanístico (no confundir con el conocimiento utilitarista del técnico o científico), hace más difícil la aparición de cualquier totalitarismo, fascismo incluido, pero en absoluto lo excluye. "Los libros son, por tanto, una herramienta más, privilegiada sin duda, pero no la única y en ningún caso definitiva".

Otros "ismos" 

En su hilo, Miquel Adam, se refería a la "ultraderecha" y la "extrema derecha tóxica". Le pregunto por la necesidad de combatir otros "ismos": el comunismo o el nacionalismo exacerbado. "Finalmente, si no recuerdo mal [no, no recuerda mal], la campaña del Gremi fue la de mandar libros ‘contra el autoritarismo’, cosa que me parece muy bien. Por otra parte, el fantasma que recorre Europa ahora es uno: el de la ultraderecha."

"Lo que debemos combatir siempre y a todas horas es el totalitarismo cualquiera que sea su cara o eslogan", afirma Fornés, a quien llama la atención que, mientras en las redes se clama contra el fascismo, en el mundo occidental y desde que se desató la pandemia del coronavirus ("y sus efectos colaterales en forma de recorte de derechos individuales es una buena muestra de ello"), se está produciendo el desarrollo de "una especie de neototalitarismo que amenaza seriamente nuestra democracia". Vivimos una época en la que, pese a lo que pueda parecer a simple vista, hemos eliminado de la política (en términos de gobierno y de poder) toda su cimentación ética. "Lo importante es el poder, conseguirlo a cualquier precio, y, sobre todo, mantenerse en él. Esta situación se ha radicalizado tanto en los últimos tiempos que se está produciendo una circunstancia especialmente paradójica, para mantenerse en el poder nuestros políticos están dispuestos a no ejercerlo, a ceder el poder a terceros con los que se pacta, pues ya ni siquiera se quiere el poder para hacer algo con él, para cambiar, sea para bien o para mal, la sociedad, sino simplemente para sentarse complacido en el mullido y tibio sofá del cargo, de la parafernalia".

Denuncia Fornés que soportamos un sistema representativo anacrónico en un mundo tecnológico y virtual que permite la instauración y consolidación de una casta política que se reparte el poder a espaldas de unos ciudadanos a los que se ha convencido que poner un papel en una urna cada cuatro años es participar en los asuntos públicos. "Este totalitarismo cada vez más cercano es el de sociedades, un poco al estilo asiático, en el que la libertad económica es absoluta, pero en el que el modelo político y por tanto las libertades individuales, están controladas desde arriba, por la casta intocable. Siempre, por supuesto, para nuestro bien." Por eso "necesitamos de libros, de pensamiento, y sobre todo de incorrección política para ser capaces de pergeñar un nuevo modelo político capaz de luchar no sólo contra los totalitarismos ya conocidos, sino contra los que se avecinan".

Condensar un libro en una imagen

Condensar un libro en una imagen

Leamos, pues 

En el hilo que está en el origen de todo, Adam mencionó algunos títulos (Calle Este-Oeste, de Philippe Sands, y Maus, de Art Spiegelman),"pero no tiene la menor importancia: podría haber citado otros". Afortunadamente, hay donde escoger. "No puedes adoptar una actitud simplemente estética, contra la extrema derecha, hay que reforzar tus ideales cuando éstos se ven amenazados, hay que saber los sacrificios que tanta gente ha hecho a lo largo de la historia para combatirlos, hay que saber a dónde conduce el camino que Vox invita a recorrer". Además, no podemos cometer el error de pensar que son unos ignorantes: saben leer y han leído un montón. "Para hacerles frente hay que leer el doble que ellos".

Requerido para una elección forzosamente injusta, Fornés opta por uno que acaba de leer hace poco, "y cuyo fantástico prólogo deberían leer todos los españoles". En estos tiempos de confrontación política permanente, cuando "hemos confundido el diálogo con la negociación, es decir, con el apaño" y todo se simplifica en etiquetas y todos señalan a todos con saña, "sirviéndose de la utilización partidista de la historia como una herramienta más de combate y manipulación, las palabras de Manuel Chaves Nogales en A sangre y fuego resultan especialmente lúcidas y al mismo tiempo terribles en su verdad".

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