Diario de un indeciso

Nosotr@s decidimos

Somos millones. Sumamos, según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), nada menos que el 41,6% de quienes tienen decidido votar el próximo 20-D. Es un decir, porque obviamente a los indecisos no se nos puede sumar de cualquier manera. Si uno analiza ideológicamente las dudas que expresan los encuestados puede incluso concluir que España está plagada de extraterrestres. Hay por ejemplo un 20% de quienes se autoubican ideológicamente en la ultraderecha que dicen dudar si votarán al PP o al PSOE. Como también hay otro 8,5% de quienes se sitúan en el centroizquierda que aún no saben si votarán a Ciudadanos o a Podemos. Los hay incluso que hacen cábalas para resolver si finalmente votarán a Rajoy o a Pablo Iglesias.

Para distinguir entre extraterrestres, simples cachondos o gente sincera está también la llamada cocina de las encuestas, quizás excesivamente despreciada por darle siempre desde los medios y desde los partidos políticos una intencionalidad que en muchos casos no es tal, sino que refleja precisamente el rigor técnico o los sesgos acumulados por los respectivos institutos de opinión. Porque no todo consiste en medir la coherencia ideológica del encuestado y descartar que un verdadero facha vote a Pedro Sánchez o que un rojo convencido apoye a Rivera. El 'arte' de la calidad demoscópica depende del acierto a la hora de cruzar muchas más variables: recuerdo de voto, edad, renta, nivel de estudios, situación laboral, entorno familiar y geográfico...

Los sesgos de las encuestas

El caso es que nunca en nuestra (breve aunque muchos lo olviden) historia democrática hubo tantas y tantos indecisos que vamos a votar aunque aún no tenemos claro exactamente a quién o a quiénes. Vamos a votar (cabe incluso hacerlo en blanco) porque consideramos que sigue siendo una herramienta básica de control del poder desde la ciudadanía. Este mismo jueves, una de las personas más reputadas y fiables en el campo de la demoscopia me confesaba su casi absoluta incertidumbre. Pese a desconfiar de algunos 'sesgos' del CIS (cita su probable sobrevaloración del voto oculto al PP o la infravaloración del que puede respaldar al PSOE, o la mayor lentitud que el resto de encuestas a la hora de reflejar el apoyo a los nuevos partidos) lo cierto es que sostiene que el próximo Parlamento va a decidirse durante la campaña.

Nunca habían quedado tantos cabos sueltos para atar en los quince días de mítines, entrevistas, spots, tuits, agitación de banderas y carteles. La misma fuente, como la inmensa mayoría de los analistas, cree que esta vez los debates, y los errores de cada cual, pueden inclinar una balanza que ya no se compone de dos platos sino de tres o cuatro principales y de algunos más pequeños.

En más de medio siglo de vida, a mí nunca me ha preguntado el CIS acerca de nada. He llegado a sospechar que la existencia de sus encuestadores era tan dudosa como la de los aparatos de medición de audiencias televisivas en miles de domicilios. (Es broma, sobre todo la primera parte). He dudado mucho sobre estos apuntes de campaña. ¿A quién le pueden interesar estas dudas particulares? Vencida la primera resistencia a escribir en primera persona, uno aspira a que este Diario que hoy arranca pueda ser compartido por socios y lectores de infoLibre que, más allá de unos principios ideológicos progresistas, huyen de sectarismos y prejuicios partidistas con la misma firmeza con la que aspiran a que este cacareado "año del cambio" no concluya en que todo siga igual.

Es evidente que asistimos a una etapa distinta en el ejercicio democrático, y que nos jugamos mucho el #20-D. Sabemos que, por delante del calificativo de nueva o vieja política, hace más falta que nunca distinguir entre la buena y la mala política, y acertar en la elección de la decencia entre quienes se dedican al servicio público. Así que lo que uno pretende es ir aportando (y recibiendo al instante, que esa es la gran ventaja de lo digital) alguna reflexión ligada a los datos que pueden contribuir a resolver la indecisión que muchos compartimos.

Datos y propaganda

Serán quince días más saturados que nunca de propaganda, en los que importa distinguir la realidad de la ficción política. No se discute el derecho a votar a quien promete en su programa electoral exactamente lo contrario de lo que ha hecho desde el Gobierno, pero conviene denunciar a quienes manipulan el balance real de una legislatura. (Leer aquí la primera entrega del riguroso análisis de Ignacio Sánchez-Cuenca, por ejemplo). Nadie discute el interés de las encuestas electorales, pero  en estos tiempos de volatilidad las expectativas creadas influyen como nunca en las actitudes, así que conviene conocer qué encuestadoras y qué medios han acertado más o se han equivocado menos en las últimas citas electorales.

Se trata de hacernos las preguntas adecuadas y de compartir posibles respuestas en medio del ruido de esta campaña electoral interminable (empezó en enero con el anuncio de adelanto en Andalucía). Se trata de buscar elementos que nos faciliten luces para resolver la incógnita principal sobre propuestas y candidatos: su credibilidad. En este primer día de campaña hemos escuchado a Rajoy su disposición a reformar la Constitución "si es con un consenso como el que consiguió en su momento Adolfo Suárez". Habrá que recordar al presidente que el primer requisito para lograr un consenso es sentarse a negociar y estar dispuesto a alcanzarlo. Será una de las grandes ventajas del vaticinado finiquito a mayorías absolutas o bipartidismos confiados en la alternancia en el poder. 

Este 'Diario de un indeciso' sólo puede partir de la duda y recordando una vez más a Albert Camus: "Debería existir el partido de los que no están seguros de tener razón. Sería el mío".

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