Economía internacional

Divisas, la guerra entre paréntesis

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Crisis generalizada, tasas elevadas de desempleo, inflación contenida y crecimiento escaso. Este es el panorama de las economías desarrolladas tras cinco años de un desplome que se compara con la Gran Depresión. En este contexto, para muchos países inmersos en la crisis, el mercado exterior aparece como un atractivo y casi único motor de recuperación económica. El riesgo: una carrera para devaluar divisas y abaratar las exportaciones que puede desatar una guerra entre monedas. La buena noticia: de creer a los expertos, esta vez no sucederá lo que en los años 30.

Y sin embargo, la espiral de acciones "no convencionales" dura ya cuatro años. El primero que utilizó la expresión "guerra de  divisas" fue el entonces ministro brasileño de Economía, Guido Mantega. Lo hizo en 2010 tras conocer los planes expansivos (QE2) de la Reserva Federal de EE UU. Desde entonces, muchos países como Japón (pero también Suiza) han adoptado o amagado con adoptar medidas para manejar sus monedas con ventaja.

Pese a todo, tampoco el Fondo Monetario Internacional (FMI) cree en la posibilidad de una guerra de divisas. Claro que la credibilidad del FMI es un asunto siempre en debate. Sus recetas han fracasado tanto y tan recientemente (crisis asiática de finales de los 90) que, a menudo, hacer lo contrario de lo que predica parece una buena alternativa.

Es lo que ha hecho mirando por el retrovisor, de alguna manera, el nuevo gobernador del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda, empeñado en sacar al país de un estancamiento de 15 años inyectando en la economía el equivalente al 30% del PIB para elevar los precios al menos un 2% en dos años. Resultado, el dinero (el que está en circulación y el depositado en el propio banco central)  pasará de 1,08 billones de euros a 2,1 billones).

Petición de Rajoy

La de Kuroda es una estrategia que sigue la de la Reserva Federal de EE UU de los últimos años. Es la que reclama ahora al Banco Central Europeo (BCE) el presidente conservador español Mariano Rajoy y que se resume en prestar apoyo y estímulo a las economías en problemas, hasta donde sea necesario. Todo para evitar el desplome de los países del Sur y combatir el problema más acuciante, el desempleo, que en España se encamina hacia el 27% de la población activa.

Al Fondo Monetario Internacional (FMI), esas políticas expansivas, que considera y califica de "poco convencionales", no le parecen mal. El organismo, creado en 1945 para vigilar la política cambiaria internacional, facilitar el comercio y reducir la pobreza, considera en estos momentos que  los tipos de interés y las políticas no convencionales están bien. Porque son útiles. Aunque se cura en salud y pide también prudencia a los Estados para evitar burbujas especulativas.

En su Informe Global de Estabilidad Financiera, el organismo sostiene que las políticas aplicadas por los bancos centrales de la cuatro mayores regiones del mundo (la eurozona, Japón, Reino Unido y Estados Unidos) en general han ayudado a apoyar sus economías, evitando la deflación y la depresión, y han hecho frente a riesgos para la estabilidad financiera en el corto plazo.

El precio de una moneda

Una de las consecuencias de esas políticas no convencionales es la devaluación de la divisa. En el último gran caso, el yen, la devaluación puede tener, al menos, dos efectos: más exportaciones y desplazamiento de inversiones a zonas que ofrezcan activos de mayor rentabilidad.

¿Guerra de divisas en ciernes? No, contestan los especialistas. ¿Por qué? Porque no hay grandes desequilibrios. Según el FMI, el renminbi chino está ligeramente infravalorado (8%); el euro y el dólar presentan una ligera sobrevaluación (en torno al 3% en el primer caso y en torno al 5% en el segundo) y el yen japonés, tras una fuerte devaluación (por encima del 20% en pocos meses), está cerca de sus valores de equilibrio. Sólo seis economías (Turquía, Sudáfrica, Suiza, Canadá, Brasil y Australia) registran desviaciones en el valor de sus divisas de en torno al 10%.

Por lo tanto, y a diferencia de los años 30, cuando saltó por los aires el patrón oro (tipos de cambio fijos con las monedas ancladas al valor del metal en reserva), en esta ocasión la sangre no llegará al río. Razones: el sistema cambiario está muy rodado y probado; la intención de las medidas adoptadas  es más estimular la demanda interna que empobrecer al vecino y los mercados cambiarios han funcionado, en general, sin interrupciones, salvo con el cataclismo que supuso el desplome del gigante Lehman.

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