CONFLICTO EN IBERIA

Un ascenso a la sombra de las privatizaciones

Al servicio de su Majestad II

El campechano y encantador Vázquez triunfó con apenas 27 años. Aprendió de forma acelerada de negocios, de la vida y de rancheras. Éstas las cantará décadas más tarde, con mucho criterio, en los largos fines de semana segovianos. Cinco años en Osborne, tres de ellos en México, y salto a la bodega Domecq para encargarse de marketing y ventas en el área. Tras ocho años en México, vuelta España. Pero ya con cargo: director general de Pedro Domeq Internacional.

El cargo le viene como anillo al dedo al ya experimentado Vázquez. La historia de triunfo se acelera. Está a punto de dar el gran salto, la apuesta que determina la diferencia entre el triunfo y el fracaso: ficha por Tabacalera en 1993. Un meteoro: director adjunto a la dirección de Comercio Exterior de Tabacalera desde 1993 hasta 1996, y director general de Cigarros de Tabacalera, entre 1996 y 1999. Una de sus primeras decisiones fue crear Tabacalera Cigars Internacional, un vehículo para realizar inversiones en Estados Unidos y América Central.

Son buenos tiempos para los negocios y para jóvenes con vista y ambición. Año1996, primer Gobierno de José María Aznar (PP). Llegan los relevos en las grandes empresas públicas. Hay que preparar su privatización. Aznar elige a dos grandes amigos para dos grandes empresas, de esas a las que se llamaba las joyas de la corona: César Alierta (presidente de la agencia de valores Beta Capital) para Tabacalera y Juan Villalonga para Telefónica.

Pisar la moqueta

Con el tiempo, Vázquez Romero pisará la moqueta del consejo en las dos. Pero en 1996 todavía no lo sabe. Sí sabe, y mucho, de la buena vida. De buenos caldos y espirituosos, de cante, de caballos y de cigarros. Vende sus conocimientos con gracejo. Habla un buen inglés y lo mismo coloca con gracia una cita filosófica que un chiste de Lepe. Y encaja en Tabacalera. El sitio justo en el momento justo.

El recién nombrado Alierta, que con el tiempo se convertirá en amigo y buen apoyo de Vázquez, examina al equipo de dirección de Tabacalera. De aquella época es el retrato de un joven ejecutivo un tanto inseguro, deseoso de agradar a toda costa.

Alierta se enfrenta a un reto en Tabacalera: el nuevo Gobierno aprueba una subida de los impuestos especiales al tabaco y no puede subir precios porque España, en proceso de integración en Europa, tiene que controlar la inflación. Tampoco puede crecer fácilmente. Alierta quiere contraatacar, crecer. Ahí está el hombre y ahí está el negocio: Vázquez Romero y los cigarros.

Alierta apuesta fuerte. En 1997 dedica 56.000 millones de pesetas de los de entonces (367 millones de dólares) a la compra de los activos de la división de cigarros de la compañía norteamericana Havatampa que incluía la compra de las distribuidoras Tabacalera San Cristóbal, de Honduras y Tabacalera San Cristóbal, de Nicaragua.

Con el asesoramiento de Salomon Brothers, Alierta, Vázquez y un reducido grupo de directivos de Tabacalera examinan Havatampa y negocian con dos americanos, Thomas Arthur y Thomas Morgan. Viajan a Florida (Tampa). Sintonizan. Ninguno de los dos, ni Alierta ni Vázquez Romero se imagina que la operación que va a convertir a Tabacalera en líder en el negocio de los puros la tendrán que explicar en el juzgado por acusaciones de presunto enriquecimiento por uso de información privilegiada.

Información privilegiada

El asunto Havatampa persiguió a Alierta en los juzgados desde 1998 a 2009. Finalmente, la Audiencia Provincial de Madrid, según sentencia dictada el 17 de julio de 2009, consideró probado que el delito de uso de información privilegiada fue cometido y que entre Alierta y un sobrino "existió" un "concierto común" para sacar un "provecho económico" mediante "el acopio de un considerable número de acciones de Tabacalera".

No obstante, absolvió a ambos, tío y sobrino, de la acusación de utilización de información privilegiada al aceptar que el delito había prescrito. Vázquez Romero, que negoció la compra de la empresa de puros de forma muy directa, también tuvo que explicar en el juzgado sus inversiones en la época con acciones de Tabacalera. No fue acusado de delito.

Y es que Vázquez Romero es un hombre afortunado. En 2005, consolidado como directivo de Altadis (fruto de la fusión en 1999 de Tabacalera y la francesa Seita), el grupo textil Inditex fichó al copresidente de la compañía Pablo Isla que, a su vez, había sustituido a Alierta, nombrado presidente de Telefónica en 2000.

El reparto de poder en la tabaquera (área de cigarrillos para un francés y logística y puros para los españoles) aupó al directivo mejor situado: Vázquez Romero. Presidente, la cumbre, el sitio justo, en el momento oportuno. Y con buenas atalayas. Vázquez Romero se incorpora en 2005 al consejo de Iberia por la participación de la filial Logista en la compañía aérea. No son buenos tiempos.

Vázquez Romero tiene que lidiar una guerra de precios intensa, los márgenes caen y tiene que hacer ajustes. Altadis se debilita. Y despierta el apetito del gigante Imperial Tobacco. Tras dos intentos de compra a 45 y a 47 euros por acción, Imperial Tobacco ofrece en 2007, 50 euros por título. Importe total de la operación, en millones de euros: 13.500. Más de 16.000 millones si se considera la deuda del grupo que asume la británica. La cascada de millones que barre Altadis se debe, en parte, a los activos que detecta Imperial Tobacco en la tabaquera, entre ellos, la participación de la filial Logista en la compañía aérea de bandera, Iberia.

Antonio Vázquez, al servicio de Su Majestad británica

Antonio Vázquez, al servicio de Su Majestad británica

Vázquez Romero ha vivido el sueño del “Arturo” que fue en los 70: guiar con sus propias riendas una operación de venta de billones de las antiguas pesetas. La cima. El ejecutivo permanece seis meses con los nuevos dueños, cobra sus estupendos planes de stock options y se va. Deja atrás los carteles en los que se detalla la cifra supuestamente cobrada por liquidación de fijos, variables y planes de stock options: 19 millones de euros. Un dinero. Encuentra un refugio dorado justo cuando los nubarrones empiezan a oscurecer el horizonte económico del país: Telefónica Internacional, un confortable espacio, al abrigo de su amigo y jefe Alierta, para un ejecutivo a la espera de nuevos retos.

Y no tardan en llegar. Cuando Vázquez Romero deja Altadis para cobijarse en la Telefónica de su amigo Alierta, Iberia, la compañía de bandera española, la de la corona, ha comenzado a negociar una posible fusión con British Airways. El principal accionista de la empresa aérea, Caja Madrid (23%), controla el proceso.

Es la época de Miguel Blesa al frente de la caja de ahorros. El presidente de Iberia, Fernando Conte, no ve clara la operación. Las valoraciones no encajan. Conte deja la compañía, oficialmente por cuestiones personales. Y Antonio Vázquez está ahí, disponible para acabar la pelea. Quien hace los fichajes es Caja Madrid. El encargo: culminar la fusión con British Airways. El elegido, Vazquez Romero. El resultado, la fusión. El trabajo está hecho. Vázquez Romero no empieza peleas, las termina.

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